Apenas unos apuntes confirman la asombrosa actualidad de Teresa de Cepeda, su increíble modernidad: estos días acaba de terminar el rodaje y ha comenzado el montaje de Teresa, el biopic sobre la santa protagonizado por Blanca Portillo y dirigido por Paula Ortiz, que se estrenará el año próximo, basado en La lengua en pedazos, de Juan Mayorga. Además, la obra en la que se inspira sigue viva en los escenarios, ya que el montaje del dramaturgo se representa en Oviedo en la semana de los premios Princesa de Asturias, ha habido otro montaje “magnífico” de Ignacio García en Portugal en un monasterio, se está representando ahora mismo en México, en el Teatro Nacional, “y acaban de anunciarme la publicación de la traducción japonesa”, explica Mayorga.
Profunda, contradictoria
También es preciso recordar otros filmes como Teresa (2003), dirigida por Rafael Gordon, con Isabel Ordaz y Assumpta Serna, y Teresa. Cuerpo de Cristo (2007), de Ray Loriga, con Paz Vega en el papel de la santa; La guerra según Santa Teresa, que María Folguera llevó a los escenarios en 2013; que hace apenas unos meses la editorial La Uña Rota publicó Velocidad mínima, de Paco Bezerra, que reúne las once obras del dramaturgo, entre las que se encuentra su monólogo sobre Santa Teresa (Muero porque no muero), y que Contraseña Editorial acaba de rescatar El verbo se hizo sexo. Teresa de Jesús (1931), de Ramón J. Sender, con prólogo de Cristina Morales, en el que la escritora reivindica a la santa como feminista y punkie.
En el caso de la cineasta Paula Ortiz su interés por Teresa nace en la universidad: “Yo estudiaba entonces Literatura del Siglo de Oro, y leía a Teresa desde una aproximación muy naif y poética, muy poco imbuida quizá de su dimensión histórico-política y religiosa; en realidad, era un acercamiento puramente poético. Sin embargo, a medida que profundicé en su vida y su obra lo más que me sorprendió fue leer a una mujer capaz de expresar experiencias de una intensidad extraordinaria, pero también dotada de una capacidad de acción y de autoindagación femenina en un ámbito como es la espiritualidad absolutamente profunda, intensa, contradictoria, revolvedora… El hallazgo más asombroso probablemente es su palabra, totalmente contradictoria, tensa, fina, inteligente, brillante… Si lo piensas, es una pluma imposible. Sus frases son de una profundidad, de una belleza... Resultan tan anchas que no caben en ningún lado. Pone palabra a paisajes internos que yo no sabría expresar, y le da forma a experiencias íntimas muy fuertes, de unas áreas inasibles de la vivencia humana como son las de la espiritualidad, en mi caso desde la no creencia, otorgándote un conocimiento muy fuerte de ti misma. Te nombra por dentro”.
Una mujer a contracorriente
De Teresa también a Juan Mayorga le deslumbró la palabra. Sí, le impresionó “su determinación, su fuerza –la fuerza de un cuerpo muy frágil– y su inteligencia, pero sobre todo su palabra. Teresa es uno de los mayores escritores de nuestra lengua”. Quizá por eso, el autor de La lengua en pedazos (2011) dice que cada día, “en mi vivir”, le acompañan frases de la santa. “Sí, tengo a Teresa por una persona ejemplar –lo que no significa que vaya a imitar su camino, pues no comparto el credo que a ella la condujo–. Sé que jamás alcanzaré la intensidad de su escritura ni tendré su valentía, pero debería exigirme la una y la otra”. Y quizá por eso también, Mayorga no ha dejado de reescribir su obra, al punto de que una de sus frases preferidas solo aparece en la última versión: “La oración nadie puede tacharla”.
Deslumbrado por Teresa, asegura Mayorga que su coraje, su capacidad de amar y su palabra hacen de ella un ser asombroso, “en este y en cualquier tiempo, y nos sigue seduciendo porque fue una mujer a contracorriente en su época y lo es en la nuestra. Porque siempre será intempestiva, siempre será actual. Será siempre una subversiva”.
