Antes de La encomienda, Margarita García Robayo (Cartagena, Colombia, 1980) había escrito Primera persona (2019), un conjunto de relatos en los que firmaba un trabajo muy personal. Se hablaba en ellos de temas cotidianos como la sensación de desubicación en un viaje de trabajo, las dificultades que entraña la literatura o los inconvenientes de la maternidad, y se mostraba la presión social sobre las mujeres. En aquel libro, además, había consideraciones metaficcionales y un uso sutil de la ironía con el que se exploraba la complicidad del lector.
En La encomienda apenas perviven algunos de estos elementos. La narradora, que también es una mujer joven, vive muy lejos de su país, trabaja en una agencia de publicidad y quiere tramitar una beca en Holanda que le permitirá dedicarse a la escritura, su gran pasión. Su hermana le envía paquetes (las encomiendas) en los que mezcla alimentos perecederos con dibujos de sus sobrinos y fotografías del pasado.
Por la novela se pasean, además, una gata, una vecina que no sabe con quién dejar a su hijo cuando debe ausentarse, o un novio que se abisma en silencios incómodos, entre otros. La presencia de la progenitora, que llega de improviso, abstrae a la protagonista en recuerdos remotos y cavilaciones sobre la maternidad y, lo que es más revelador, sobre el vacío que deja una madre cuando huye.
La obra aporta interrogantes que quedan sin respuesta: algunos son muy simples; otros, confusos
La encomienda aporta interrogantes -demasiados- que quedan sin respuesta. Algunos son muy simples y se resuelven en la lógica animal (dónde se va la gata), pero otros resultan confusos por su excesiva vaguedad. El más flagrante se refiere a la llegada de la madre y a la irresolución que contamina su comparecencia en la historia. Es cierto que algunos de los temas del libro son la pérdida y el abandono en la infancia, pero ¿es necesario rodear al personaje de tanta indeterminación?
La historia adolece además de falta de selección de las anécdotas, de ausencia de estructura y de cierta superficialidad. De hecho, a menudo el relato consiste en ensartar verbos que solo describen acciones y que se mezclan con retazos de recuerdos. En el haber de este libro hay que registrar una prosa que en ocasiones se densifica, aportando metáforas prodigiosas, y frases que invitan a la reflexión.