Vivian Gornick (Nueva York, 1935) aún se siente "impactada" por el inesperado y tardío éxito que han tenido sus libros en España y otros países de nuestro entorno en los últimos años. La periodista y escritora, una de las autoras y activistas más destacadas de la segunda ola feminista de Estados Unidos (la que se dio entre los años 60 y 80), tiene una explicación clara para este fenómeno: "El movimiento #MeToo ha sido lo que ha despertado a Europa en términos de feminismo y ha hecho que de repente me hayáis descubierto después de 30 años", explica entre risas y con un tono de cariñoso reproche.
A raíz de su trabajo como periodista en el semanario alternativo The Village Voice desde 1969, Gornick se integró en las filas del feminismo radical y fue una de sus principales voces. También publicaba en medios generalistas de prestigio como The New York Times o The Atlantic, con un estilo propio del Nuevo Periodismo en el que ella se situaba como observadora, y a la vez parte, en el centro de la acción.
Todo ello lo compaginó con su amor por los libros, convirtiéndose en crítica literaria y autora de ensayos sobre feminismo y obras de autoficción, género hoy de moda en el que ella es una de sus principales precursoras y exponentes, mezclando literatura y experiencia vital.
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En 2017, la editorial Sexto Piso inició la publicación de sus obras en España con Apegos feroces, su libro más popular, en el que narra sus paseos por Manhattan junto a su madre y durante los cuales ambas intercambian reflexiones vitales y recuerdan la infancia de la autora en el seno de una familia inmigrante judía y proletaria en un barrio humilde del Bronx.
Tras La mujer singular y la ciudad, Mirarse de frente y Cuentas pendientes; reflexiones de una lectora reincidente, la misma editorial publica ahora el último libro de Gornick, El fin de la novela de amor. Como anuncia su título, la autora argumenta en él, con ejemplos de la literatura anglosajona de los siglos XIX y XX, que el amor romántico ya no es un asunto central en la vida contemporánea y tampoco es el principal tema literario, como lo fue antaño.
"Ya nadie cree realmente que el amor romántico esté en el centro de la vida o que pueda actuar como una metáfora en la literatura"
Pregunta. En este libro analiza cómo ha evolucionado la representación del amor romántico en la literatura a lo largo de un siglo. ¿Cómo definiría esa evolución?
Respuesta. Hubo un tiempo en el que la idea de una gran pasión en el centro de una vida podía ser una buena metáfora para la literatura. Teníamos Ana Karenina, Madame Bovary, todas estas grandes novelas en las cuales la búsqueda del amor es central para lo que la novela trata de mostrar sobre la condición humana. Ha pasado mucho tiempo y hemos llegado a un sitio en el que siento que esa metáfora ya no funciona.
»Ya nadie cree realmente que el amor romántico esté en el centro de la vida o que pueda actuar como una metáfora en la literatura. Y eso es porque cuando creíamos en el amor, no teníamos experiencia real de él y por eso lo romantizábamos. Ahora que tenemos muchas experiencias no podemos romantizarlo ni hacerlo representativo de los dolores de la condición humana.
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Pregunta. Usted suele mezclar la crítica literaria con la crítica social y vuelve a hacerlo en este libro. ¿Cómo se le ocurrió que la literatura de ficción era un buen termómetro para medir esa evolución del amor romántico en nuestras sociedades?
Respuesta. Toda la gran literatura parte de experiencias vitales. Al preguntarme qué experiencias humanas han creado grandes obras literarias, me di cuenta de que el amor antes generaba grandes obras literarias, pero hoy solo puede generar libros buenos o no tan buenos. Ahora no hay ningún gran libro que tenga el amor romántico en el centro.
P. ¿Y cuál es entonces el gran tema de la literatura actual?
R. Es muy difícil, no puedo responder a esa pregunta.
P. En este libro reúne a autoras como Virginia Woolf, George Eliot, Edith Wharton, Grace Paley, Kate Chopin, y también autores masculinos como George Meredith, Raymond Carver, Richard Ford o Ernest Hemingway. ¿Cuáles son sus autores favoritos de todos los que menciona en el libro?
R. George Gissing es uno de mis grandes favoritos. Él describe mujeres liberadas o que luchan por liberarse, un tema muy importante para mí. También me gusta mucho George Eliot y su personaje llamado Gwendolen Harleth, que me resulta conmovedor. Pero me gustan todos los autores sobre los que escribo, no tengo un claro favorito.
P. ¿A quién recomendaría leer de los que hoy son menos conocidos?
R. George Meredith y, especialmente, su novela Diana of the Crossways, es un libro muy difícil, pero realmente merece el esfuerzo.
