Paul B. Preciado está convencido de que la crisis de la Covid-19, con sus derivadas políticas, económicas, sociales y culturales, señala “el principio del fin” de lo que él denomina “capitalismo petrosexorracial”, un modelo “patriarcal, colonial y fósil” a cuyas formas de gobierno y producción se oponen “las prácticas que abogan por una transición ecologista, feminista, queer, trans y antirracista”.
Esta hipótesis es la que está en la base de Dysphoria mundi, un libro recién publicado por Anagrama en el que Preciado no solo despliega todo su arsenal intelelectual/ideológico/filosófico sino que profundiza en otras dimensiones (la poética, la narrativa autoficcional…) para exponer sus planteamientos, una galería de recursos al servicio de la idea de la descomposición de los códigos de “la modernidad colonial”, de la fe en que “el capitalismo es un irrealismo” y de la llamada a una revolución que desmontará “las bases sensibles” del actual sistema: a saber, “destrucción del ecosistema, violencia sexual y racial, consumo de energías fósiles y carnivorismo industrial”.
Un alzamiento protagonizado por “el cuerpo político”, en el que la disforia se manifiesta “como resistencia a la normalización” y como “posibilidad de una mutación sistémica”. "Disforia de género desde la adolescencia" es lo que a Preciado, que nació en 1970 en Burgos con el nombre de Beatriz, le fue diagnosticado.
Dysphoria mundi es, en palabras de Ernesto Castro, que acompañó al autor en la presentación del libro en Madrid, el pasado martes en la librería Traficantes de Sueños (Ateneo La Maliciosa), “el mejor libro de filosofía [publicado, y no parece inocente, en una colección de narrativa] escrito en castellano en los últimos diez años”. Una obra de carácter torrencial, expansiva, mutante, palpitante (originalmente escrita en español, inglés y francés), que generaliza la noción de disforia para proponerla como zona de reivindicación (un espacio epistemológico y político) de nuevos modelos de relación y desarrollo en un momento en que “la soberanía de los Estados-nación se tambalea, incluso cuando las políticas de la frontera o de la represión militar o policial no dejan de aumentar”.
Con William S. Burroughs, Günther Anders, Derrida, Foucault, Deleuze y Guattari como principales compañeros de viaje, Preciado arremete contra las “tecnologías de gobierno” y de control del “capitalismo petrosexorracial”. Ya no estamos “en una relación de sumisión o de obediencia con el poder, sino de adicción”, un aspecto enfermizamente constitutivo de la subjetividad contemporánea.
Su empeño filosófico tiene como desafío primero “inventar un lenguaje fuera de la taxonomía binaria”, que es la propia de la “modernidad colonial”
En la presentación en Madrid, Preciado dejó no pocos titulares: de “No me siento español: me siento nómada, desnacionalizado” a “En una democracia como la nuestra, ciudadanos de pleno derecho no hay”. Fue muy crítico con las voces que desde el ámbito feminista atacan la Ley Trans (las TERF, a las que vincula con posiciones arzobispales) y aclaró que todo su empeño filosófico tiene como desafío primero “inventar un lenguaje fuera de la taxonomía binaria”, que es la propia de la “modernidad colonial” y la tradición “petrosexorracial y heterocolonial”.
Este es el lenguaje de Preciado, que admitió que lee pocas novelas pero sí algunas de ciencia ficción “como si fueran filosofía”. Y que, enemigo del binarismo, aboga por “la abolición de la inscripción de la masculinidad y la feminidad en los documentos administrativos”, que es una práctica “discriminatoria”. Dijo esto el día en el que celebraba seis años de la recepción de su nuevo documento de identidad, con el que empezaba administrativamente a llamarse Paul.
Esta demanda tiene que ver con el proyecto de “emancipación política” frente a las “tecnologías de gobierno” de la modernidad colonial, que son “tecnologías de la muerte y de la violencia”. Es posible, desde su punto de vista, “inventar colectivamente otras tecnologías del cuerpo”. Un proceso en el que lleva años trabajando, tanto desde la teoría como desde la práctica. Y es que “la revolución es posible, el cambio es posible, el goce es posible”.
Para ello, interpela “a los cuerpos vivos enfrentados a la violencia” que está en el núcleo “de la historia del colonialismo patriarcal en los últimos cinco siglos”. Esos cuerpos que habitan “la cuneta de lo humano”. Más titulares: “La feminidad no existe, la enfermedad mental no existe, la homosexualidad no existe, la heterosexualidad no existe, la transexualidad no existe”. Esto son “negaciones ontológicas”.
Frente a la “subjetividad estable de la modernidad colonial”, que es una “ficción”, el autor de Manifiesto contrasexual y también comisario de arte eleva “la capacidad de agenciamiento político” y “la función deseante”. Cuerpos vivos frente a la “necropolítica” de las “tecnologías de la muerte”.
Lo que Preciado hace, explorar “cuál es la relación entre los dispositivos de poder y la subjetivación”, es algo que hicieron “desde Platón hasta Foucault”, pero él se centra en “las transformaciones del poder” y los sistemas de control social “en el neoliberalismo contemporáneo”, buscando alianzas con otras “tecnologías disidentes” en el problemático y necesario “lugar de la disforia”.