¿Qué libro está leyendo estos días?

El espejo mágico, de Jean Frémon. Formidable.

¿Qué le hace abandonar la lectura de un libro?

El libro mismo.

¿Con qué personaje le gustaría tomarse un café mañana?

Con Ada, la protagonista de Ada o el ardor, de Nabokov.

¿Recuerda el primer libro que leyó?

No.

¿Cuáles son sus hábitos de lectura? ¿Es de tableta, de papel, lee por la mañana, por la noche...?

De papel. A cualquier hora.

Cuéntenos una experiencia cultural que cambió su manera de ver la vida.

Han sido varias. Y no sólo experiencias culturales.

¿No es algo pronto para publicar su poesía completa?

Es una vieja fórmula editorial para la obra recopilada. Antonio Machado, por ejemplo, publicó la primera edición de sus Poesías completas en 1917. Tenía cuarenta

y dos años.

¿Qué rasgos esenciales le definen como poeta, o, dicho de otra forma, cómo describiría en tres líneas su poética?

No sé. Más que rasgos, tránsitos. Por decirlo con un verso: todo está escrito “en el filo final de cuerpo y tiempo”.

¿Cuál, de todos sus libros, recomienda al lector inquieto que no le conoce aún?

Prefiero que sea el lector el que haga su elección de manera intuitiva.

¿En qué tradición poética se inserta su obra, y quiénes son sus maestros?

La tradición de la “imaginación meditativa”. ¿Maestros? Me gustaría no ser del todo indigno de Dante, Luis de Góngora, William Wordsworth, Giacomo Leopardi.

¿Cuáles son hoy los problemas de un poeta en España? ¿Sigue siendo verdad lo de “A la minoría siempre”?

El problema esencial es el del lenguaje, que no se limita a “reproducir” lo real. No sé si sigue siendo válido el lema de Juan Ramón Jiménez. Lo que entristece, por no decir otra cosa, es ver a quien, en vez de aspirar a escribir poesía, busca como sea convertirse en “superventas”.

¿Entiende, le emociona el arte contemporáneo?

No todo. Algunas propuestas postduchampianas, hijas de la “muerte del arte”, me parecen estériles. Me entusiasman, en cambio, los grandes herederos de la modernidad: Gerhard Richter, Anselm Kiefer, Cristina Iglesias.

¿De qué artista le gustaría tener una obra en casa?

De éstos, o de Imi Knoebel, o de Etel Adnan.

¿Qué película ha visto más veces, y qué la hace tan especial?

Gertrud, de Carl Dreyer. Su sobriedad es sobrecogedora. Una “sobriedad sacra”, diría Hölderlin.

¿Qué música escucha en casa?

Clásica. Y también Keith Jarrett.

¿Se ha enganchado a alguna serie de televisión? ¿A cuál y por qué?

Sí. En mi recuerdo, ninguna tan bella e intensa como La Eneida de la RAI, emitida hace muchos años.

¿Le importa la crítica? ¿Le sirve para algo?

Solamente cuando se trata de verdadera crítica. El problema es que escasea entre nosotros.

¿Le gusta España? Denos sus razones.

Me gusta la España que ha dado a Juan de la Cruz, Tomás Luis de Victoria, Diego Velázquez, Benito Pérez Galdós, Santiago Ramón y Cajal, Antoni Tàpies... Y no me gusta en absoluto la de Torquemada, la de Franco, la del nacionalismo rampante.

Proponga una medida para mejorar nuestra situación cultural.

Menos “leyes de educación” y más educación efectiva. Ocho leyes educativas en cuarenta años de democracia dan idea de la calidad de nuestros políticos. Pero también ha de haber un trabajo individual. Una filósofa norteamericana ha dicho hace poco que se ha perdido o está a punto de perderse el arte de leer despacio o de estudiar con cuidado una pintura.