Millonarios corruptos desterrados fuera del espacio-tiempo, súper-computadoras sin alma gobernando futuros desalmados, agentes dobles que pierden los papeles, escritores ficticios que escriben novelas reales, religiones absurdas y cultos utópicos, científicos chiflados al servicio del gobierno, invasores chinos miniaturizados, crisis financieras globales que acaban con la civilización, alienígenas que saben cómo y cuándo se destruirá el universo… Las catorce novelas y múltiples cuentos publicados a lo largo de su vida por Kurt Vonnegut Jr. conforman un complejo, sardónico y pesimista fresco de la humanidad en general y de Estados Unidos en particular, cuya grotesca extravagancia apenas oculta su oscura cualidad visionaria.
Escritor que desafió y desafía convenciones y géneros, lo que le costó a menudo la incomprensión de la crítica, Kurt Vonnegut es una de las figuras clave para entender la confluencia singular de la ciencia ficción y la literatura general, que marcó las décadas de los años 60 y 70 con el sello de la contracultura y la rebeldía.
Como William Burroughs, J. G. Ballard, Walter Tevis, Anthony Burgess, Philip K. Dick o Thomas Pynchon, pero con un mundo y estilo propios y singulares, Vonnegut demostró que la imaginación profética, la inventiva tecnológica y la especulación científica de la ciencia ficción tenían mucho que decir y aportar al panorama de las letras estadounidenses y mundiales, pese a lo que ciertos críticos literarios pudieran creer. O, como él mismo solía decir: "No comprendo a quienes piensan que no se puede ser al mismo tiempo un escritor respetable y saber cómo funciona una nevera".
La ciencia de la guerra
La peculiar visión irónica, grotesca y pesimista de Vonnegut, que al mismo tiempo irradia un profundo humanismo y amor por el ciudadano corriente y las clases humildes, tiene sus raíces en varias traumáticas experiencias personales.
Hijo de padres alemanes emigrados, quienes a partir de la entrada de Estados Unidos en la Primera Guerra Mundial trataron de educar a sus hijos en prácticamente la absoluta ignorancia de sus orígenes, idioma y cultura, esta suerte de estigma encontraría manifestación en su más kafkiana novela, Madre noche (1962), donde Howard W. Campbell Jr., apátrida americano transformado en proselitista del nazismo en Alemania, se convierte al tiempo en agente doble al servicio de Estados Unidos, para acabar siendo condenado en Israel por crímenes de guerra, en un trágico juego de identidades que funde y confunde realidad y ficción.
Prisionero en Alemania durante la Segunda Guerra Mundial, Vonnegut sobrevivió entre el terror y el asombro al feroz bombardeo aliado de Dresde, encerrado en la cámara refrigerada subterránea de un matadero, para encontrarse al salir con un panorama dantesco. Nunca podría olvidar la visión de la pacífica ciudad alemana arrasada y cubierta de ruinas. Su profundo antibelicismo y antimilitarismo quedarían definitivamente sembrados por las semillas de los cadáveres mutilados de centenares de civiles, entre ellos muchos de sus propios compañeros prisioneros, que colaboró recogiendo a las órdenes de las autoridades germanas. De allí brotaría su obra maestra: Matadero cinco (1969).
Con una formación ecléctica, tanto en humanidades como en ciencias, a la vuelta de la guerra entró a trabajar en General Electrics, donde su hermano mayor, Bernard, se había convertido en uno de los cerebros privilegiados de "la Casa de la Magia", como era conocido el laboratorio de investigación de la empresa. La historia de este periodo en la vida del escritor ha sido recogida con todo detalle en el magnífico libro de Ginger Strand Los hermanos Vonnegut (Es Pop ediciones).
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A raíz de las investigaciones de Bernard en el "Proyecto Cirro", en torno a la utilización del yodo para bombardear las nubes en experimentos de control climático, que rápidamente llamaron la atención del Ejército por su posible empleo táctico, Kurt Vonnegut desarrolló a su vez un marcado interés por los personajes de científicos más o menos chiflados, más o menos extravagantes, atrapados en el dilema moral de las consecuencias de sus inventos puestos al servicio de gobiernos y ejércitos, como ocurre en Cuna de gato (1963) o Payasadas (1976).
Universo Vonnegut
Tras el éxito crítico, que no de ventas, de su primera novela, La pianola (1952), anti-utopía influida por Orwell y Huxley con mucho que decir sobre nuestra actual y cada vez mayor dependencia de ordenadores y máquinas, Vonnegut quedó profundamente ligado a la ciencia ficción con relatos publicados en revistas del género y novelas que trataban, de forma muy personal, tópicos como invasiones alienígenas, viajes en el tiempo, catástrofes apocalípticas, futuros distópicos y contactos con civilizaciones extraterrestres, en cuentos como "Harrison Bergeron" (1961) y novelas como Las sirenas de Titán (1959), Cuna de gato, Dios le bendiga, Mr. Rosewater (1965), Payasadas o Galápagos (1985).
