Lo que ha hecho Juan Manuel de Prada con Ana María Martínez Sagi es una cosa "fuera de lógica", como él mismo reconoce: invertir más de veinte años en una laboriosa investigación que culminó hace cuatro meses, con la publicación de El derecho a soñar, una monumental biografía de 1.700 páginas de esta "poetaza" que tuvo una vida de película, gozó de popularidad en los años 30 y después cayó en "el más absoluto olvido". De hecho, el escritor considera que él será recordado (o debería serlo) por esta biografía antes que por sus novelas.
Hija de la alta burguesía catalana, Martínez Sagi se comprometió desde muy joven con el feminismo y el anarquismo (hasta el punto de aparecer empuñando la pistola en algunas fotografías durante la guerra civil), lo cual provocó que su familia "renegara de ella absolutamente". También fue una pionera del deporte femenino, campeona de España de jabalina en 1931, y directiva del F. C. Barcelona, convirtiéndose en la primera mujer que ocupaba un cargo en un club de fútbol europeo importante.
Durante la guerra civil, Martínez Sagi fue "la única mujer española que hizo fotografías en el frente", explica De Prada. La autora marchó con la columna anarquista de Durruti hacia Aragón, y durante la contienda fue herida hasta en tres ocasiones. La última de ellas le cayó una bomba muy cerca y "quedó en coma y perdió la vista durante varios meses".
[Ana María Martínez Sagi, la 'nueva Eva' rescatada del olvido]
Cuando las tropas de Franco entraron en Cataluña, Martínez Sagi se exilió a París, donde colaboró con la resistencia francesa contra los nazis. Después se marchó a Estados Unidos, donde consiguió un puesto como profesora de español en la Universidad de Illinois.
El personaje "poseyó" a De Prada, aunque para él lo más valioso no son las anécdotas de su biografía, sino sus versos, "a la altura de los mejores poemas que se escribieron en esos años".
De Prada conoció personalmente a Martínez Sagi en sus últimos años, cuando llevaba varias décadas "enterrada en vida", y se propuso rescatarla del olvido. Ella le encomendó sus textos inéditos para que los publicase veinte años después de su muerte. "Yo asumí la obligación moral de cumplir con esa encomienda", afirma el escritor.
En el año 2000, De Prada contó en la novela Las esquinas del aire la vida de Martínez Sagi. O, mejor dicho, la que ella le había contado, una versión "edulcorada" y "plenamente luminosa". En los años posteriores, gracias a sus esfuerzos detectivescos en numerosos archivos de varios países, el escritor descubrió que contenía también "muchas sombras".
Obra fundamental
En 2019, el autor compiló y prologó la mejor poesía de Martínez Sagi en La voz sola, un volumen editado por la Fundación Banco Santander en su colección 'Cuadernos de Obra Fundamental'. La labor de recuperación de esta escritora, injustamente olvidada durante siete décadas, queda rematada ahora por un segundo volumen de la misma colección, que recoge dos obras memorialísticas e inéditas, Donde viven las almas y Andanzas de la memoria.
En estos textos en prosa conocemos su lado más íntimo y sus amores "prohibidos" en un tiempo en el que el lesbianismo era un completo tabú. Como complemento al libro, la fundación ofrece en su web, así como en Spotify, podcasts con fragmentos dramatizados del libro, así como una entrevista a Juan Manuel de Prada, que ha vuelto a ejercer como editor y prologuista de la obra.
Casi todos los poemas de Martínez Sagi beben de un amor perdido, el idilio que tuvo en Mallorca en 1932 con Elizabeth Mulder, otra escritora de su misma generación, a la que elevó a la categoría de diosa. "Ella misma se considera en algún momento como una polilla que arde en la luz de Mulder". Después tuvo otras historias de amor, tanto con hombres como con mujeres, pero su poesía se quedó anclada en aquel primer amor.
Aquel romance vuelve a aparecer en Donde viven las almas, "una obra muy intensamente lírica, donde la cuestión del amor lésbico se trata sin groserías pero sin ningún tipo de rebozo, con un tratamiento preciosista muy tributario del modernismo".
