Los inútiles
Maribel Andrés Llamero
Isla Elefante
El nuevo poemario de Maribel Andrés Llamero (Salamanca, 1984) es la carta de presentación de Isla Elefante, la editorial de poesía contemporánea dirigida por Ben Clark. Los inútiles sucede a Autobús de Fermoselle, el poemario con el que Llamero ganó el XXXIV Premio Hiperión junto Carlos Catena Cózar, que lo hizo con Los días hábiles. Antes había publicado La lentitud del liberto, editado por Maclein y Parker en 2018. Este poema, incluido en Los inútiles, está precedido por una cita del poeta brasileño Carlos Drummond de Andrade. Conviene recordar, a propósito, que la poeta es Licenciada en Filología portuguesa por la Universidad de Salamanca.
Si se calla el cantor
Sea esa la sola gloria de ellos
los únicos
que en medio de cualquier batalla
aún defienden
tercamente la rosa.
Descubran todos sus cabezas
y hagan, por favor, completo silencio,
ha entrado en la sala una poeta
y trae un verso.
Las sílabas y el cuerpo
Reiniel Pérez Ventura
Visor (Premio Loewe)
El poeta Reiniel Pérez Ventura (Santa Clara, Cuba, 1999) se ha convertido en el autor más joven de la historia en ganar el prestigioso Premio Loewe con este libro. Las sílabas y el cuerpo ensambla amor, fisicidad y erotismo. El poeta valenciano Jaime Siles, histórico miembro del jurado del Loewe, destacó en el fallo "un tono, un tipo de verso y una temperatura de lenguaje admirables". También es reseñable el vertiginoso ritmo que el autor imprime en estos diez poemas de exaltación amorosa. El conjunto del libro tiene un sentido unitario, por más que las piezas se dispongan de manera autónoma.
III
Mujer, texto, eternamente acostada.
Todas las palabras afuera languidecen
pero en ti saltan despacio al borde,
en ti el tiempo se oculta jugando.
Fluyes comenzando otro cuerpo con solo verte.
Cuerpo del poema, eres y después soy;
nunca comulgamos en un solo espacio.
Mujer, asma del aire, rama destrozada;
árbol que baja con su semilla jadeante hasta el hombre.
Mujer despierta en la noche del cuerpo; día del cuerpo;
planicie de ojos, secreta estación de vida.
Yo te llamo y con tus ojos y labios te respondo.
Verso separado del fruto eterno de la noche.
Cuando todo tiembla,
se dobla y quiebra;
cuando el mundo curvo es una boca amenazante,
tú eres llegada, transcurrir,
caída de la caída, recién llegada de todas partes.
Línea para siempre.
El cielo roto de Shangái
Estefanía Cabello
Bartleby
La poeta Estefanía Cabello (Córdoba, 1993) regresa a la poesía tras un periplo demasiado largo. Sus dos libros anteriores fueron reconocidos con el Premio Internacional de Poesía Gloria Fuertes (13 segundos para escapar, Torremozas, 2017) y con el Premio Valencia Nova poesía en castellano (La teoría de los autómatas, Hiperión, 2018). En El cielo roto de Shangái, la poeta insiste en el binomio cuerpo-lenguaje, pero su voz es ahora más elocuente y certera. Su escritura deja siempre un poso inquietante y las imágenes, cercanas al expresionismo, tienen una potencia que incomoda, felizmente, al lector.
Insomnio
Sientes un impulso de quedarte dormida
en mitad de la habitación,
de tocar tu piel antes
de que sea invadida por la nada.
Los segundos corren.
Obediencia y gracia,
una orden que no sabes de dónde viene.
Aguardas la espera,
fijas los ojos de cristal en el cristal.
Afuera comienza a besarte lo oscuro.
Flores de fuego
Victoria León
Vandalia (Fundación José Manuel Lara)
Brillante traductora de Mary Shelley, Oscar Wilde o Robert Louis Stevenson, Victoria León (Sevilla, 1981) deslumbró a la comunidad lectora en 2019 con Secreta luz, poemario reconocido con el IX Premio Iberoamericano de poesía Hermanos Machado. En Flores de fuego, título que remite a una metáfora de Cioran —León también se ha desempeñado con destreza en el aforismo—, sigue empleando el endecasílabo con prodigiosa elegancia e impoluto rigor. Esta vez, además, sus poemas alcanzan la hondura sin renunciar a la belleza y conmueven desde lo sutil. "La luz es un esfuerzo cotidiano", reza un verso.
Ofrenda
Te ofrezco la quietud de lo invisible,
los vínculos secretos de las cosas,
la vida en llamas que arde inadvertida.
En mis labios, el beso del silencio.
