El hecho de que los grandes filósofos modernos del siglo XVII encontraran, en medio de una Europa fragmentada, violenta y removida por el sonido del tambor de guerra, la tranquilidad de ánimo suficiente como para geometrizar el mundo y las cosas humanas es algo que ha de producirnos admiración. Entre estos individuos egregios, pensadores adánicos, de estilo claro y estatus independiente (extramuros de la universidad escolástico-aristotélica), encontramos a Thomas Hobbes (1588-1679).

Thomas Hobbes

José Rafael Hernández Arias

Arpa, 2023. 240 páginas. 19,90 €

Este caballero singularísimo, natural de un pueblo cercano a Malmesbury, en Wiltshire, Inglaterra, asociado profesionalmente a los condes de Devonshire, gozó de una vida prolongada como la de un patriarca y polémica como la de un profeta. Discutió con solvencia en los campos de las letras, las ciencias y las Escrituras.

Ciertamente, en sus tratados materialistas, euclidianos, racionalistas, mecanicistas o lo que sean, este autor ejercita como pocos la capacidad de dejar perplejos a sus lectores. En su libro más célebre, su gran compendio dogmático, el Leviatán (1651), analiza las repúblicas soberanas de toda época como se analizan las propiedades de un triángulo escaleno y pretende demostrar, por deducción, la prioridad del gobierno de uno solo (llámese monarquía, dictadura o tiranía).

En Thomas Hobbes, su autor, el germanista y jurista José Rafael Hernández Arias, se ha propuesto el meritorio trabajo doble de contextualizar históricamente y repasar analíticamente los polémicos hallazgos del pensador. Este espléndido ensayo gana al curioso de Hobbes en el primero de los nueve capítulos (muy desiguales en extensión, por lo demás), que es el único de los apartados propiamente biográficos. En verdad, la obra mencionada y el anterior De Cive (los dos títulos más leídos de Hobbes, de largo, y por buenos motivos), fueron publicados en tiempos extraños.

La referida sección, “Peripecias de un ‘intelectual’ inglés en tiempos turbulentos”, nos habla del tiempo de Jacobo I y Carlos I, de la guerra civil inglesa (1642-1651), del “lord protector” Oliver Cromwell y del abigarrado grupo ideológico conocido como los puritanos, así como de la restauración final de los Estuardo. En la Gran Bretaña de los años 30, 40 y 50 del siglo, asistimos a una extraordinaria eclosión de herejías.

La obra de Hobbes se alza, señera, refutando terminantemente cualquier posible vindicación de un poder espiritual, sea católico, sea puritano, frente al político

En el país de Hobbes (que es también el país de Milton, por cierto), conviven los anglicanos con los católicos y cripto-católicos y, junto con estos, los levellers o niveladores, los diggers o cavadores, los presbiterianos escoceses seguidores de Calvino, los independientes, los seekers y los ranters, así como los famosos quakers o tembladores, o los baptistas, o los seguidores de Muggleton, conocidos, naturalmente, como muggletonianos.

En este universo en pugna de teólogos de toda laya, la obra de Hobbes se alza, señera, refutando terminantemente cualquier posible vindicación de un poder espiritual, sea católico, sea puritano, frente al político. El título del Leviatán designa el único poder soberano, el imperio político del Estado: éste no debe dejarse perturbar por el poder de la palabra de los predicadores sediciosos.

En una sucesión que no hubiera disgustado al propio filósofo inglés, Hernández Arias expone con solvencia el materialismo de Hobbes (sólo existe materia extensa en movimiento según el dictamen fatal del principio de causalidad), la antropología filosófica (el ser humano es un compendio de miedos y deseos, carece de libre albedrío, y su naturaleza es frágil y las palabras son una de las principales armas de su inagotable ambición), y lo fundamental, su política y filosofía del derecho.