Con un trallazo disparado a la atención del lector abre Miguel Ángel Oeste (Málaga, 1973) Vengo de ese miedo: “Quiero matar a mi padre”. Por si acaso, de inmediato certifica la voluntad homicida: “Desde que recuerdo, he fantaseado con las formas en que ponía fin a su vida”. A exponer las causas de su instinto parricida dedica el narrador todo su relato con absorbente interés. Y no es para menos, ya que su historia censa una estremecedora cadena de brutalidades.
Dicha historia se remonta a los antecedentes familiares, del padre y de la madre, recorre con minucia episodios de violencia, maltrato y miseria desde el recuerdo lacerante del narrador y se complementa con variados interrogatorios a familiares, amigos y vecinos con el fin de verificar la autenticidad de los hechos. A esta perspectiva muy intimista se agrega un valor testimonial al recrear el nuevo ambiente de permisividad en las prácticas sexuales y en las drogas que se extendió en la turística Málaga de los años 70.
Datos dispersos permiten relacionar al narrador con el autor y podría pensarse en un caso más de autoficción. Pero una mención explícita del nombre civil de Miguel Ángel Oeste (Miguel Ángel Martín Ruiz) nos dice que se trata de algo diferente. En realidad, Vengo de ese miedo no es una novela sino unas memorias tratadas con técnicas narrativas o, si se quiere, un reportaje autobiográfico. Lo cual le añade un plus máximo de dramatismo y tensión a los sucesos referidos al conocer que quien los protagoniza y los cuenta son la misma persona. De ahí el impactante efecto de esos auténticos himalayas de dolor. Leemos vida, no ficción.
No es cosa de registrar los muchos episodios de crueldad, pero sí mencionaré un pasaje cercano al salvajismo. En una ocasión el padre, que gustaba mostrarse desnudo y enarbolando en la mano un pene enorme, sodomiza al hijo en la ducha y añade múltiples agresiones. Abruma más que el atroz suceso en sí mismo la narración realista de un ser indefenso frente a un psicópata. A partir de tales lances surge lo que constituye la auténtica médula del libro, razón del título, el miedo, que aún atenaza a Oeste en el presente del relato, 2017, muertos padre y madre.
[La identidad de 'Arena' de Miguel Ángel Oeste]
Decía Cela de su visionaria Oficio de tinieblas que no era una novela sino “una purga del corazón”. Algo así podría repetir Oeste. Vengo de ese miedo es una catarsis que el autor necesitaba escribir para exorcizar terrores y fantasmas y evitar pesadillas. En el libro acude a un terapeuta. Creo que ya no lo necesitará, y aunque el desnudamiento que lleva a cabo le haya producido desgarraduras, se evitará seguir pagando la consulta.
'Vengo de ese miedo' es una catarsis que el autor necesitaba escribir para exorcizar terrores y fantasmas
Una confesión tan franca y dura toca el corazón del lector por insensible que sea. Pero sobre ella pende el inevitable requisito de la forma. La narración es del todo convencional, sin más novedad que la de suprimir algunos signos ortográficos, también ahora de moda. Oeste recurre en esencia a los procedimientos del naturalismo decimonónico e incide en registros del tremendismo de la pasada centuria. Con algo más de riesgo y creatividad en el modo de contar, una obra impactante que impresiona y conmueve, hecha con las tripas, como lo exige anécdota tan terrible, habría tenido un valor literario mayor.