Nuestros cuerpos desnudos como estanques
de luz y la memoria del futuro
en la noche infinita del hallazgo.
Te ofrezco mi canción de centinela,
la honda ribera que en mi pecho abriste,
el temblor de mis manos en las tuyas,
mi dolor, mi esperanza temerosa,
la cárcel de mi alma de cristal.
Mi corazón que ayer estaba muerto
y has devuelto a la vida con tus ojos.
Demonios
Ben Clark
Sloper
Pocos como Ben Clark (Ibiza, 1984) logran conjugar con tanto tino la tradición y la modernidad en la poesía. El autor de Los hijos de los hijos de la ira (XXI Premio Hiperión), el asombroso Los últimos perros de Shackleton y La policía celeste (XXX Premio Loewe) regresa con un poemario que alude a la cotidianeidad posmoderna, en la que caben los dispositivos electrónicos y las referencias folclóricas. Demonios está plagado de citas, culturalismos y versos tan implacables como los que dan inicio al poema "Desearía", en el que aspira a "Que este poema diga la verdad. / Que no me deje solo ante la muerte". Lo existencial, seña identitaria de su poética, encuentra acomodo en estos abismos, que a menudo se presentan con la falsa máscara de la ingenuidad.
Los ausentes
Poco sabemos de la ausencia
y, sin embargo, todos nuestros días
dependen de los cuerpos que no están;
de unos ojos vacíos; de una boca
que no dice palabras;
de los brazos que ya no nos alcanzan.
¿Cómo configurar lo que tenemos
teniendo en cuenta aquello que ya no?
Porque ellos son presencias, todavía.
Porque la nada duele.
Porque lo que nos falta es lo que existe.
Euforia
Carlos Marzal
Tusquets
Carlos Marzal (Valencia, 1961) ha esperado 13 años para publicar su libro más optimista. Euforia, como su nombre sugiere, es un canto a la vida y a la alegría. A sus 61 años, Marzal ha practicado casi todos los géneros, pero siempre será un poeta. Un poeta de línea clara, elocuente, sí, pero de una profundidad insondable. “Me encuentro / en un perpetuo estado de ignorancia, / tratando de escuchar / en mí, a quien supo: / el niño que yo fui sueña a salvarme”, rezan unos versos de su nuevo libro. Y es que no sería posible alcanzar el estado de entusiasmo sin remontarse a la infancia, coordenada ineludible de esta obra.
Parte meteorológico
SOY firme partidario
de los días con sol,
pero también
me considero adicto
a los cielos de plomo
y a la lluvia.
Quiero decir que soy
un buen huésped del mundo.
La vida es un fenómeno atmosférico,
y el clima, al fin y al cabo,
ocurre en nuestro humor y en nuestra mente:
yo granizo,
tú nievas,
él ventisca.
Si estoy cerca de ti, nunca tormenta.
Nunca neblina, cuando tú me imantas.
No quiero combatir mis adicciones.
Bajo el sol y la lluvia,
las promuevo.
Memoria albina
María Alcantarilla
Pre-textos
La poesía de María Alcantarilla (Sevilla, 1983) es fragmentaria en sus dinámicas internas. La superficie, conviene aclararlo, es figurativa; cada uno de los poemas presenta una reconocible homogeneidad, una redondez contundente. Pero sus intestinos encierran una complejidad narrativa. Corresponde al lector rellenar las elipsis suspendidas entre los distintos hallazgos, aparentemente autónomos, que dispone a lo largo de sus composiciones. Memoria albina, su nuevo libro, está repleto de píldoras de pensamiento lúcido y salvaje. Como ya hiciera en La edad de la ignorancia (Premio Hermanos Argensola 2017), la poeta emplea la niñez como vector poético, si bien ahora comparte espacio y sentido con la locura, que se presenta como un prisma con infinitos planos.
14
El niño que jugaba a hacer castillos
ha cogido su cubo en una mano
y en la otra conserva
el frío y la humedad donde los peces
trazan surcos pintándole el camino.
Y a pesar de que el mar ha devastado
sus certezas en forma de edificio,
no le importa empezar en otra orilla.
Sabe el niño que ayer era un anciano,
que ese mar que hoy deshace su alcazaba
es el mismo que arrastra las arrugas.
Hijos del peligro
Hasier Larretxea
Candaya
También la infancia atraviesa la escritura de Hasier Larretxea (Arraioz, Navarra, 1982). Aunque toda su obra trata de abarcar los asuntos morales del ser humano, hay algunas variables que se presentan más contorneadas. Es el caso de la familia, las religiones y la ruralidad, pues nació en un pueblo del valle de Baztan, en Navarra. El desgarrador poema que sigue a estas líneas, incluido en Hijos del peligro, es una buena muestra del conjunto, en el que también encontramos referencias al colectivo LGTBI y una vocación de defensa hacia las minorías.