La segunda obra, Andanzas de la memoria, es un híbrido entre las memorias y el libro de viajes. "Son recuerdos de su vida ligados a los distintos paisajes por los que se movió, que fueron muchos", explica De Prada. Así, hay episodios de su infancia, de su vida en el París ocupado, de la época que pasó en la Provenza, cultivando plantas aromáticas para la industria perfumera, sus viajes por Europa como profesora y también por placer, así como viñetas de su vida en Estados Unidos, que coincidió con los años de "mayor esplendor" del país, y de su experiencia como profesora en la Universidad de Illinois.
En estos fragmentos "muestra su perplejidad ante la cultura estadounidense". Refleja sus "aspectos positivos y amables", pero también cosas negativas que le llaman la atención. En este sentido, "hace una crítica terrible de los niños mimados: que se les deje pegar gritos y revolverlo todo. Le parece algo inverosímil, y dice que eso traerá mucho daño a la sociedad futura porque esos niños serán personas inmaduras sin la capacidad para afrontar los problemas adultos, que van a ser carne de psiquiatra. Es un pasaje terriblemente profético".
También da una visión muy pesimista de la "degeneración" de los estudios universitarios. "Se da cuenta de que los chavales de las universidades americanas son analfabetos funcionales con un nivel bajísimo". Según De Prada, es algo que después se extendió a Europa y opina que las universidades europeas de hoy "son peores que las americanas de los sesenta".
El trauma y la hija inventada
Como cuenta De Prada en su biografía de Martínez Sagi, uno de los mayores anhelos de la poeta fue ser madre. En Francia se casó con un hombre del que descubriría poco después que ya estaba casado y tenía tres hijos a los que había abandonado. "Esto es algo que la destruye total y absolutamente, porque ella tenía un gran amor a la infancia", explica De Prada, que incluso cree que a raíz de aquello Martínez Sagi "llegó a desarrollar un trastorno mental".
Este trastorno explicaría por qué la autora se inventó que tenía una hija. "De todas las mentiras que me contó o de todas las verdades que no me reveló, esta es la más impactante", opina el autor de El castillo de diamante. Cuando en 1969 Martínez Sagi publica su libro Laberinto de presencias, "un libro maravilloso" que comprende toda la poesía que escribió durante su largo exilio, se lo dedicó a su hija. "Leída en clave, se nota que esa dedicatoria es a una hija soñada, una hija que es fruto de un dolor muy grande que la traspasa completamente".
Retorno a España y desilusión
Martínez Sagi no regresaría definitivamente a España hasta 1978, aunque realizó viajes esporádicos a nuestro país desde 1969, año en el que el dictador decretó un indulto que eliminó las posibles "responsabilidades penales" relacionadas con la contienda.
A su vuelta, la autora se encontró sin ningún arraigo: su familia había renegado de ella y sus amigos de los años 30 habían acabado integrándose en la sociedad franquista, aunque solo fuera por una cuestión de mera supervivencia, de modo que prefirieron "mantenerse alejados" de ella.
Fue entonces cuando Martínez Sagi "intentó hacer buenas migas con la joven generación antifranquista de los setenta", y especialmente en los círculos literarios a los que pertenecían editores como Carlos Barral y José María Castellet, "pero se lleva una gran desilusión", afirma De Prada. A raíz de aquello escribió "unos poemas feroces contra esta generación", a cuyos miembros los acusa de ser "antifranquistas de gin-tonic", unos "niños burgueses que se han hecho antifranquistas porque necesitan hacer el aspaviento rebelde", explica el escritor. "Son poemas demoledores que, leídos hoy, son de una clarividencia acojonante".
Después de casi cuarenta años en los que su obra había caído en el olvido, y sin lograr que le publicaran a su vuelta a España, llegó un momento en el que Martínez Sagi "tiró la toalla y tomó la decisión drástica de enterrarse en vida". Eligió el pueblo de Moià, donde no tenía ningún lazo, y se fue a vivir allí. No contaba con que un joven Juan Manuel de Prada, obsesionado con ella desde que la descubrió en un libro de entrevistas de César González Ruano, llamaría a su puerta y se encargaría de devolverle el lugar que merecía en la historia de la literatura española del siglo XX.