El escritor John Banville (Wexford, Irlanda, 1945) se encuentra feliz de volver a España. “Tengo mejor reputación aquí que en Irlanda”, asegura, y antes de comenzar la entrevista por su nueva novela, Las singularidades (Alfaguara), relata la anécdota de unos españoles residentes en Dublín que lo reconocieron cuando volvía a su casa, situada en un pequeño municipio a las afueras de la capital. “Nadie más en el pueblo sabe quién soy”, sentencia.
Fue en nuestro país donde recibió en 2014 uno de los reconocimientos más prestigiosos de su carrera: el Premio Princesa de Asturias de las Letras. Aunque no es el único. En 2011 le concedieron el prestigioso Premio Franz Kafka, a menudo considerado como la antesala del Premio Nobel, y en 2005 el Premio Man Booker con El mar. Años después, volvió a ser finalista de este último con El libro de las pruebas (Alfaguara, 2014), que compone junto a Fantasmas y Athena la Trilogía de Freddie Montgomery (Alfaguara, 2020).
El personaje de Montgomery vuelve a protagonizar su nuevo libro, aunque este tiene una proyección mucho más ambiciosa. Su gusto por la novela negra está acreditado por todas las obras que escribió con el seudónimo de Benjamin Black, que “ya no existe en el mundo angloparlante”, recuerda. “Solo vive aquí porque los gánsteres y los malos siempre se jubilan en España”, añade. El atributo noir, decíamos, está recogido en la trama principal: Montgomery sale de prisión después de “8.994 días, 13 horas y 27 minutos” y regresa al lugar donde cometió un crimen.
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Pero el estupor ante la vida de afuera, “el centro del caos”, va texturizándose en una honda reflexión acerca de la imprevisibilidad del mundo, la ciencia, el conflicto espacio-tiempo… Los multiversos, que son una inquietud para el autor, constituyen el pretexto para conectar un buen puñado de referencias y personajes aparecidos en su obra precedente. Hay quien puede pensar, si aún no ha leído a Banville, que esas temáticas podrían resultarle tediosas, pero en su literatura la erudición nunca es incompatible con el desenfado.
En la entrevista también se muestra dicharachero. Relata anécdotas, sonríe, gasta bromas, esgrime pensamientos espontáneos... “Mientras hablamos, quizás hay alguien en cualquier lugar escribiendo una obra maestra”, desliza el autor en algún momento de la conversación. Sabíamos que en las entrevistas no le gusta desvelar nada de sus novelas, pero aun así no nos lo puso fácil. Nunca pierde, sin embargo, el sentido del humor. “Debería haber vivido más y escrito menos”, dice antes de responder a la primera pregunta.
Pregunta. ¿Es Las singularidades su último libro?
Respuesta. Es mi último libro de este tipo. Tardé mucho en escribirlo y es una especie de declaración final, por eso las últimas palabras son “punto final”.
P. ¿Es su novela más autorreferencial con su propia obra?
R. Todos mis libros están conectados. A veces pienso que solo he escrito un libro y muchas versiones del mismo. Soy yo y no puedo ser otro, aunque cuando escribí los libros de Raymond Chandler [Bajo el seudónimo de Benjamin Black, resucitó al personaje de Philip Marlowe en La rubia de ojos negros] y Henry James [se instala en la piel del autor en La señora Osmond], no los escribía yo. Era una experiencia extracorpórea, yo no estaba ahí. Algunas veces veía mi mano escribiendo y sentía que podía irme, tomar algo y al volver encontrarme que se había escrito otra página cuando yo estaba ausente.
>>De alguna manera, siempre me ocurre esto cuando escribo ficción. No sé quién es, en realidad, el que escribió este libro. Cuando me levanto por la mañana y he tenido unos sueños muy vivos, me pregunto de dónde han venido todos esos personajes de mis sueños. Escribir una novela es una manera de controlar esos sueños.
P. ¿Qué supone Las singularidades en el conjunto de su obra?
R. Simplemente no sería capaz de volver a escribir otro libro así. Tardé 5 o 6 años y tengo 77. Si empezara otra ahora, cuando llegue al final estaré gagá (risas).
P. En términos morales, ¿qué le presta John Banville al personaje de Freddie Montgomery, además del gusto por la suplantación de identidad?
R. Una obra de arte no tiene moralidad. Los artistas somos inmorales. Lo único que quiere un artista es hacer la obra de arte. Como artista, no tengo opiniones, ni ética, ni moral, ni fidelidades, ni amor. Cambiaría a mis hijos por un buen párrafo.
"No tengo mensajes para el mundo, todo lo que hago es una obra de arte"
P. A su manera, Freddie intenta reintegrarse en una sociedad con la que no convive hace más de 20 años. ¿Usted cree en la reinserción?