Pero lo sorprendente es cómo Vonnegut entrelaza estos aspectos "cienciaficcionales" con otros realistas, satíricos, históricos, histéricos y personales, creando un extenso y complejo universo propio donde se entrecruzan personajes, referencias y situaciones.
Así, el protagonista de Madre noche (1962), novela aparentemente sin elemento alguno de ciencia ficción, reaparece incidentalmente en Matadero cinco, donde la narrativa de un hecho histórico y autobiográfico (el bombardeo de Dresde) se mezcla con la abducción del protagonista, Billy Pilgrim (Peregrino) por los alienígenas tralfamadorianos, habitantes del planeta Tralfamador, que a su vez representan papeles de distinta importancia en Las sirenas de Titán, Dios le bendiga, Mr. Rosewater, Payasadas y Cronomoto (1997).
Por todas ellas y alguna otra, se pasea el escritor de ciencia ficción Kilgore Trout, alter ego de Vonnegut y homenaje a su gran amigo Theodore Sturgeon —intercambiando Theodore por Kilgore y Sturgeon (esturión) por Trout (trucha)—. Tan afortunado es este autor inexistente que una de sus novelas, invento de Vonnegut, apareció impresa en 1975: Venus en la concha, escrita en realidad por Philip J. Farmer utilizando el nombre de Trout.
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Sus obras y carrera se citan en El suelo bajo sus pies de Salman Rushdie o en el cómic The League of the Extraordinary Gentlemen: Dossier Negro de Alan Moore y el recientemente fallecido dibujante Kevin O'Neill, y hasta ha tenido al menos una hija: Jenny Trout, que aparece en la novela de ciencia ficción Fallen Angels de Larry Niven, Jerry Pournelle y Michael Flynn. Hay escritores reales con mucho menos renombre y éxito.
En su fascinante conjunto, la mayoría de novelas y relatos de Vonnegut componen un tapiz postmodernista de metaficción, géneros fluidos y auto-referencialidad que cuestiona los límites y fronteras entre literatura general y literatura fantástica o de ciencia ficción, entre géneros populares y la llamada Alta Literatura. Amante del pulp tanto como seguidor de la gran tradición satírica de Jonathan Swift, Mark Twain o H. L Mencken, admirador de Ambrose Bierce, Orwell, Thoreau, Stevenson y Bernard Shaw, Vonnegut pone contra la pared los lugares comunes de la crítica literaria y la cultura tanto como los valores establecidos de la sociedad occidental y estadounidense.
The American way
Fue la publicación de Matadero cinco en 1969 la que convirtió a un escritor hasta entonces poco conocido, casi encasillado a su pesar en el gueto de la ciencia ficción, en símbolo de su generación. La fuerte carga antibelicista del libro, que se basa en buena parte en sus traumáticas experiencias durante el bombardeo de Dresde, combinada con su humor negro, sátira de la familia americana y sorprendentes elementos fantacientíficos, cayó precisamente como una bomba en mitad de una sociedad conmovida por la guerra de Vietnam.
Ejemplo pluscuamperfecto del estilo e ideas de Vonnegut, Matadero cinco es suficiente ciencia ficción como para haber sido nominada a los premios Hugo y Nebula en 1970, que perdió injustamente frente a La mano izquierda de la oscuridad de Ursula K. Le Guin. Todos los rasgos distintivos del universo Vonnegut se encuentran ya aquí: personajes compartidos, mezcla de realidad y fantasía, nombres y caracteres simbólicos y, sobre todo, la más ácida sátira del modo de vida americano.
Simpatizante del socialismo, ateo, amigo del Jesucristo del "Sermón de la montaña", enemigo de religiones organizadas y tele evangelistas, del bipartidismo político estadounidense, pero, sobre todo, tránsfuga del simplismo que pretende dividir el mundo en liberales y conservadores, Vonnegut no deja títere con cabeza.
El capitalismo representado por millonarios cínicos e inhumanos, el machismo y militarismo a lo John Wayne, la tecnofilia y la ciencia convertidas en religión al servicio del estado y las grandes empresas, así como el matriarcado que domina la típica familia americana, son puestos en la picota. Matadero cinco se ha convertido en una de las novelas que más veces se ha intentado censurar o excluir en los planes de estudio de literatura y bibliotecas públicas de Estados Unidos.
