Seis meses después de haber sido apuñalado por un fanático musulmán, el escritor Salman Rushdie vuelve a las librerías. Este martes se publica de forma simultánea en todo el mundo Ciudad Victoria (Random House), la novela número quince del autor que toma la forma de una traducción de una epopeya mítica escrita originalmente en sánscrito sobre el Imperio vijayanagara, que gobernó gran parte del extremo sur del subcontinente indio en el siglo XIV.
Rushdie fue apuñalado repetidamente el pasado agosto por un hombre de 24 años llamado Hadi Matar mientras pronunciaba una conferencia en Nueva York. El radical se abalanzó sobre el escritor británico de origen indio cuando estaba en el escenario y le atacó con un cuchillo. El autor de Los versos satánicos, amenazado de muerte por el régimen iraní precisamente desde la publicación de ese libro en 1988, quedó ciego del ojo derecho y su mano izquierda resultó gravemente herida.
El novelista ha confesado en su primera entrevista desde el intento de asesinato que se siente incapaz de volver a crear una ficción. "Tengo eso que se llama trastorno de estrés postraumático. Estoy teniendo muchas, muchas dificultades para escribir. Me siento a escribir, y no sucede nada. Escribo, pero es una combinación de vacuidad y desechos, cosas que escribo y borro al día siguiente", ha confesado en una conversación con el periodista David Remnick publicada en The New Yorker.
Rushdie también ha confesado que desde el ataque sufre pesadillas y que la sensación de estar sentado a la espera de la inspiración le parece "deprimente", aunque gracias al terapista con el que ya se trataba desde antes del atentado tiene muy claro que no piensa "adoptar el papel de víctima". Las más de diez puñaladas que el atacante le propinó han dejado además casi inutilizada su mano izquierda -tiene el nervio cubital muy dañado y ha perdido la sensibilidad en dos dedos y parte de la palma-. Todo ello le impide teclear, y en cuanto a hacerlo a mano, ha reconocido que escribe "con más lentitud".
El escritor pasó seis semanas recuperándose en un hospital y todavía tiene que cumplir con revisiones médicas regulares. Ha perdido veinte kilos y ha revelado que ahora tiene un movimiento involuntario en un labio que no le impide "hablar con tanta elocuencia como siempre". "Siempre he pensado que mis libros son más interesantes que mi vida", ha confesado en la entrevista. "Desafortunadamente, el mundo parece no estar de acuerdo". En cualquier caso, ha asegurado sentirse "afortunado" por seguir con vida: "Mi principal sentimiento, el más abrumador, es la gratitud".
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En cuanto a su seguridad, Rushdie, que prácticamente renunció a ella tras mudarse a Nueva York hace casi dos décadas, ahora admite que tendrá que reflexionar sobre ello. Por el momento, y tras las primeras seis semanas de hospitalización, ha vivido recluido en su propia casa, con la única salvedad de las frecuentes visitas a distintos médicos. "He sufrido pesadillas, que tienden a disminuir. Estoy bien, soy capaz de levantarme y caminar. Cuando digo que estoy bien, quiero decir que hay partes de mi cuerpo que necesitan controles constantes. Fue un ataque colosal", ha descrito.
Rushdie ha dejado de lado un proyecto que tenía en una próxima novela inspirada al mismo tiempo en Franz Kafka y Thomas Mann, y si bien en un primer momento le "irritaba" la idea de escribir sobre el atentado mismo, ahora no lo descarta, y piensa que debería ser una historia escrita en primera persona.
El juicio contra su atacante Hadi Matar comenzará previsiblemente el año próximo. Se arriesga a una pena de 25 años de cárcel por intento de asesinato en segundo grado, más otros siete años por apuñalar a Henry Reese, otro escritor que trató de impedirle su ataque a Rushdie (y probablemente le salvó así la vida). El autor de Los versos satánicos ha reconocido que "todo lo que he visto es su entrevista estúpida en el New York Post [en referencia a una charla que concedió desde la cárcel poco después del apuñalamiento]. Es lo que solo un idiota haría. Solo lo culpo a él".
Rushdie también ha explicado que sus hijos mayores, Zafar y Milan, que viven en Londres, y su esposa, la poeta y novelista Rachel Eliza Griffiths, lo han ayudado inmensamente en su recuperación física y mental. Su esposa, en concreto, ha estado lidiando con los médicos y las enfermeras que lo tratan, así como con los funcionarios encargados de hacer cumplir la ley que intentan llevar a su posible asesino ante la justicia. "Ella se hizo cargo en un momento en que yo estaba indefenso", ha afirmado. "Simplemente se hizo cargo de todo, además de tener la carga emocional de que casi me matan".