Embaucadoras y seductoras, entre calderos, brebajes imposibles, varitas mágicas, sapos y culebras, las reconoceréis por su risa peculiar y su silueta al borde de la luna. En nuestro imaginario es posible que aún permanezcan con ropajes oscuros, sombrero de ala ancha y una escoba como complemento. Raro es el cuento que no tema a su sombra. Son la mala de Rapunzel, la malvada reina y madrastra de Blancanieves, la amenaza en Hansel y Gretel y hasta la popular Maléfica en La bella durmiente.
Pero además de estos tópicos de raíz medieval, también forman parte de nuestra mitología como seres inteligentes, desafiantes, independientes, libres y poderosos, capaces de despertar nuestros más dispares sentimientos.
Justas y perversas, las brujas fueron en su origen curanderas y mujeres cultas, muchas veces de tradición prerrománica o celta, conocedoras de los remedios de la naturaleza que fueron perseguidas durante siglos desde la Edad Media en las famosas cazas de brujas. En ellas más de 50.000 personas fueron ajusticiadas sólo Europa. Pero ahora han vuelto para reivindicarse.
“Las historias de brujas siempre se han caracterizado por resaltar la independencia feroz del personaje de la hechicera, así que no es ninguna sorpresa que el arquetipo de la bruja se haya popularizado de nuevo en una generación de mujeres que desea reivindicar su autonomía”, sostiene la escritora Shahrukh Husain en la introducción de El libro de las brujas.
Hija del príncipe Ahmed Husain y de Sabeeha Husain, esta escritora de origen pakistaní licenciada en la Escuela de Estudios Orientales y Africanos de la Universidad de Londres, donde reside actualmente, es una apasionada de la mitología y del folclore como prueba esta antología, publicada por Impedimenta en una preciosa edición que celebra todo un aquelarre de historias.
“Con esta selección de cuentos no tengo intención de romper los estereotipos más amenazadores de las brujas. Tampoco pretendo presentarlas desde un punto de vista favorable. Simplemente he elegido historias que me emocionan, me asustan o me hacen reír”, comparte.
Una tarea que le ha llevado por los diversos parajes del mundo para elaborar una selección de cuentos folclóricos de todas las culturas, aunque, tras años de trabajo, no ha sido capaz de trazar una imagen concreta sobre estos personajes. “La bruja desafía cualquier intento de definirlas y su figura sigue siendo tan misteriosa y enigmática como siempre”, aclara.
Tan antiguas como el mundo
Y es que, como cuenta Husain, desde el principio de los tiempos, las hechiceras “han formado parte de todas las culturas conocidas, ya fuera conjurando hechizos, curando a los heridos o jugando con las decisiones del destino”.
Seductoras, viejas y sabias, posesivas y enamoradas, guardianas de la naturaleza, magas, lloronas y chupasangres, hambrientas y astutas, el primer mito conocido, sostiene Husain, se encontró en una serie de tablillas sumerias y contiene “la historia de una bruja-diosa –severa, fría e implacable– que reinaba en el Inframundo”.
No obstante, advierte, “quizá las más conocidas en todas las culturas sean las brujas violentas. A menudo se las representa como horripilantes ancianas que se alimentan de humanos, sobre todo, de niños, y que beben la sangre de vivos y muertos”.
“Esta bruja caníbal –prosigue– se remonta a la antigüedad y se le atribuyen diversos orígenes. Por un lado, tiene conexión con los rituales de fertilidad de los pueblos primitivos del Mar del Sur, Nueva Zelanda y Australia, donde el canibalismo infantil simboliza el ciclo natural de la vida: plantar, recolectar y volver a sembrar”.
Mito o realidad, lo cierto es que durante la Edad Moderna, entre 1450 y 1750, miles de personas, principalmente mujeres, fueron acusadas de practicar brujería, un término que abarcaba desde el uso de la medicina natural hasta conductas sexuales y sociales rechazadas por la moral y la autoridad religiosa de la época. Eran, en general, mujeres valientes que desafiaron las normas sin temor a las consecuencias.
“Durante esos trescientos años de persecuciones y asesinatos de mujeres, los cazadores de brujas fueron alentados por los altos cargos de la Iglesia y la monarquía para que interrogaran y sentenciaran a las brujas con las excusas más triviales y extrañas imaginables —explica la autora en el prefacio del libro—. Entre treinta y cinco y cien mil personas fueron ejecutadas por ese motivo, entre las cuales al menos un 80% fueron mujeres.
En los juicios casi siempre se les acusaba de un apetito sexual desenfrenado, antinatural en las mujeres, de actos sexuales perversos con el diablo o de menoscabar la virilidad de los hombres”. Pero, alega, “a pesar de su indefensión y del peligro que corrían, estas mujeres no se callaban, contestaban, plantaban cara y desafiaban a las autoridades que les acusaban de usar magia negra”.
Las mil caras de las brujas
Difíciles de clasificar, en su antología no falta de nada. Todo lo que se pueda esperar de una bruja, está aquí. Así, cuentan en el relato ingles La boda de Sir Gawain: “Tenía la piel áspera y arrugada; los ojos hundidos y amoratados. La nariz, llena de verrugas, le goteaba, y la boca parecía un simple tajo en la cara, pues los labios se habían secado contra aquellos dientes amarillos y podridos”.
Pero como no todo es lo que parece, una de esas moralejas que aprendemos de los cuentos, también las hay hermosas, como las jóvenes que bailan en el cuento indio Indravati y las siete hermanas mientras tratan de seducir al príncipe, ocultando al fondo de sus largos vestidos y su “belleza inquietante y perturbadora” unos pies humanos colocados del revés.
Las hay acuáticas como la Nixe, de tradición húngara, o como la Muzayyara, de origen egipcio, una bruja “de hermosos cabellos largos hasta la rodilla” que tenía “un pecho de hierro, y del pezón salían llamas de fuego”, y benévolas como la que protagoniza Te quiero más que a la sal, una peculiar variante de Cenicienta, obra del escritor escocés Duncan Williamson.
“La bruja del bosque de esta historia –cuenta Husain en las notas del libro– es, sin duda, un ser benéfico. De hecho podría ser un modelo primitivo de lo que luego sería el hada madrina, popularizada por Perrault”. La historia, cuenta la vida de una joven princesa expulsada del palacio tras afirmar a su padre, el rey, que le quiere “sólo” más que a la sal y que termina acogida por una “inofensiva” anciana, capaz de hacer desaparecer toda la sal del reino para que el monarca valore lo perdido.
Hay cuentos de recompensas y subterfugios. Brujas justas, capaces de responder a la amabilidad de los hombres, un motivo que, recuerda Husain, aparece ya “en el primer mito conocido, en el que la diosa sumeria Ereshkigal, sincretizada en época grecolatina con Deméter, convierte a la diosa Inanna (diosa del amor y la belleza, una Afrodita) en un trozo de carne podrida ensartada en un gancho”.