R. No tengo ni idea, no es problema mío.
P. ¿Pero puede uno redimirse del pasado o es algo que le perseguirá siempre?
R. Quién sabe lo que pasa dentro de la mente de un asesino, pero no se puede deshacer el pasado. Cuando me enamoré de una mujer y los dos sabíamos que aquella relación no podía llegar a ninguna parte, le dije: “El tiempo que hemos estado juntos, yo te he querido”. Eso no se podía desdecir.
P. ¿Por qué ha decidido que el narrador, ese "diosecillo", tenga tanto contorno o tanta presencia? A menudo se persona para esgrimir algún apunte que excede las supuestas limitaciones del narrador omnisciente. ¿Quería participar, de alguna forma, en la historia?
R. Estoy en todas partes y a la vez en ninguna. Como artista, no tengo opiniones. Kafka dice que “un artista no tiene nada que decir”. Yo tampoco. No tengo mensajes para el mundo, todo lo que hago es una obra de arte, que es la que dice al lector: “Mira, esto es lo que un hombre vio en su corta vida”. Quizás yo tengo algún testimonio que dar, pero no tengo nada que decir.
P. Lo que sí tiene es preguntas, porque hay reflexiones con respecto a la condición humana de muchísimo calado.
R. Sí, pero no son mías. No soy yo el que habla, esto es un mundo inventado.
P. Veamos si así lo consigo… ¿Quizás es porque la escritura no es suficiente para comprender al ser humano y a esto se debe su interés por la ciencia?
R. Sé lo que estás intentando que diga, pero no tengo opiniones (risas). Yo diría que el artista es como un abogado defensor en un juicio: presenta las pruebas, estos son los hechos, esto es lo que sabemos… y la ironía es que están presentadas como una ficción.
"El objetivo del artista es ser totalmente impersonal"
P. Usted siempre ha concebido su escritura como un juego.
R. Sí, los artistas jugamos como niños. Los niños hacen las cosas más maravillosas. Recuerdo que, cuando era joven, una niña prodigio francesa escribía poemas a los 9 o 10 años. Cuando le preguntaron a Jean Cocteau por esta niña, dijo que todos los niños tienen un genio dentro menos ella. Lo que quería decir es que esta niña estaba muy preocupada por sí misma y era muy consciente de lo que estaba haciendo. También un ensayo del siglo XVIII sobre el teatro de marionetas cuenta la historia de un joven bailarín en la Antigua Grecia. Un día se mira a sí misma en un espejo y ha perdido su don. El objetivo del artista es ser totalmente impersonal.
P. “El destino del escritor es el fracaso cotidiano”, dijo en la última entrevista con El Cultural. ¿Pero usted se siente un fracasado?
R. Por supuesto que sí. Todas las obras de arte son un fracaso porque cualquier artista busca la perfección, pero la perfección no está al alcance de los seres humanos. Lo que cuenta es la calidad del fracaso.
P. Si alguna vez ganara el Nobel, ¿seguiría siendo un fracaso?
R. Por supuesto. Perdona, pero es que esto explica el malentendido sobre lo que significa ser un artista. Si Dios viniera a la Tierra para convocarte para llevarte al cielo, tampoco sería perfecto. Si me influyera un premio, sería un artista muy pobre.
P. ¿Recibir premios tampoco le gusta?
R. Sí, porque los artistas somos igual que los niños, nos encantan los premios.
P. Así que los acepta…
R. Claro. Nací un 8 de diciembre, por lo que los regalos del cumpleaños y de la Navidad estaban muy cerca. Nunca se lo perdonaré a mis padres (risas).
P. O sea que sí le gustan reconocimientos.
R. No.
P. ¿Entonces?
R. Me gustaría que me dieran premios de manera anónima.
P. ¿No saber quién se los ha dado?
R. No. Que no pudieran decir que soy yo quien los recibe. Que la gente del Premio Nobel me dé el dinero y no anuncien que yo soy el ganador.
"Me gustaría que la gente del Premio Nobel me diera el dinero y no anunciaran que yo soy el ganador"
P. ¿Ha pasado suficiente tiempo como para hacer balance del Brexit?
R. Eso sí que es un cambio de tercio. Puedes preguntar esto al fontanero, al cirujano… Como escritor, no tengo opiniones. Si me preguntas como ciudadano, te diría que el Brexit es un desastre absoluto, pero eso no tiene nada que ver conmigo como artista. Después de presenciar Pearl Harbor, Stravinski dijo: “¿Y ahora dónde me voy a vivir?”. A los artistas no nos importa nada, excepto terminar una obra para pasar lo antes posible a la siguiente.
P. A propósito, ¿qué hay de su oficio ahora?
R. Soy viejo, así que decir que ahora voy a renacer… (risas) Pero sí, estoy intentando crear algo nuevo.