Hará bien el lector en atender al título y subtítulo de esta excelente obra para no llamarse a engaño creyendo, por el retrato que ocupa toda su portada, que está, sin más, ante una biografía de Alfonso XIII. El rey patriota titula con acierto el autor y, por si quedara alguna duda, el subtítulo precisa: Alfonso XIII y la nación. El volumen recorre todo el itinerario vital del monarca y, en este sentido, se puede hablar obviamente de biografía –o biografía política, para ser precisos– pero lo que aquí se plantea no es tanto un examen del soberano como ser individual cuanto un análisis de la Corona como expresión suprema de la identidad nacional.
El autor indaga sobre todo en la función simbólica que desempeñó el monarca en el proceso de nacionalización que vivió el país durante el primer tercio del siglo XX y en las implicaciones de su identificación con una determinada concepción de España.
Quien haya seguido la brillante trayectoria de Javier Moreno Luzón (Hellín, 1967) constatará con facilidad que las premisas apuntadas se inscriben en su preocupación intelectual y en la investigación historiográfica que le ha ocupado en las últimas décadas. Aunque se pueda discrepar de algunos de sus planteamientos en un tema tan sensible como este, debe reconocerse la solidez y coherencia de su carrera desde los ya lejanos tiempos en que se centró en la figura de Romanones y el caciquismo de la Restauración hasta los más recientes, dedicados al estudio de la nación y sus símbolos, el nacionalismo y las conmemoraciones nacionales.
De hecho, su última publicación, Centenariomanía (Marcial Pons, 2021) presentaba ya muchas de las ideas y planteamientos que desarrolla más extensamente en este volumen.
La obra se abre con la agonía del rey en el exilio, esperando el manto de la Virgen del Pilar (una estampa de fuerte contenido simbólico por las circunstancias que rodean el óbito), pero el conjunto de los capítulos que siguen a esa introducción mantienen un estricto orden cronológico, desde su acceso al trono el 17 de mayo de 1902, en un país aún no repuesto del trauma del 98, hasta la proclamación de la República el 14 de abril de 1931, su salida de España y su exilio en Roma, ciudad en la que fallecería el 28 de febrero de 1941.
Su carácter, subraya Moreno, era voluble y su comportamiento arbitrario (borboneo)
El recorrido, de largo aliento –el texto supera con largueza las quinientas páginas– se articula en 18 densos capítulos, más un epílogo que hace de recapitulación. Moreno disecciona la política de la época privilegiando la vertiente antedicha de formación de una conciencia nacional, en la que el rey adopta desde el principio un papel muy activo. Tanto que, en un primer momento, su figura adquiere el aura de hombre providencial y salvador de la patria.
Aunque no hubo tal, al principio en diversos sectores políticos quiso verse la figura del joven monarca como prototipo de dirigente que el país necesitaba, un revulsivo de sus males seculares o la palanca regeneradora del sistema político. Pero su carácter, subraya Moreno, era voluble y su comportamiento imprudente y atolondrado, cuando no arbitrario (borboneo).
Las esperanzas se fueron disipando en un panorama nacional convulso y un contexto internacional complicado. La Gran Guerra del 14 y la revolución soviética del 17 tendrán un fuerte impacto en nuestro país y supondrán una inflexión en el talante real, cada vez más inclinado a posiciones conservadoras, hasta ligar su suerte con la alternativa militarista de Primo de Rivera.
El vaticinio se cumplió: la caída de la Dictadura arrastró a la monarquía. Moreno procura hacer un retrato político distanciado del monarca dando cabida a matices y claroscuros, aunque su balance de conjunto del reinado ofrece muchas más sombras que luces.