P. ¿Cree que el amor es siempre una forma de opresión, una atadura? ¿Es incompatible con la independencia?
R. No, no debería serlo. Es incompatible cuando piensas que es el centro de la vida, que es lo más importante. De lo contrario, por supuesto. Yo suelo decir que una buena vida es la que tiene trabajo y amor.
P. ¿Usted ha renunciado alguna vez al amor para conservar su independencia?
R. No. Lo que sí he dicho es que si tuviera que elegir entre el amor y la independencia, sería difícil para mí elegir el amor. Pero no, no he renunciado al amor.
P. Cuando usted habla de El despertar, de Kate Chopin, dice que su protagonista, Edna, ve con ojos carentes de sentimentalismo. ¿Usted se reconoce en esta afirmación? ¿Así es también mira el mundo así?
R. Sí. Eso creo, y es como quiero hacerlo.
P. Usted se convirtió en escritora con más de 30 años. ¿No tuvo vocación literaria antes de esa edad? ¿Cómo recuerda esos tiempos?
R. Estudié literatura inglesa en la universidad. Esperaba convertirme en profesora, pero tengo que decir que entonces tenía una vista poco clara de lo que me depararía el futuro. Era algo que nos preguntábamos mucho. Antes de dedicarme al periodismo y la literatura, no sabía qué hacer. Escribir siempre ha sido muy duro para mí, pero siempre supe que la literatura sería central en mi vida.
"Me impresiona cómo la mayoría de feministas jóvenes actuales se involucran también en todo tipo de movimientos de justicia social"
P. Usted formó parte de la segunda ola feminista. ¿Cuáles considera que fueron sus principales conquistas?
R. Conseguimos cambiar el mundo en buena medida, y pusimos en el centro de la realidad la ciudadanía de segunda de las mujeres a través de la historia y del mundo. Fuimos capaces de cambiar los sentimientos y pensamientos de mucha gente para que hombres y mujeres se traten mutuamente como criaturas compañeras. Esa es una larga, larga lucha, y el cambio social llega muy lentamente. Considerando eso, creo que hicimos un milagro, pero muchas partes del mundo permanecen como siempre fueron. Así que la lucha sigue y sigue y va paso a paso. Las feministas estadounidenses hicimos grandes progresos, y este despertar de Europa es muy positivo y prometedor de que los hombres y mujeres llegarán a tratarse como iguales.
P. ¿Cómo definiría la cuarta ola feminista de hoy?
R. Es muy diferente a la nuestra. Las hijas de internet trabajan de manera diferente y me impresiona cómo la mayoría de feministas jóvenes actuales se involucran también en todo tipo de movimientos de justicia social: inmigrantes, raza, clase trabajadora... Nosotras nos limitábamos a defender los derechos de las mujeres.
P. En algunos países democráticos estamos viendo retrocesos en los derechos de las mujeres. El ejemplo más claro es lo que está pasando en Estados Unidos con el aborto. ¿Qué reflexión hace de ello?
R. El camino que estábamos recorriendo se ha vuelto del revés y eso ha sido un golpe terrible. Por otra parte, el mundo entero desde Trump se ha convertido en un asunto terrible. Todo el mundo occidental se está volviendo más peligrosamente conservador, y Estados Unidos es uno de los peores casos. Pero hay que señalar que en Estados Unidos hay dos elementos en política: uno es Washington, la administración, el congreso y las cortes... Por la otra parte, tenemos la democracia de base, lo que sinigica que mucha gente de repente ha empezado a ser activista. Ahora hay una cantidad tremenda de activismo en Estados Unidos en favor del derecho al aborto, y creo en eso más que en nada.
P. ¿Cree que los logros feministas vendrán siempre en olas o llegará a ser una corriente continua?
R. Sí, debería ser un flujo continuo de logros, pero no, viene en olas, viene y va. Y cada vez son dos pasos para delante y uno para atrás. Eso si tenemos suerte. Si no, son dos para atrás. Creo que la igualdad entre hombres y mujeres causa más ansiedad en los seres humanos que cualquier otro asunto, incluyendo la raza. Realmente lo creo. El racismo es lo peor en términos de violencia, pero la mayor ansiedad se da entre los hombres y mujeres a causa del objetivo de conseguir una igualdad genuina en el mundo, y eso es lo que lo hace tan difícil de conseguir. Pero estoy asombrada de todo lo que hemos conseguido desde mi niñez hasta hoy. Ha sido una revolución.