Ginés Liébana ha muerto. Su voz se apagó el pasado sábado 31 de diciembre en un hospital de Madrid donde llevaba varios días ingresado por un empeoramiento de su salud. Tenía 101 años, era el último representante del grupo Cántico y fue joven hasta el final. El vitalismo creador era el rasgo más reconocible de un artista difícil de abarcar, de imaginación proteica, visionario, inventor de formas, fatigador de fantasías. La Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes y la Medalla de Andalucía figuran entre los reconocimientos oficiales que recibió (y que nunca le importaron mucho).
La longevidad no atenuó su inquietud creativa ni apagó su carácter jovial. Era una experiencia conocer a Liébana, por cuyo piso madrileño desfilaron destacables figuras de la cultura, la sociedad y la política españolas del último medio siglo (Antonio Gala, Francisco Umbral, Francisco Nieva, Lucía Bosé...). Nació en 1921 en Torredonjimeno (Jaén), pero de pequeño se trasladó a Córdoba, ciudad que ahora guarda dos días de luto por su muerte y donde, mientras empieza a desarrollar su vocación artística, establece una amistad de juventud con Pablo García Baena.
Años después, en la posguerra, serán los impulsores, junto a Ricardo Molina, Juan Bernier, Julio Aumente, Mario López y Miguel del Moral, de la revista Cántico, que ejerció en sus dos etapas (1947-1949 y 1954-1957) un papel revulsivo, oponiéndose a las poéticas oficiales con su reivindicación de la imagen y la metáfora, la sensualidad, el erotismo y la imaginación, la potencia transformadora del lenguaje, Góngora y la Generación del 27. En los años 70 serán los poetas novísimos los que señalen la importante labor de Cántico, cuyos miembros tuvieron muy diversas trayectorias vitales y creativas.
[Pablo García Baena: "El grupo Cántico devolvió a España la verdadera poesía"]
Liébana se dedica a viajar por distintos países, Brasil, Francia, Italia..., hasta que a finales de los 60 se establece en Madrid, donde desarrolla una incansable labor creativa, plástica y literaria, a partir de intuiciones que conectan con su infancia, con misterios e inquietudes de formulación muy personal, con pálpitos de la esencia andaluza que están entre lo atávico, lo lírico y lo onírico, todo ello en una clave lúdica de fertilidad formal, ironía, simbolismo y libertad. Inventa nuevos códigos para la representación del ángel, firma retratos magistrales y va nutriendo un inolvidable repertorio de imágenes fantásticas. También colaboró con diversas revistas.
En sus últimas décadas gana peso la creación literaria, poesía, narrativa y teatro, con títulos como La tarde es Paca, El festín de Maqueronte, Bestiamante, Bolso de piel de padre, La equis mística, Penumbrales de la Romeraca o La industria del deseo, marcados por un imaginario y una expresión absolamente personales.
De profesión, activo, enemigo de lo estable, Liébana ha protagonizado una aventura creativa al margen de estéticas mayoritarias, tendencias o modas. Una aventura que se parece a un vuelo hacia lo primario, a una inmersión en lo insólito, desmontando categorías y significados, en la única fe del lenguaje y la imaginación, siempre a un paso del delirio o del hallazgo. Celebratorio, imprevisible, alquímico, un género en sí mismo del que todavía hay mucho por descubrir.
Desansiedad
Desansiedad
Aunque no lo encharque la zarza
ni lo borre la ventisca en la primavera razonada,
el viento solar arrastra la lluvia sin techo.
Con la prisa de las duras palabras,
los maestros del sonido acuden al altillo.
Delante de ti, me cuesta respirar
y en lo intangible resuenan frutos de reconciliación.
El aura cae provista de lo necesario
para amueblar mi desgana
y el merecimiento desciende en los adminículos
que tiene el abandono.
Los indicios se embriagan
en la inventiva del placer que ofrece heridas
en pliegues de sorpresa.
(De La equis mística)
Componente arqueológico
Soy el remordimiento de la alegría.
El tahúr que copia a las sombras.
El cabeza de píldora
con vestuario de climaterio.
El brujo colocado.
El leproso de lujo.
El arquitecto del cementerio.
El maldito admitido
en la tercera página.
El arrepentido con faja social,
prestigiado por volver a la decencia primitiva,
en la Meditación Jerónima
con gabinete incorporado.
(De La tarde es Paca)