Luis Antonio de Villena (Madrid, 1951) es un apasionado de la cultura italiana. Además de su poesía, que presenta notables influencias, ha dedicado ensayos a Caravaggio y a Miguel Ángel. Esta vez comparte su entusiasmo en un libro de semblanzas breves, La dolce vita, que revela los momentos en que el poeta se aproxima a los grandes creadores italianos y la conmoción que le producen determinadas obras. Incluye, además, traducciones personales de poemas y contiene dos capítulos cuajados de reminiscencias personales que remiten a la música y a la gastronomía.
Conforme al grado de interés, los textos unas veces toman forma de perfil biográfico y otras son reflexiones críticas de las obras. Por ejemplo, con Dante no era tan oportuno insistir en los episodios de su vida, así que Villena prefiere detenerse en obras menos laureadas que La divina comedia, como es el caso de La vita nuova.
De Eugenio Montale, en cambio, merece la pena saber que en la II Guerra Mundial acogió en su casa a escritores perseguidos como Umberto Saba o Primo Levi. De Lampedusa, que murió un año después de terminar El gatopardo y no disfrutó el éxito.
Petrarca es el personaje más ponderado. “Sin él no se entiende la poesía ni el humanismo”, leemos, y sin embargo de Calvino, aunque sea “un clásico”, Villena asegura que “su obra se queda en 3 o 4 libros”. Para Pasolini, “la homosexualidad era virilidad”; para Pavese, todo fue “insatisfacción”; para Villena, Visconti fue el cineasta más literario, aunque Pasolini el más interesante. La dolce vita, el libro de Villena, es un bellísimo homenaje a la cultura italiana, centro de sus afinidades estéticas.