El caso de Paco Bezerra y su monólogo Muero porque no muero es muy distinto: fue un encargo de la Fundación V Centenario del Nacimiento de Santa Teresa de Jesús, pero las negociaciones no llegaron a término y, a partir de ahí, el texto comenzó a pasar por mil vicisitudes que llegan hasta su forzada salida de la programación de los Teatros del Canal. “En lo que a mí respecta, estoy convencido de que, con todo esto, Teresa nos está queriendo decir algo”, destaca Bezerra, que señala que lo que más le sorprendió del personaje a medida en que estudió su vida y su obra fue el modo en el que, a partir del proceso de beatificación “comenzaron a manipular su mensaje. La Teresa de hace quinientos años no tiene nada que ver con la que nos han vendido. Los militares secuestraron, tras su muerte, a Eva Perón, y los hombres de la Iglesia a Teresa. Es la venganza de los machos hacia las mujeres que tuvieron más poder que ellos. Como no pudieron domarlas en vida, lo hicieron una vez muertas”.
Subversiva y peligrosa
Confiesa el dramaturgo que Teresa “me ha enseñado a sobrevivir en el peor de los escenarios posibles: la vida que me ha tocado”. También que en su monólogo está “lo mejor que he conseguido” porque desde 2014, cuando empezó a escribirla, hasta 2022, “que la publiqué, me ha dado tiempo a darle muchas vueltas. Hay capítulos que no incluí porque se hacía muy larga. Igual, un día, saco una versión extendida con todas las escenas eliminadas. No sé”.
En cuanto al secreto de su modernidad, Bezerra subraya ante todo “su desobediencia. Teresa era subversiva y muy peligrosa. Lo que te dice, cuando la lees, es que eres un cobarde. Por eso, aunque era hija del XVI hoy nos sigue enseñando el verdadero significado de la palabra libertad”.
En la misma línea se manifiesta Cristina Morales, que asegura que llamar a Teresa de Jesús feminista “es quedarse muy corta, porque es una mujer a reivindicar desde el feminismo anarquista y radical”. Ahora, cuando han pasado siete años desde que Malas palabras apareciera en Lumen, la escritora granadina recuerda que en su caso se trató de un encargo “por cuatro duros” para celebrar el quinto centenario de Teresa, y que la editora, Silvia Querini, no sólo le impuso el título (“con el tiempo, en Anagrama, pude cambiarlo y transformarlo en Últimas tardes con Teresa de Jesús”), sino que le pidió que recreara un supuesto diario personal escrito por Teresa en 1562, mientras redactaba su Libro de la vida, “que en realidad también fue un encargo de su padre confesor, que pretendía controlar sus pensamientos e intenciones mientras ella intentaba salvarse de la Inquisición. Me divirtió muchísimo ese rizar el rizo de los encargos”.
Bromas y rizos aparte, lo cierto es que al investigar en su figura, Cristina Morales descubrió a una mujer “asombrosa” por la que ha estado “al borde de la conversión muchas veces. A raíz del libro he tenido mucha relación con el Carmelo, sobre todo con el Carmelo masculino, menos cerrado que el femenino, y he comprendido que en un tiempo como el contemporáneo, la religiosidad tan libre y sui géneris de Teresa, tan heterodoxa, hace que para un mundo tan iconoclasta como el actual resulte por lo menos llamativa. Fue una mujer proscrita, denunciada, censurada, su Libro de la vida no pudo publicarse en vida, pero no renegó de la fe, porque prefería decir lo que quería sin renunciar ni a la Iglesia ni a su fe. Hoy nos sigue interpelando. Fue una mujer que lo cuestionaba todo, a la que nada le satisfacía, y que encontró en la escritura su salvación, siempre sola, siempre libre”.
Para vos nací
También en 2015 apareció Para vos nací (Ariel), de Espido Freire, quien destaca de Teresa de Ávila los intentos que durante su juventud realizó “por encajar, por adocenarse, por ser comprendida y por hacerse perdonar una personalidad que entraba en la genialidad. A diferencia de otras figuras que recibieron rápidamente admiración y cuyo entorno potenciaba su diferencia, Teresa se abrió camino muy a pesar de otros... incluso de ella misma”. Confiesa Freire que cuando releyó la obra de la mística, en 2013-2014, “estaba pasando por una depresión bastante seria, en la que tanto Teresa de Jesús como Séneca o Montaigne sirvieron como guías intelectuales mientras me recuperaba. De pronto, su enfermedad mental cobró una importancia que antes no le había dado. De manera completamente diferente, su búsqueda de la felicidad, de la alegría y de un sentido vital era también la mía”.
