Un placer entrar en el amor extraordinario de Albert Camus (1913-1960) y María Casares (1922-1996) a través de su Correspondencia. 1944-1959 (Debate). Una compleja relación de quince años, sólo rota por la muerte de Camus. El 31 de diciembre de 1948 él escribe: “Eres lo más interno que tengo, es a ti a quien me remito”. María le contesta el primer día del 49: “Ven pronto. Te espero, totalmente volcada en ti, y rezo, rezo, rezo”.
La hija del político republicano Santiago Casares Quiroga, exiliada en París junto con su familia por la guerra civil, llegó a ser una actriz aclamada en Francia. Camus, Premio Nobel y uno de los intelectuales más importantes del siglo XX, la conoció en casa de Michel Leiris, en 1944, y le propuso el papel de Martha en su obra El malentendido. La pasión crece en el marco literario, teatral y socio-político de la Europa posterior a la II Guerra.
El día a día del exilio de Zenobia Camprubí (1887-1956), y de su esposo, el poeta Juan Ramón Jiménez, se concentra en estas 572 cartas del tercer volumen de su Epistolario (1936-1951) (Publicaciones de la Residencia de Estudiantes). Entre septiembre de 1936, cuando llega el matrimonio a Nueva York, abandonando España a causa de la guerra civil, y marzo de 1951, fecha de su traslado a Puerto Rico, la incansable Zenobia organizará la vida de la pareja y se ocupará de escribir a corresponsales y editores, en nombre del poeta, siempre débil de salud. El epistolario de la traductora y lingüista revela la fortaleza de una mujer cercada por los avatares de la guerra civil y de la II Guerra Mundial.
Pese a que Todas las cartas (Siruela), la correspondencia de Clarice Lispector (1920-1977), es voluminosa e intensa, en 1971 le dice a su amiga Nélida Piñón: “me falta vocación para escribir cartas, prefiero mandar telegramas”. Creció en Brasil, pero vivió en Londres, Berna, Washington, y, afortunadamente, no dejó de escribir numerosas cartas a familiares y amigos.
Este apasionante e inteligente epistolario abarca toda su vida y está organizado por décadas, desde los años 40 a los 70, recorriendo las experiencias de la mujer y la escritora. Su origen familiar de judíos ucranianos marcó el desasosiego de su literatura, pero Brasil fue el país que la convirtió en escritora. Se carteó con colegas como Rubem Braga, Lucio Cardoso, Joâo Cabral o Piñón, entre otros.
El tercer volumen de las Cartas (Tres Hermanas) de Sylvia Plath (1932-1963) nos transporta a los años 1955 y 1956 y penetramos en la intimidad de la joven estudiante norteamericana que viajará a Inglaterra para estudiar en la Universidad de Cambridge. Escribe a menudo a su madre: “Si supieras el alma que estoy forjando (…) me estoy perfeccionando en las hogueras del dolor y el amor”. En febrero de 1956 conocerá a Ted Hughes y se casarán en junio, aunque mantendrán el matrimonio en secreto. Las cartas de la autora de Ariel, tanto a su madre como a Hughes, nos descubren el alma sensible de la futura poeta y su talento melancólico.
Al agrupar en No se parece usted a nadie (Alpha Decay) las catorce cartas cruzadas entre Gustave Flaubert (1821-1880) y Charles Baudelaire (1821-1867), en 1857 y 1862, Ignacio Echevarría, traductor y prologuista, analiza audazmente los paralelismos vitales del autor de Madame Bovary (1856) y del poeta de Las flores del mal (1857). Nacieron el mismo año y ambos fueron procesados en 1857 por daños a la moral pública. Frecuentadores de burdeles, los dos murieron solteros y a ambos les espantaba la perspectiva del matrimonio.
