¿Cómo afrontar un futuro plagado de incertidumbres? La Fundación Banco Santander ofrece una respuesta: poesía. Doce líricas para un nuevo mundo, el nuevo libro publicado en la colección Obra Fundamental, es la continuación del conjunto de relatos Doce visiones para un nuevo mundo, que hace un año trataba de dar respuesta, en clave narrativa, a una cuestión trascendente: ¿Hacia dónde camina el ser humano? La pregunta, además, da título a una serie que se completará con una nueva entrega de textos filosóficos, según informó el responsable literario de la fundación, Francisco Javier Expósito, en la presentación de la antología poética.
Este volumen recoge las obras de algunos de los autores más relevantes de la poesía en español. Además, un código QR en la cubierta permite acceder a un material inédito en formato pódcast: entrevistas con los participantes y poemas recitados por ellos mismos. Los poemarios, creados ex profeso, presentan una diversidad notable, si bien en casi todos permanece el eco de los clásicos, la preocupación por el cambio climático, el escepticismo ante los avances tecnológicos…
Antonio Colinas, por ejemplo, se refugia en la Odisea de Homero durante el confinamiento obligatorio, y escucha a Atenea cantar “contra la tormenta de los televisores, contra ese griterío que oculta el miedo y las noticias de la posverdad”. Porque la poesía “no adivina”, “no anuncia”, pero “en la poesía creemos. Y ahí nos convocamos”. La obra de Antonio Lucas, que combina composiciones en verso con piezas en prosa y diálogos ficcionados, explica la motivación de este libro. La poesía es un acto de subversión, pues busca la belleza y el sentido de la vida en un mundo deshumanizado.
['Doce líricas para un nuevo mundo': la poesía ilumina el futuro en la Fundación Banco Santander]
Aurora Luque, última ganadora del Premio Nacional de Poesía, se sirve del mito de Casandra para señalar la importancia de escuchar a las voces especializadas que alertan de la crisis ecológica. Apolo, que le arrebató el don de la profecía, representa en este poema-río a los poderosos que tratan de controlar la información, a los medios de comunicación sensacionalistas, a los trolls de las redes que dispersan bulos y calumnias. Carlos Pardo propone, directamente, empezar de nuevo, con una historia de amor en primera persona. El primer objetivo sería “transformar en belleza el mal gusto común”.
Chantal Maillard, siempre alegórica, se remonta al inicio de los tiempos según la mitología hindú. Ahora que terminamos de salir de una pandemia, nos recuerda que “todo exceso inclina la balanza, invierte el movimiento”, como si la causa fuera de origen medioambiental. “El error fue creer que el futuro sería más adelante”, concluye. El poema de Clara Janés constituye una defensa de la ciencia, de la que reivindica su “valor lírico”, como disciplina acreedora de las explicaciones del mundo.
Los poemarios, creados 'ex profeso', presentan una diversidad notable, si bien en casi todos permanece el eco de los clásicos, la preocupación por el cambio climático, el escepticismo ante los avances tecnológicos…
“Escucha al pájaro en vez de frecuentar los libros de autoayuda”, escribe, a propósito, Fermín Herrero, que siempre toma partido por lo rural y esta vez se rebela contra los símbolos actuales: “Veo pasar un tráiler / con cerdos enjaulados, la cirugía / plástica y la genética”. “¿Qué hacía / un poeta ecologista como tú / en un país posmoderno como éste?”, podría haber respondido Jorge Riechmann, que en realidad se interpela. “Yo soy responsable del final de un mundo”, asume, pero propone seguir en la lucha, “trabajar hacia la buena sociedad / que no veremos”.
Desde luego, “a este mundo no pertenece / quien no sueña con el otro”, como escribe Luisa Castro. Lejos de la civilización se tiene más conciencia de la muerte, viene a decirnos la poeta, que desde una aldea abandonada contempla “los nuevos tiempos / como tribus que se desplazan / hacia el mañana”. Raquel Lanseros ha creado al héroe de esa tribu cuyo impulso parte de la supervivencia, pero aspira a conseguir la libertad. Se llama Guido Guzmán, “no cree en las divisiones” y “se siente el heredero de las viejas pisadas”.
También Vanesa Pérez-Sauquillo sabe que habríamos de retroceder a lo ancestral para salvar el mundo. Aunque también alegórica, su poética aspira a lo esencial: un lenguaje aséptico que esconde vetas espirituales. Con la ironía que lo caracteriza, Vicente Gallego se pregunta, obviando al individuo, “¿dónde van las hormigas”, y si “acaso el que las pisa por descuido / es más digno que ellas”. Bajo el propósito de restar importancia al ser humano, subyace un alegato en favor de la naturaleza.
Y es que “no volverá a haber normalidad”, según apunta el también poeta José María Parreño en el epílogo del libro. De la contundencia que desprenden algunas de sus consideraciones –“Nuestro mundo está en peligro grave, nuestra civilización puede ser destruida […] y no estamos haciendo nada por evitarlo”– emerge, sin embargo, un halo de esperanza. Parreño apela a la poesía como “el valor de lo distinto, lo deficiente, lo anómalo”, ahora que “sólo quedan pájaros en la rama del verso”.