“Una de las primeras cosas que hace en nuestro país cualquier movimiento político es cambiar los nombres de las calles”. Esta frase de Manuel Azaña es la que precede a las crónicas ficticias que esgrime el historiador Javier Arnaldo (Madrid, 1959). Pero lo que aquí se propone (se idealiza) es que la nueva designación se lleve a cabo desde una reacción civil, cultural, incluso poética.
Situado en un futuro no muy lejano, los años que transcurren entre 2026 a 2030, es la narración de una revolución exitosa cuyo punto de partida es la voluntad de modificar el callejero. El movimiento ha hecho caer al consistorio, sustituyendo el nombre original de la ciudad por Matriz. La ciudad merecía “un vocabulario digno”.
Arnaldo repasa cada uno de los hitos a través de los “documentos de una transformación”, como reza el subtítulo. Desde el manifiesto inicial, que destila un flagrante tono subversivo, hasta el definitivo Nomenclátor del Matriz Celeste. Se adjunta también una imaginaria emisión radiofónica y una entrevista al concejal de Medio Ambiente. Y no podía faltar un antagonista: la oposición se resiste a adecuar el lenguaje a la fisonomía urbana. Por ejemplo, “para calles torcidas, palabras dislocadas; para calles prohibidas, infracciones lingüísticas”.
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La aspiración última del movimiento es que su modelo tenga trascendencia: “proliferarán los poetas en el mundo, como lo han hecho en Matriz”. Documentado y con mucho oficio, Renombrar Madrid es un divertido disparate justificado por las leyes del humanismo. “La lengua para quien la trabaja”, se dice en uno de los manifiestos que incluye el libro.
¿Dónde catalogar este título? Sin duda, en los estantes que albergan obras utópicas. El correlato es la Ley de Memoria Histórica, referenciada indirectamente con guiños como este: “Basta ya de tomar por honorable a quien recibe el nombre de una calle”.