Amalia Bautista (Madrid, 1962) es autora, entre otros libros, de Cárcel de amor, Cuéntamelo otra vez, Hilos de seda, Estoy ausente, Pecados (con Alberto Porlan), Roto Madrid (con fotografías de José del Río Mons) y Falsa pimienta. Reunió su poesía en Tres deseos (2006 y 2010). En 2017 publicó en México La sal en nuestros labios y aquí, en 2019, Floricela, un libro de poesía infantil.

Azul el agua

Amalia Bautista

La Bella Varsovia, 2022. 64 páginas. 11 €

Con una voz bien definida y una trayectoria coherente, esta nueva entrega devuelve al lector su mundo particular, asentado en las pequeñas cosas y los sucesos cotidianos, donde la difícil sencillez de sus versos (léase “Agua”, que da título al libro) y su delicado tono intimista desvelan, desde la perplejidad, esos misterios que toda vida entraña.

No en vano los elogió Ana Luísa Amaral, con la que coincide a la hora de elevar a poético lo aparentemente menudo. Unas zapatillas de baile, los quitamiedos, una mariposa o soñar con una rata. “El pesaje del corazón” le habría encantado a la portuguesa.

Hay algo de recuento, acaso por el peso de la edad (“Atado de años”), y bastante melancolía (“Pétalos caídos”) en estos poemas dedicados a su madre donde la infancia aflora (“Pero crecemos y olvidamos cosas, / por lo menos, las cosas importantes”).



En “Eco”, las hijas, sus habitaciones vacías. En “Venus del espejo”, las mujeres; los hombres en “El hombre que camina”. La indignación (lo moral) en “Canto de las espigas”. “Fragmentos” revela una poética. No falta tampoco la alegría. “La terraza” y “El tesoro” dan fe de ello.

[Roto Madrid, de Amalia Bautista]

La tercera parte incluye poemas de amor. Más allá de “lo razonable”. “Siempre tú”, con quien comparte los cuatro ríos: el del “agua fresca”, el de “la lecha más pura”, el “de vino” y el “de miel”. “Vals de las ciudades” y el memorable “Sursum corda” dan la medida de una poesía hecha de realidades, no de humo, como quería el poeta catalán Joan Vinyoli.