El escritor chileno Jorge Edwards, Premio Cervantes 1999 y protagonista de buena parte de la escena literaria y política latinoamericana del siglo XX, ha muerto a los 91 años este viernes en Madrid, según ha confirmado su hijo. Fue ayudante, biógrafo y amigo del gran poeta chileno Pablo Neruda; y autor de numerosas novelas, cuentos y ensayos entre las que destacan El peso de la noche, La mujer imaginaria, El origen del mundo, Gente de la ciudad o Las máscaras.
Edwards (Santiago de Chile, 1931) era una de las figuras más importantes de la literatura actual en lengua española. Cursó estudios en el colegio de San Ignacio de Santiago, donde fue alumno del padre Hurtado, santo chileno canonizado en 2005, y más tarde se licenció en Derecho y Filosofía en la Universidad de Chile y en la de Princeton. Entre 1957 y 1973, ocupó diversos cargos diplomáticos en América Latina y Europa. En 1971 fue nombrado responsable de negocios de la embajada chilena en Cuba durante el mandato de Salvador Allende en su país.
Solo dos años después publicaría sus experiencias políticas en un libro titulado Persona non grata, que resultó ser una crítica social de la vida en Cuba, por lo que fue expulsado de la isla por el régimen de Castro. A su regreso, lo enviaron a París como secretario de la embajada, visitó la casa de André Breton y estrechó los lazos con Neruda, que entonces vivía en la ciudad del Sena. Por si fuera poco, se vio obligado a exiliarse en España tras el golpe de Estado de Augusto Pinochet en su país.
[Jorge Edwards: "Soy un testimonio vivo de cosas que ya terminaron"]
En una entrevista con El Cultural en 2019, el autor resumía así los años de efervescencia política que le tocaron vivir: "A mí me perdonaron la vida, y salí bien parado. Ahora mi misión es contarlo, porque me he convertido un testimonio vivo de muchas cosas que terminaron, de tantas personas que ya no existen. En cuanto a Latinoamérica, se puede decir que pasaron muchas cosas terribles, pero la vida siguió su curso. Todo fue complejo, pero nos salvamos. Hemos sobrevivido".
Aquella experiencia vital fue condensada en Esclavos de la consigna (Lumen), su segundo tomo de memorias, un testimonio de lo que fueron aquellos años en los que la política se entremezclaba con la literatura. A propósito, "Edwards es el memorialista actual más relevante en las literaturas de lengua española", escribió en su bitácora el escritor J. J. Armas Marcelo, colaborador de El Cultural.
Desde su puesto de diplomático, hacia la mitad del pasado siglo, fue testigo de radicales transformaciones políticas, sociales y literarias, y conoció a los futuros autores del boom latinoamericano. Asistió también al radicalismo y, además de la represión desde la Revolución cubana y el golpe de estado de Pinochet en su país, vivió el Mayo francés y la Primavera de Praga.
Edwards, tras escapar del régimen chileno, se marchó a Barcelona, donde trabajó como director de la editorial Difusora Internacional y colaboró como asesor en la editorial Seix Barral. También contribuyó a formar, con la Sociedad de Escritores de Chile, la comisión de Defensa de la Libertad de Expresión. En 1982 ingresó como miembro de la Academia de la Lengua de Chile y fue designado miembro correspondiente de la Real Academia Española.
Entre 1994 y 1997 fue embajador ante la Unesco en París, siendo miembro del Consejo Ejecutivo de la Unesco y Presidente del Comité de Convenciones y Recomendaciones (1995-1997). "Con el tiempo, creo que es imposible escapar totalmente de la política, y lo era más en aquellos años tan politizados. De lo que huí siempre fue del radicalismo", señalaba en la conversación con esta revista. En 2010 le fue concedida la ciudadanía española y también fue nombrado embajador en París del gobierno chileno.
Es en aquellos años cuando escribió La última hermana (Acantilado). "Me levantaba a la seis, y escribía de seis a nueve. Luego estaba todo el día pensando, tomando notas, lo mismo en reuniones o cuando despachaba con alguien. Una embajada es un clavo, estás todo el día haciendo cositas, pero hay que hacerlas..., en fin, ya me despedí, y ahora no hago nada", dijo en una entrevista con El Cultural en la que promocionaba su novela.
Su literatura se centra, sobre todo, en los aspectos más urbanos de Chile, al contrario que la mayoría de sus compatriotas, que siempre se ocuparon de la cuestión rural. En Chile se le vinculó a la Generación Literaria de 1950 y un crítico mexicano, Christopher Domínguez Michael, consideró que sus ficciones eran "el arte de la casi novela".
Ciertamente, como escritor ha cultivado tanto la novela y el cuento como el ensayo y la crónica, y ha sido traducido a diversos idiomas. Ha recibido, entre otros galardones, el Premio Nacional de Literatura de Chile. Antes de ganar en 2008 el Premio Planeta, dotado entonces con 200.000 €, por su novela La Casa de Dostoievsky, en 1978 publicó Los convidados de piedra, en 1980 El museo de cera y en 1990 el libro autobiográfico Adiós, poeta..., en el que rinde homenaje a su amigo y compatriota Neruda.
A propósito de la polémica muerte del poeta, Edwards siempre consideró que no hubo asesinato, aunque hace apenas un mes un informe pericial aseguraba que Neruda murió envenenado y no a causa de un cáncer. "No sé qué objeto puede tener matar a un moribundo —dijo en una entrevista con El Cultural—. Los indicios no me indican que fuera asesinado, estaba gravemente enfermo, totalmente invadido por un cáncer prostático".
[Jorge Edwards: "El capricho tomaba en Neruda la apariencia de la necesidad"]
A lo largo de su trayectoria como escritor, ha colaborado en distintos rotativos europeos y latinoamericanos: Le Monde, El País, Corriere della Sera, La Nación o Clarín. Fue miembro del consejo de redacción de las revistas Vuelta y Letras Libres de México e impartió cursos sobre asuntos latinoamericanos en diferentes universidades norteamericanas (Chicago, Georgetown) y europeas (Universidad Complutense de Madrid, Universidad Pompeu Fabra de Barcelona).
Actualmente, la biblioteca del Instituto Cervantes de Mánchester lleva su nombre. En 2015, depositó en la Caja de las Letras del Instituto Cervantes un legado que permanecerá guardado hasta el 8 de julio de 2035.