No fueron amigos íntimos, pero su correspondencia indica una admiración mutua. En julio de 1857, Flaubert escribe a Baudelaire: “Primero devoré su libro de cabo a rabo, como haría una cocinera con cualquier folletín, y ahora, desde hace ocho días, lo estoy releyendo, verso por verso, palabra por palabra, y, francamente, me gusta y me encanta”.
A cargo de Diego Garrido, Páginas de Espuma publica la Correspondencia de James Joyce (1882-1941) entre 1900 y 1920. Desfilan aquí, en textos salpicados de talento y angustia, sus desastres económicos, su amor-odio a Dublín, su nomadismo entre París, Trieste o Zurich, sus peleas legales para publicar Dublineses o sus misivas eróticas a Nora Barnacle. Se añaden algunas cartas remitidas a Joyce por Stefan Zweig, Yeats o Ezra Pound. En 1909 el dublinés envió a Nora cartas sobreexcitadas y carnales. El 2 de diciembre escribía: “Junto a ese amor espiritual que siento por ti hay también un anhelo bestial por cada centímetro de tu cuerpo, por cada secreto y parte vergonzosa del mismo, por cada olor y acto”.
Una sorpresa las Cartas de Kurt Vonnegut (1922- 2007), icono de la contracultura, visionario, rompedor de géneros, aunque enmarcado en la ciencia ficción. Editadas por Random Hose, se inician en mayo de 1945 y se cierran con la misiva a la profesora Fulton, de la Universidad de Cornell, en febrero de 2007. La humildad y la autoironía son omnipresentes. Así declina la invitación a Cornell, dos meses antes de su muerte: “Con ochenta y cuatro años, parezco sobre todo una iguana, odio viajar y no tengo nada que decir. Para el caso podría mandar en mi lugar una bengala consumida”.
Vonnegut compuso su obra maestra Matadero 5 (1969) tras sobrevivir al bombardeo aliado de la ciudad de Dresde. Prisionero de los nazis, se salvó refugiado en un sótano, desolladero de carne. Más tarde fue evacuado por los rusos. Cartas diáfanas y con humor a Norman Mailer, a José Donoso, gran amigo o a Nelson Algren.
Según Javier Calvo, responsable de la edición y traducción de Escribir contra los hombres (Aristas Martínez Ed.), primer volumen epistolar de H. P. Lovecraft (1890-1937), el autor de La llamada del Cthulhu (1926) era, sobre todo, un hombre que escribía cartas. El reinventor del cuento de terror escribió más de cien mil misivas. La selección es un retrato de la edad de oro de las revistas pulp y abarca desde 1919 hasta 1937.
En 1923 Lovecraft empieza su colaboración con la revista Weird Tales, y en su correspondencia reflexiona largamente sobre su obra. Tuvo una vida de frustraciones, pero sus cartas están llenas de pasión y no deja de citar a los autores que él llama de “la escritura extraña genuina”: Poe, Dunsay, De la Mare, Machen, Hodgson o Wakefield.
Por el camino de Proust
La escritura de cartas personales de remitentes famosos es el territorio por excelencia de la intimidad. Pero la subjetividad de un epistolario casi siempre está mezclada con los acontecimientos del tiempo de quien escribe. En el siglo XVII la marquesa de Sevigné llevó el arte epistolar a su perfección. La carta es un género híbrido, entre lo privado y la confesión, entre el diario íntimo y la necesidad de un receptor, entre el tiempo subjetivo y el tiempo histórico.
Marcel Proust y Franz Kafka hablaron de sus épocas respectivas sin dejar de hablar de sí mismos. Marguerite Yourcenar fue una corresponsal fecunda. En España, Pérez Galdós, Pío Baroja, Jose Bergamín, María Zambrano o Rosa Chacel profundizaron en su correspondencia sobre ellos mismos y sobre la época que les tocó vivir. El interés por las vidas privadas, tan del siglo XXI, ha reactivado, en nuestro país, la publicación de epistolarios de calidad como los que aquí presentamos.