La catedral del mar (2006) fue su primera novela. Después vinieron otros títulos que han ido forjando a Ildefonso Falcones (Barcelona, 1959) como el escritor que es, conocedor de sus fortalezas, de ahí la apuesta por grandes relatos desde su mejor baza: pericia para urdir argumentos y ambientar escenarios históricos.
Esclava de la libertad es su última novela, y llega con este doble impulso. Aunque en su contra juegue una debilidad: un narrador omnipresente que, en aras de conducir al lector por una trama ambiciosa y cuidada, reitera en exceso pasajes que ralentizan la lectura.
El relato con el que arranca nos traslada a Cuba: la llegada de un barco cargado de mujeres y niñas secuestradas en África para trabajar en campos de caña de azúcar y parir futuros esclavos.
En medio de un paisaje humano desolado (prohibido el comercio con negros, pero no su propiedad), destaca una niña de once años, Kaewa, la elegida por los dioses para liderar la revuelta de los de su raza contra esclavistas como el marqués de Santadoma, dueño del “ingenio azucarero” (así se llamaban las explotaciones) en el que se sitúa gran parte de la acción, entre 1856 y 1898.
[Ildefonso Falcones: "Hacienda es prepotente, ciega, arbitraria y tremendamente cruel"]
El segundo relato nos trae al Madrid actual y lo protagoniza Lita, una mulata, hija de la criada de los Santadoma, actuales herederos de aquel imperio forjado con el sufrimiento de los esclavos negros. Su madre encarna el servilismo hacia sus señores; ella, por el contrario, con formación en finanzas, no se doblegará ante injusticias irreparables. Su lucha es la de nuestro tiempo, herencia de la que encarnó Kaewa, movida por el convencimiento de que la travesía no ha tocado fondo.
Falcones entremezcla sutilmente magia y realismo en esta novela, cuya intriga mantiene activo el interés del lector
La novela se sostiene en la fortaleza de estas dos protagonistas, en el despliegue de situaciones que exploran la peripecia vital de una y otra. No faltan recursos que mantienen activo el interés, propios de una aventura épica sin concesión a soluciones previsibles: intriga frente a lo inesperado, magia y realismo sutilmente entremezclados. Y un hilo invisible que nos conduce desde Lita a Kaewa en una suerte de obligada justicia poética.