"Cómo defender y salvaguardar nuestras democracias liberales". Antes incluso de abrir la nueva obra de Francis Fukuyama (Chicago, 1952), el subtítulo revela una declaración de intenciones. Sabemos que algo no anda bien, viene a decirnos, pero este es el mejor sistema que tenemos. Lo que en su nuevo libro, El liberalismo y sus desencantados (Deusto), propone el politólogo, uno de los más prominentes del mundo, es depurar las fallas que desde hace años han motivado una sospecha generalizada acerca de la doctrina. En una conferencia con el mismo nombre que el libro, celebrada en la Fundación Rafael del Pino, Fukuyama ha desarrollado esta síntesis.
El profesor, pensador y ensayista estadounidense, que saltó a la fama en 1992 por su libro El fin de la historia y el último hombre, estuvo este lunes en Madrid para recordarnos los principios originales del liberalismo económico. En un considerable ejercicio de templanza, se detiene para volver sobre la historia del modelo, el "liberalismo clásico", con el objeto de ponderar su trascendencia.
Ferviente defensor del derecho a la propiedad privada, cuestiona sus preceptos y asume sus carencias, consciente de que sus valores fundamentales se han pervertido y han generado desigualdad social y crisis económicas devastadoras. Sin embargo, considera que la oposición al modelo no se corresponde tanto con el argumentario de la doctrina como con la deriva de los sistemas liberales en las últimas décadas, que se han abandonado a la “globalización”.
No en vano, aboga por su vigencia en la actualidad frente a las otras alternativas "iliberales". Por un lado, la derecha populista de gobernantes como Jair Bolsonaro, presidente de Brasil; Donald Trump, expresidente de Estados Unidos; o Recep Tayyip Erdogan, presidente de Turquía. Por otro, la izquierda progresista, cuyas principales reprobaciones se concentran en la vocación liberal de dar prioridad a los derechos individuales frente a los colectivos.
Antes de abismarse en los antecedentes históricos del modelo, que "surgió hacia la mitad del siglo XVII tras las guerras de religión", el politólogo matizó que el uso del término difiere en según qué zonas del atlas. Por ejemplo, en Estados Unidos corresponde a los démocratas ("centro-izquierda", apuntó) y en Europa a los partidos de derecha. Las críticas de la derecha "son más peligrosas", advertía, mientras que la política identitaria de la izquierda podría ser "compatible" con la liberal. El problema es cuando un estado asume su origen o su raza como superior, y esto deriva en el nacionalismo.
Por otro lado, prefiere no confundir el liberalismo original con conceptos como "neoliberalismo", que, según sus palabras, "es una doctrina que idealiza el mercado como la solución a todos los problemas públicos". En este sentido, no le importa reconocer que las políticas económicas de los sistemas liberales practicadas desde los años 70 "desencadenaron una crisis que se inició en los 90 y explotó en 2008". Los resultados fueron nefastos: en lo social, desigualdad; en lo político, populismo.
En cualquier caso, Fukuyama insta a no olvidar que se trata de un sistema que "garantiza la libertad individual de los seres humanos" y trata de "que no haya interferencias" entre los proyectos particulares y las decisiones gubernamentales. De este modo "llegamos a la autonomía", defendía el profesor, que desemboca "en la dignidad humana". Por tanto, "necesitamos una identidad colectiva basada en el liberalismo", sentenció.
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Al momento de descrédito que atraviesa en estos momentos el liberalismo original, Fukuyama lo denomina "recesión democrática". En esta línea, "el mayor conflicto al que se enfrentan los liberales es que el mundo se divide en naciones-estado", por lo que resultaría utópico garantizar la universalidad de los derechos humanos.
La prueba está en Europa, sin ir más lejos. Fukuyama no dejó pasar la oportunidad de ocuparse de la guerra en Ucrania. "El objetivo de Rusia es que un país eslavo no se convierta en una democracia de éxito", aseguraba, al tiempo que reivindicó la resistencia del país invadido: "Los ucranianos están luchando en nombre de todos nosotros". Con todo, exteriorizó su optimismo respecto a la resolución final de la contienda. Fukuyama cree que los rusos serán expulsados del territorio, "siempre que la ONU siga ofreciendo apoyo".
"El objetivo de Rusia es que un país eslavo no se convierta en una democracia de éxito"
En la rueda de preguntas, Fukuyama se mostró satisfecho de que España se uniera al orden liberal en los albores de los 80 del siglo XX, "aunque llegó tarde". Y no dudó en arremeter contra las políticas norteamericanas que, según su criterio, atentan contra la justicia social: "es ridículo que Estados Unidos no tenga un sistema sanitario universal", aseveró. Respecto al actual presidente Joe Biden, a quien reconoce que confió su voto, declaró sentirse "decepcionado", pues no esperaba que virase tanto hacia la izquierda tras su triunfo en las elecciones.
Se despidió el politólogo con dos advertencias: "Europa no va a poder cumplir su promesa de unir a los estados" y "Rusia y China son los países que amenazan el orden liberal" que debe regir nuestro mundo, según defiende.