En cuanto al secreto de su actualidad, a lo que nos sigue diciendo, destaca tanto su complejidad como sus contradicciones, “unidas a un equilibrio entre la espiritualidad y el sentido práctico”. Eso sí, destaca, hoy nos sigue enseñando “que no tenemos bastante con lo que vemos, y que lo que nosotros no hagamos para perseguir lo que se desea, nadie lo hará”.
Juan Manuel de Prada, autor de El castillo de diamante (Planeta, 2015), es otro de los seducidos por la santa debido a su componente quijotesco, “siempre en lucha con el espíritu de su tiempo, siempre dispuesta a imponer su ideal en una realidad que lo rechaza”. También por ser “una mística y, a la vez, una mujer de acción, siempre de la ceca a la meca, fundando conventos y tragando el polvo de los caminos. Impresiona mucho que la misma mujer que había logrado una intimidad con Dios de una delicadeza suprema tuviese a la vez que andar tratando con arrieros, o convenciendo a señores para que le patrocinasen sus fundaciones. Este contraste me parece expresivo de un alma poliédrica”. Por eso siempre se ha sentido interpelado por ella: “Me ayudó mucho a restar gravedad a mi trabajo literario, que siempre había perseguido el fantasma de la perfección formal; el limpio desaliño de Santa Teresa es una lección para cualquier escritor pretencioso. ¡Y me sigue enseñando! Su portentosa confianza en Dios, que era también confianza en las posibilidades de uno mismo, cuando está en paz con Dios. Ese ‘nada te turbe, nada te espante’ tiene una vigencia asombrosa, sobre todo en este mundo de endiosados que creen que pueden hacerlo todo por sí mismos”.
Por su parte Fernando Delgado, que obtuvo en 2015 el premio Azorín por Sus ojos en mí (Planeta), describe a su protagonista, Santa Teresa, como un personaje apasionante, “no solo en la vertiente que se cuenta en mi libro, sino en general. Es un personaje extraordinario, en medio de la corrupción y la depravación absoluta que había en el mundo eclesial y también en el mundo civil del siglo XVI español. Fue una mujer intachable, luchadora y fiel a sus principios”.
Un entusiasta caminar
El mismo entusiasmo muestra Jesús Sánchez Adalid, autor de Y de repente, Teresa (Ediciones B, 2014), al describir “la unidad absoluta en lo esencial o vital de Santa Teresa. Además del poder de lo imaginativo, siempre palpable, en Teresa todo resulta auténtico, cabal. En su obra es ella misma toda por entero, sin perder ni por un instante la fidelidad a su empresa vital, que es un entusiasta caminar hacia Dios, expresado en símbolos, metáforas y todo el juego maravilloso de adjetivaciones sensoriales. El estilo de Teresa es suyo y muy suyo, dominado por la gracia de un carácter del que nunca se despoja”. Teresa de Cepeda, insiste, “es uno de esos seres excepcionales en la humanidad. La suya es una personalidad humana atrayente, despierta, con gracejo; y al mismo tiempo, libre, emprendedora y magnánima. Y sigue viva, enseñándonos la autenticidad…”
A fin de cuentas, como subraya Olvido García Valdés, autora de Teresa de Jesús (Omega, 2001), la santa acaba convirtiéndose para la mujer de hoy en “alguien con quien dialogas sin darte cuenta. Me gusta mucho cómo analiza las cosas, especialmente en momentos de dificultad”. De ahí que siga dándonos “energía, esa energía que percibimos intensamente al leer y que la hace estar viva, peleona, decaída y enseguida ilusionada, reflexiva, vulnerable, y de inquebrantable resistencia. Comunicadora nata, nos hace sentir que cambiar el mundo es posible, aunque pensemos –y ella misma lo piense– que no”.