Eterno insatisfecho, pero vencido por su determinación de escribir, tras acabar el servicio militar Rafael Chirbes (Tavernes, 1949 - Beniarbeig, 2015) decidió abandonar la carrera académica con una tesina sobre Benito Pérez Galdós y, tras pasar una temporada como profesor de literatura española en Fez (Marruecos) y otra como librero en Madrid, a finales de los años setenta y principios de los ochenta se convirtió en colaborador habitual de medios como Reseña, Ozono, El Viejo Topo, Cuadernos para el Diálogo y Revista de Occidente como columnista, crítico literario y cinematográfico.
Olvidadas o sepultadas por sus novelas y diarios, la editorial Altamarea reúne ahora por primera vez estas críticas y semblanzas en Asentir o desestabilizar, obra que conforma, como subraya su subtítulo, una suerte de Crónica contracultural de la Transición.
Porque Chirbes, impertinente, sabio y libérrimo, se muestra implacable con muchos de los grandes nombres de nuestra cultura: así, de Vargas Llosa, del que antes había alabado su volumen sobre Flaubert, La orgía perpetua, escribe que es “un escritor en vías de bajar la guardia, dejándose sorprender por el aburrimiento”; de Juan Benet: “el lector se aburre, se aburre, se aburre de tanto narcisismo porque no es listo, ni sutil, ni inteligente ni sabe entender el libro de Benet”.
Sobre Ramón Tamames dice: “Tamames –el mejor amigo de sí mismo– inicia con desvergüenza un demencial recorrido por su vida. Él es Elio, ¿el sol? [...] Con un elitismo que solo puede ser fruto de la propia ignorancia”, mientras que de Víctor Claudín dice que va “marcando siempre, un día antes, el paso a la derecha de un día después”. Entusiasta, en cambio, con Luchino Visconti, Pier Paolo Pasolini, Luis Goytisolo, Juan Marsé, José María Merino o Manuel Gutiérrez Aragón, Chirbes se descubre aquí un crítico polémico y, con frecuencia, excepcional.