En todos los sentidos, Vonnegut resulta un autor tan cautivador como incómodo, inclasificable, inaprensible y también, quizás, inadaptable a la pantalla. Pero... que no sea por no intentarlo.
Kurt goes Hollywood
Resulta sorprendente, teniendo en cuenta la naturaleza metaficcional y metanarrativa de las novelas de Vonnegut, que cine y televisión se hayan atrevido, en más ocasiones de las que cabría esperar, a buscar inspiración en ellas.
Dejando de lado las adaptaciones televisivas y los cortometrajes basados en varios de sus relatos y obras de teatro, lo habitual es que el cine se las vea y se las desee para conseguir trasladar el loco mundo de Vonnegut al celuloide. Abundan los intentos fallidos como Slapstick (Of Another Kind) (Steven Paul, 1982), basado en Payasadas, filme que deriva hacia la comedia grotesca al estilo Mel Brooks, aunque su extravagancia ochentera y estupendo reparto cómico (Jerry Lewis, Madeline Kahn, Marty Feldman y Jim Backus entre otros, por no hablar de Samuel Fuller, Pat Morita o Virginia Graham) hacen que bien merezca un visionado. No olvidemos que el propio Vonnegut, aficionado a los cameos, hace una aparición estelar en otra comedia loca de los 80: Regreso a la escuela (Back to School. Alan Metter, 1986).
Más ambiciosa resulta El desayuno de los campeones (Breakfast of Champions, 1999), según la novela del mismo título, dirigida por Alan Rudolph, quien llevó a término lo que fuera un viejo proyecto de su maestro, Robert Altman, con resultados irregulares, pero no tan nefastos como juzgó la crítica en su día. Bruce Willis, Nick Nolte, Albert Finney (en el papel de Kilgore Trout) y Barbara Hershey (además de otro cameo de Vonnegut) sacan a flote un caos entre sátira, drama y comedia absurda que no hace justicia al libro pero se esfuerza noblemente en ello.
Nick Nolte volvería a protagonizar una de las más afortunadas adaptaciones del autor: Mother Night (1996), que por otra parte quizá sea la menos arriesgada, beneficiándose del hecho de tratarse de una de sus novelas más "convencionales" narrativamente. Algo que permite al director, Keith Gordon, experto en series, una aproximación más clásica al material literario, sin que ello vaya en detrimento de un correcto drama bélico, romántico y de espionaje, que no carece de la angustiosa paranoia kafkiana del original.
Pero la joya de la corona, la más fiel, inteligente y brillante traslación de letra y espíritu, forma y fondo de una novela de Vonnegut a la pantalla es, precisamente, Matadero cinco (Slaughterhouse 5, 1972). Realizada de forma casi independiente, al amparo de Universal Pictures, con un reparto sólido y sin estrellas, con un debutante Michael Sacks como Billy Pilgrim y la hermosa (y desnuda) Valerie Perrine al frente, sin apenas efectos especiales, pero con enorme amor y respeto por el libro.
George Roy Hill, emparedado entre sus grandes éxitos comerciales Dos hombres y un destino (Butch Cassidy and the Sundance Kid, 1969) y El golpe (The Sting, 1973), demuestra una sorprendente capacidad de atrevimiento formal, ingenio y falta de prejuicios en un filme singular, estrenado el mismo año que Solaris de Tarkovski, según Lem, o La naranja mecánica (The Clockwork Orange) de Kubrick, según Burgess. Un tiempo dulce para una ciencia ficción de calado y relevancia. No es extraño que el propio Vonnegut confesara que "...amo a George Roy Hill y Universal Pictures, que hicieron una impecable traslación (al cine) de mi novela".
Se cumplen cien años del nacimiento de Kurt Vonnegut, fallecido en 2007, justo casi en el alba de un nuevo siglo y milenio que está haciendo realidad algunas de sus peores pesadillas: el mundo dominado por la mecanización, automatización, especialización y clasismo de La pianola; las sectas y seudorreligiones como el bokonismo de Cuna de gato; el fin del sueño americano consumido por el capitalismo y el consumismo salvajes de Dios le bendiga, Mr. Rosewater; el calentamiento global y la invasión china de Payasadas o el desastre financiero mundial de Galápagos (1985), por citar algunos ejemplos.
Es tiempo, pues, de recobrar la lucidez satírica de este visionario americano, compañero de viaje de Philip K. Dick, Walter Tevis, J. G. Ballard o Thomas Pynchon. Y, sin derramar lágrimas por un Vonnegut que sigue bien vivo y gozando de buena salud en el pasado, el presente y el futuro, recordar con él aquel viejo dicho tralfamadoriano que reza: "Y así continúa..." .