[EL MIEDO]
EL miedo
hizo de ti
un lugar.
Ese jardín de la infancia,
el remedio contra la ortiga,
la pugna por los territorios
delimitados con palos y plásticos
entre bosques
que no supiste atravesar
sin la luz de la luna llena
ni de las velas,
las botas de montaña
que retumbaban a tu paso
y el perfil de los souvenirs
a los que les faltaba
un brazo, una nariz o una pierna.
El rezo,
la rectitud,
la cruz resplandeciente,
el silencio como condena,
la redondez como parachoques,
la castración,
la mirada esquiva,
el sentimiento oculto,
el tacto inexistente,
el cuerpo como una masa,
un deshecho de la vergüenza,
de la desidia y la lujuria.
El habla calmada,
no querer señalar
ni sentenciar,
establecimos puentes
sin hogueras,
trazos serpenteantes,
la sonrisa como trinchera,
la luz como ofrenda,
el abrazo tendido,
el perdón,
la generosidad
que se nutre de la abundancia.
El miedo te hizo
a la semejanza
de la intensidad
de la proyección
que permitiste.
Amor y pan
Paula Melchor
Letraversal
La poeta Paula Melchor se alzó con el Premio Letraversal con Amor y pan, su primer libro. También era la primera convocatoria de este premio, cuya editorial —dirigida por el también poeta Ángelo Néstore— acoge en su catálogo algunas de las voces más originales de la poesía joven en español. Era oportuno, por tanto, que fuera Juanpe Sánchez —autor de Desde las gradas, poemario publicado en el mismo sello— quien se encargara del prólogo, magnífico, de este libro. Belleza y sencillez, oralidad, pulsión amorosa... Amor y pan, además de que se presenta con una preciosa cubierta —uno de los valores de este sello—, es un canto a las pequeñas cosas, pero Melchor no se conforma con nombrarlas, sino que las disecciona hasta extraer el jugo poético que nadie había localizado antes.
Ensayo sobre la piel de la patata y el sol
Si hablamos de la piel de la patata es decir de la carne de
la patata es decir del hueso blando y retorcido que hemos
arrancado de la patata que hemos ido deslizando poco a
poco por el cuchillo el cuchillo que escogimos mejor que
el pelador porque el pelador se atasca y está ya viejo hace
un ruido desagradable crac crac y arranca a trozos con
brusquedad la piel de la patata y el cuchillo resulta más
fácil de manejar el cuchillo se desliza por la patata como
una lengua se desliza con cuidado de no romper la piel de
arrancarla entera del cuerpo de la patata para que caiga
sobre la tabla sin resistencia que inevitablemente
caiga sobre la tabla.
El sol agradece la piel de la patata. El sol se expande y
se estira buscando las formas donde afincarse. El sol es
como el agua. El sol, como el agua, se adapta igual a un
vaso o a una presa o a mi piel o a la piel de la patata.
El sol sale por la ventana de la cocina y se esconde por la ventana del salón. Cuando el sol está en su punto más alto y
yo me desplomo sobre el sofá con una mano en la barriga
con la mano en las tripas que me dejan vivir un día más,
el sol agradece la piel de la patata.
Entre mi piel —la piel que se queja desde el inmovilismo del sofá del
salón- y la piel de la patata -la piel que
aguanta el silencio desde la tabla de la cocina- el sol prefiere la piel de la
patata.
Victoria menor
Luis Escavy
Rialp (Premio Adonáis)
A Luis Escavy (Murcia, 1994) se le resistía el Premio Adonáis desde hace dos años, cuando fue finalista con la obra Otra noche en el mundo, que finalmente fue publicada en la editorial Sonámbulos. En diciembre de 2022, Victoria menor fue elegida ganadora “por su sentido del ritmo y el respeto a los maestros”. Efectivamente, Escavy tiene un oído finísimo para la poesía. Las palabras se encadenan con naturalidad y sentido, tienen fuerza porque beben de los clásicos. Victoria menor aborda el lenguaje con sencillez, pero sobre cada uno de los versos planea una sombra de trascendencia.
La lluvia
Lo mejor que te puedo dar ahora
no es una de mis noches, ni mi cuerpo,
ni soy yo ni siquiera, ni es quererte.
Lo mejor que ahora puedo darte
es un silencio tranquilo, un paseo muy largo
mientras vamos hablando de tu vida y la mía
y corremos a casa, para huir de este tiempo,
para huir de ese miedo del que estamos cansados.
Amor también se dice lentamente
con palabras pequeñas como lluvia.
[La poesía española, consolidada en la minoría]