Tímido y silencioso, casi hostil de puro retraído y abrumado, al poeta y ensayista venezolano Rafael Cadenas (Barquisimeto, Lara, 1930) no le gustan demasiado las entrevistas, aunque su profunda bonhomía le impide negarse, alegar oscuras enfermedades, cansancio o compromisos... Son, somos muchos, demasiados, quienes le requerimos estos días, vísperas de que los Reyes le entreguen solemnemente el Premio Cervantes.
Por eso sus hijos, allá en Venezuela o acá en Francia, interceden, ayudan, median, sugieren y compadrean hasta lograr que el flamante premiado responda, aunque sea mínimamente, a las preguntas de la conversación propuesta.
Por Zoom, claro, resulta imposible. Por email también es difícil, pero sí, el poeta venezolano finalmente cede, aunque las preguntas políticas quizás, nos dicen, sea mejor no hacerlas. Falsa alarma: para sorpresa de todos, se presta, no sé si con alegría, o con resignada paciencia, a responder a todo, preguntas sobre su exilio en los 50 o sobre la dictadura chavista incluidas, aunque brevemente, eso sí, como si cada frase fuese un aforismo o un verso.
[Rafael Cadenas, un poeta indomable contra el chavismo]
Pregunta. ¿Qué nos puede adelantar de su discurso de recepción del Premio Cervantes?
Respuesta. Todavía no sé lo que voy a decir.
P. ¿Recuerda cuando leyó el Quijote por primera vez? ¿Se lo descubrió algún familiar, o fue un maestro en la escuela quizás?
R. Tendría unos catorce años, y en mis lecturas iniciales me guio Salvador Garmendia, escritor de novelas; después, como a los veinte años, volví al Quijote, y desde entonces lo visito y disfruto.
Garmendia fue además uno de sus primeros y mejores amigos: a menudo el poeta ha recordado cómo se reunían en la plaza Altagracia de Barquisimeto para leer: “Sí, leíamos mucho a Rubén Darío en ese tiempo, leíamos el Quijote, la Divina Comedia. Él fumaba mucho. Me inició a mí en el cigarrillo. Por cierto, lo dejó… y se convirtió en un corredor. Yo no corro ni media cuadra, pero camino mucho”.
P. ¿Qué cree que pensaría del Cadenas galardonado con el Premio Cervantes ese joven Rafael que publicó su primer poemario, Cantos iniciales, en 1946? ¿Se sentiría satisfecho? ¿Qué podría echarle en cara, como hombre y como poeta?
R. El haber dejado de escribir durante varios años por estar dedicado erróneamente a la política; luchaba contra una dictadura militar, esta es una redundancia, pues todas lo son, usan las armas para silenciar al pueblo.
"Los premios me ayudan a vivir y a ser leído. Hay traducciones de mi obra a seis idiomas"
P. A menudo se cita como poema suyo de referencia el titulado “Derrota”. ¿Cuándo, cómo y por qué, o por quién, se ha sentido derrotado?
R. Tiene que ver justamente con ese período, ya no había dictador; pero es un poema muy personal, escrito en un estado de depresión.
P. ¿En qué tradición poética se reconoce, quiénes son sus maestros, a los que admira, y qué les debe?
R. En mi juventud a los poetas de la generación española del 27, sobre todo a Pedro Salinas; después a Henry Michaux, que me distanció del estilo abundante de Los cuadernos del destierro, y hoy leo poesía de todas partes.
P. ¿Y quiénes son sus discípulos, en toda Iberoamérica, en España y en Venezuela?
R. Si existen, no los conozco, pero no me siento maestro, salvo del no saber.
"Hay millones de venezolanos en otros países. Deberían regresar pero se necesitan cambios"
P. Cuando en 1957 volvió a Venezuela de su exilio en la isla de Trinidad, formó parte de la llamada Tabla Redonda, junto a otros destacados creadores. ¿Existe hoy algo parecido a ese grupo que encarnó los sueños revolucionarios de toda una generación?
R. Es posible que haya grupos, pero no los conozco. Lo que sí existe es un numeroso movimiento poético de jóvenes como nunca antes, debido tal vez a los talleres, a las ferias, a las semanas de la poesía, a la Poeteca, lugar de mucha actividad y a la Librería El Buscón. Creo que es único en Hispanoamérica, un fenómeno inesperado.
P. ¿Qué pasó para que Hugo Chávez y Nicolás Maduro hayan traicionado de tal modo al pueblo venezolano? ¿Comprende el silencio de la comunidad internacional ante lo que sufre su pueblo (lo mismo que está pasando hoy con Nicaragua, Cuba, o con el drama de la emigración de África)?
R. La crisis económica, política, social es mundial. Para referirme a la de aquí necesitaría mucho tiempo, que en estos días no tengo. Hay millones de venezolanos en otros países, deberían regresar, pero se necesitan cambios para que esto suceda.
P. Antes hablábamos de su exilio en la isla de Trinidad en los años cincuenta y de cómo acabó regresando a Venezuela: ¿no se imagina hoy viviendo o creando lejos de su tierra, ahora que atraviesa una atroz crisis económica y de valores?
R. No me imagino, por mi vejez, que pueda vivir fuera de Venezuela. Cuando estaba con mi esposa Milena, sí. Ella me ayudaba en todo.
"Lo que menos deseo es ser símbolo; antes bien, abogo por la sencillez, descreo de las alturas"
P. Es usted un símbolo mundial de resistencia y valor frente a los abusos del poder: ¿qué represalias ha sufrido? ¿El Premio Cervantes ha logrado suavizar el acoso que padecía?
R. Lo que menos deseo es ser símbolo; antes bien, abogo por la sencillez, descreo de las alturas. Sobre todo, del culto a los héroes, que en el poder suelen volverse tiranos. No he sido víctima de represalias ni de abusos o acosos. Si lo fuese, lo diría a voces.
P. Además del Premio Cervantes, en los últimos años ha obtenido el Nacional de Literatura de Venezuela, el Fil de las Lenguas Romances de Guadalajara y el Reina Sofía de Poesía Iberoamericana: ¿qué aportan estos galardones a su obra, mayor difusión quizás?
R. Sí, aparte de ayudarme a vivir, contribuyen al conocimiento en otros países. Hay traducciones de mis libros a más de seis idiomas. Esto me sorprende mucho.
P. Si tuviera que recomendar uno de sus libros a un lector que no lo conoce demasiado, ¿cuál sería y por qué?
R. Tal vez Falsas maniobras, porque representa un cambio con respecto a lo anterior, pero la elección es muy personal.
P. Y si tuviera que dar un consejo a un joven poeta, ¿qué le diría?
R. Que estudie su idioma, que se sumerja en él, que conozca el origen de las palabras, pues el lenguaje está lleno de por sí de poesía, pero no lo notamos. También debe leer, sobre todo a los que no le sean afines. A veces puede haber grandes poetas que no le interesen.