Cuando hacia la mitad del siglo XX John W. Campbell, el editor de la mítica revista de ciencia ficción Astounding, le sugirió a Judith Merrill que las mujeres no podían escribir este género, la escritora se apresuró a demostrarle que se equivocaba. Que solo una madre fue el relato con el que ganó aquella apuesta, una perturbadora historia ambientada en una hipotética III Guerra Mundial, donde una mujer daba a luz a una hija en un mundo donde los niños nacen con extrañas mutaciones por haber estado expuestos a la radiación.
Inquietante y conmovedor, el relato de Merrill no solo fue publicado en la revista de Campbell –a pesar de ser rechazado por otras publicaciones por su crudeza narrativa–, sino que además se convirtió en una de las historias de la ciencia ficción más antologadas desde su aparición en 1948 hasta ahora. Incluso fue la primera mujer, y una de los primeros autores de cualquier género, en tener una obra de ciencia ficción adaptada para la televisión.
Hoy, aquel rompedor relato sobre la maternidad es precisamente el que nos abre la puerta al universo de ¡El futuro es mujer!, una interesante antología donde la escritora y profesora de Literatura Lisa Yaszek reúne un total de 25 historias de escritoras estadounidenses fechadas entre 1929, cuando comienzan a surgir las primeras revistas especializadas, y 1970, cuando la aparición de la literatura feminista amplió el campo literario de liberación de las escritoras.
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Inquietantes niños mutantes, mundos de corte medieval repletos de magia, misteriosos seres de otros planetas, universos paralelos o puntos del espacio-tiempo donde el multiverso converge… Aunque hoy sean parte del canon del género, así eran los mundos que ya entonces estas pioneras, eslabones perdidos entre los experimentos de Mary Shelley y la actualidad, imaginaron para nosotros en búsqueda de un futuro mejor, o en muchos casos peor, distinto en cualquier caso. Utopías, distopías y ucronías que reflejan el intento por rehacer una realidad no siempre fácil ni agradable.
Reunidos bajo el epígrafe de Mundos Alternos, la editorial Almadía publica siete de estos relatos en un primer tomo (la colección abarcará tres libros) con traducción del colectivo Falsos Amigos donde, según afirman sus traductoras, "la premisa ciencificcional parte de imaginar mundos alternos; este lugar es el de las ucronías, la fantasía, las historias donde el universo nos es familiar pero solo como fachada de lo extraordinario, siendo lo extraordinario el mundo en sí mismo o sus habitantes".
Y es que en estos otros universos, sostienen sobre la presente antología, "cada cuento posee una voz particular y visiones del mundo únicas. Ya sea a través de lo epistolar, lo barroco, la épica o la narrativa colmada de diálogos, la pluralidad no significa nunca homogeneidad".
No en vano, como apunta Yaszek en la introducción del libro, entre mediados de la década de 1920 y finales de 1960, cerca de 300 mujeres fueron publicadas en las principales revistas especializadas en el género. "La mayoría eran escritoras de ficción, pero también ayudaron a desarrollar el género que eligieron como editoras, críticas, poetas, artistas y periodistas de ciencia", escribe la antóloga, para quien estas mujeres confrontaron, como suele ser habitual, bajo el paraguas de este género libérrimo, temas sociales y políticos del "imperfecto presente".
De X-Men a Juego de tronos
Entre las historias de Mundos alternos, encontramos más niños mutantes, como el inquietante protagonista de Incógnito (1948), de Wilmar H. Shiras, en quienes muchos han querido ver a la precursora de una de las sagas de superhéroes más célebre de Marvel, los X-Men. También fueron referentes los jóvenes extraterrestres atrapados en la Tierra que intentan ocultar sus poderes en el relato de Zenna Henderson, Ararat, que transformó una típica escuela rural (trabajó durante años como maestra) en escenario de encuentro alienígenas y paranormales. Escrito en 1952 como parte de la serie de televisión de El pueblo, que fue extremadamente popular en su época.
Autora emblemática de la ciencia ficción feminista, Joanna Russ nos plantea un mundo de repleto de magia en el que su heroína, Alyx, se enfrentaba a una especie de dios tiránico en Salvaje (1968). Mientras que Doris Pitkin Buck, hija de un científico, ejemplifica el género más puro en El nacimiento de un jardinero (1961), que alcanza un grado de reflexión sobre los roles de género impensable fuera de la ciencia ficción. "La ciencia ficción real –llegó a afirmar– está basada en la ciencia".
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También, el lector de esta antología descenderá a los infiernos en la genial fantasía de ambientación medieval El beso del dios negro (1934), de C. L. Moore, donde aparece por primera vez su icónica protagonista Jirel de Joiry, que podría ser perfectamente un personaje de Juego de tronos. Mildred Clingerman pone fin a este primer volumen con un breve relato, La estación de Mr. Sakrison. Aunque llegó a afirmar que la escritura solo era para ella "un pasatiempo", entre 1952 y 1975 publicó casi dos docenas de cuentos de ficción especulativa.
"Así aprendemos que las mujeres que soñaron nuevos y mejores futuros –escribe Yaszek– para todas las personas no llegaron del espacio exterior ni de veinte mil leguas bajo el mar, ni si quiera de un planeta a la deriva. Por el contrario, siempre han estado entre nosotros, siempre insistiendo en que el futuro es mujer".