Las obras del célebre escritor británico de cuentos infantiles Roald Dahl (Cardiff, 1916-Londres, 1990), autor de clásicos como Matilda y Charlie y la fábrica de chocolate, han pasado por el quirófano de la corrección política y el lenguaje inclusivo para eliminar las palabras consideradas “ofensivas” en la actualidad.
Términos como “gordo” o “fea” han sido extirpados en las nuevas ediciones de la editorial británica Puffin Books (sello infantil de Penguin), que ha contratado a lectores “sensibles” para reescribir fragmentos de los textos y adaptar el lenguaje de Dahl a los estándares de corrección actuales. El objetivo, según la editorial, es que esos libros “puedan seguir siendo disfrutados por todos hoy”, informa The Telegraph.
En total se han practicado cientos de cambios. Augustus Gloop, el niño goloso de Charlie y la fábrica de chocolate, ya no es gordo, sino enorme. Y los ayudantes de la fábrica ya no son “hombres pequeños”, sino “personas pequeñas”, sin especificar el género.
Más cambios: la señora Twit (del libro The Twits, traducido en España como Los cretinos) ya no es “terriblemente fea”, aunque ese era su principal atributo, como reflejo exterior de su podredumbre moral. De hecho, el autor dice que la mujer no fue siempre fea, sino que se fue haciendo fea con los años por culpa de sus “feos pensamientos”. Bajo el retrato del personaje dibujado por Quentin Blake, ilustrador habitual de las obras de Dahl, este se ensaña con la descripción de la señora Twit: “¿Has visto alguna vez una mujer con una cara más fea que esta? Lo dudo”. A partir de ahora, la señora Twit será “bestial”, pero no “fea”.
En algunos casos se han añadido nuevas frases. En Las brujas, Dahl decía que estas eran calvas y llevaban peluca. Justo después se ha añadido una aclaración, diciendo que “hay muchos motivos por los que una mujer puede llevar peluca y no hay nada de malo en ello”. También se han eliminado palabras como “loco” o “demente”, con el objetivo de mostrar un mayor respeto hacia los problemas de salud mental.
Los cambios no se limitan a sustituir palabras supuestamente ofensivas, sino que también insertan variaciones argumentales. Por ejemplo, Matilda, uno de los personajes más emblemáticos de Dahl, ya no leerá a Rudyard Kipling, sino a Jane Austen, y los tres hijos del personaje Mr. Fox (de Fantastic Mr. Fox, traducido en España como El superzorro) ahora son hijas.
Para llevar a cabo los cambios en los textos de Dahl, Puffin Books y Roald Dahl Story Company (la empresa que gestiona los derechos de autor del escritor), han contado con Inclusive Minds, un colectivo que se define como “apasionado por la inclusión y la accesibilidad en la literatura infantil”. Según The Guardian, la cofundadora de Inclusive Minds, Alexandra Strick, afirma que su objetivo es “asegurar la auténtica representación, trabajando estrechamente con el mundo del libro y con aquellos que han vivido la experiencia de cualquier faceta de la diversidad”.
Críticas a los cambios
La reescritura de las obras de Dahl ha sido muy criticada dentro y fuera del Reino Unido. Suzanne Nossel, directora de PEN America, asociación dedicada a defender la libertad de expresión en la literatura, ha afirmado en Twitter que la organización está “alarmada por las noticias de ‘cientos de cambios’ en las veneradas obras de Roald Dahl en un supuesto esfuerzo por limpiar los libros de lo que podría ofender a alguien”. Y añade: “En medio de feroces batallas contra la prohibición de libros y las restricciones sobre lo que se puede enseñar y leer, la edición selectiva para hacer que las obras literarias se ajusten a sensibilidades particulares podría representar una nueva y peligrosa arma. Quienes aprueban las ediciones específicas de la obra de Dahl deberían considerar cómo se podría usar el poder de reescribir libros en manos de quienes no comparten sus valores y sensibilidades”.
Al mismo tiempo, Nossel comprende “el impulso de querer asegurarse de que grandes obras de la literatura infantil no alienen a los niños ni fomenten estereotipos”, pero argumenta que “el problema de tomarse la licencia de reeditar obras clásicas es que no hay un principio limitador. Comienzas queriendo reemplazar una palabra aquí y una palabra allá, y terminas insertando ideas completamente nuevas (como se ha hecho con el trabajo de Dahl)”.
Salman Rushdie, que en su día fue presidente de PEN America y sufrió el año pasado un brutal ataque como consecuencia de las amenazas que pesan sobre él desde que publicó Los versos satánicos en 1989, tampoco ve con buenos ojos la reescritura de las obras de Dahl. “Roald Dahl no era un ángel, pero esto es una censura absurda. Puffin Books y los herederos de Dahl deberían avergonzarse”, ha opinado en Twitter.