Del hachís a la cocaína: la apasionante historia del narcotráfico en el sur de España
El periodista Andros Lozano publica 'Costo', un monumental reportaje que se sumerge en las bandas de traficantes que operan en el Estrecho de Gibraltar
2 mayo, 2023 02:16Ni una película, aunque tuviera los mismos alicientes, sería tan excitante como el libro que acaba de publicar el periodista Andros Lozano. Ni siquiera la estupenda serie documental La Línea: La sombra del narco (2020), dirigida por Pepe Mora y con idéntica motivación temática, ofrece tal profusión de datos, detalles, declaraciones, sucesos... Ni tantos ángulos. Costo, entre la crónica y el reportaje, es una magnífica retrospectiva de los años del narcotráfico en el Estrecho de Gibraltar. El sello Libros del K. O., el mismo que triunfara con Fariña (Nacho Carretero, 2015) a pesar del secuestro judicial, se ha hecho cargo de su edición.
En la conversación mantenida con Lozano, era inevitable preguntarle por las concomitancias entre ambos libros, amén de las evidentes: el tráfico de drogas como epicentro, el desafío periodístico que supone el abordaje de las dos historias y Libros del K. O., la editorial que alberga las obras en su catálogo y se responsabiliza de ellas. "Los libros son diferentes", anuncia el autor de Costo, que aprovecha el lance para afirmar que "Fariña es un libro magnífico". Lozano explica que el territorio es determinante, puesto que "los narcos andaluces son muy diferentes a los gallegos".
En efecto, sobre estas dos consideraciones se podría trazar el planteamiento del libro de Lozano, que desde hace años investiga las líneas de acción de las bandas que traen el hachís de Marruecos a las costas gaditanas para distribuir el cargamento entre las mafias europeas. La situación geográfica, decíamos, es la piedra basal de un problema elevado a la esfera política.
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De los 886 kilómetros de costa que tiene Andalucía, Cádiz cuenta con casi un tercio (252 kilómetros), según revela el periodista. Por tanto, el estrecho es un “coladero” desde los años 80 y la comarca del Campo de Gibraltar, con Algeciras y La Línea de la Concepción como grandes enclaves, es el receptáculo principal de los fardos. La otra causa entronca con la cocaína, que en los últimos años entra a España por el sur en grandes cantidades: "La ruta tradicional de Galicia está demasiado explotada", por lo que "los narcos buscan alternativas ante el colapso y la presión policial", relata el periodista.
La detención de cuatro miembros del cártel de Sinaloa hace poco más de una década alertó de esta tendencia, pero la constatación de que los narcos latinoamericanos preferían el sur llegó en 2019, cuando la Guardia Civil incautó una lancha con 1.280 kilos de cocaína. Sí, el dueño era marroquí, pero el hecho evidenciaba que los reparos de las bandas para traficar con la dama blanca ya formaba parte del pasado.
Lozano no pierde de vista el sesgo social en este territorio, históricamente vapuleado por el paro y la desigualdad. Aunque si las diferencias en el desarrollo económico no estuvieran tan acentuadas y "las cifras de desempleo fueran del 1%" —en la actualidad, superan el 35%—, "seguiría habiendo gente que trafica con droga", asegura el periodista a El Cultural. "El que entra es consciente a lo que se expone y conoce las consecuencias", explica Lozano, luego "prefiere el dinero fácil y no quiere ganarse la vida de una manera decente".
Cierto es que la mayoría de los individuos vinculados a estas tramas son carne de cañón: se han criado en condiciones sociales desfavorables, la falta de oportunidades y la precariedad apenas les deja opciones de futuro y, por si fuera poco, son testigos del apoyo popular —incluso la veneración, en muchos casos— del que disfrutan los narcos, cuya sensación de impunidad les lleva a pavonearse en coches de lujo por sus ciudades o a hacerse fotos en la cárcel cenando cigalas. El mayor de los hermanos Castaña, Isco Tejón, apareció en un videoclip de reguetón cuando estaba en busca y captura. Antón, el mayor narco de Barbate en los 90, se paseaba por la calle con una cría de león.
En definitiva, "el condicionante económico puede ser una de las causas", concede el autor de Costo, pero "hay gente que está en una situación tan precaria o más y no trafica". Lozano apela a la tradición contrabandista como "origen de lo que vino después". Y es que la cercanía entre La Línea y Gibraltar, apenas dos minutos a pie, favoreció las actividades delictivas desde hace más de un siglo, tal y como revela un episodio situado al inicio del libro. En el peñón de Gibraltar, también conocido como "La roca", los impuestos son muchos más bajos debido a que desde 1713 forma parte de la Corona británica, por lo que está sometido a otra jurisdicción.
Lozano se prodiga en la revelación de apuntes históricos de este tipo. Incluso introduce alguna pincelada mitológica, como la versión que explica la separación entre Europa y África por una acción divina. Sin embargo, la información más valiosa que nos brinda el periodista acontece en el espesor de la realidad cotidiana de la provincia de Cádiz. El narcotráfico y, paralelamente, las guerras entre bandas surge en la localidad de Barbate. A los delincuentes no les importaba tanto que el costo no fuera tan perjudicial para la salud como que la tenencia y la venta no estuviesen tan castigadas por la ley.
Antón Vázquez, el citado traficante de Barbate, fue uno de los primeros que enterró la vieja fórmula de comprar y luego revender la mercancía para exigir a los productores marroquíes una comisión por cada kilo transportado. Fueron los años en que las bandas comenzaron a imponer el modus operandi que hoy sigue vigente para los momentos de la descarga.
Los lancheros, encargados de trasladar la droga en lanchas desde Marruecos hasta las costas gaditanas, son figuras cruciales en el procedimiento. Lozano no solo nos ofrece la experiencia en primera persona de un piloto puntero —nunca tiraba la droga al mar, aunque tuviese que huir a aguas internacionales— al que entrevistó para El Español en 2016, sino que nos informa de la evolución de la infraestructura en el transporte: de los barcos de madera pilotados por pescadores a las lanchas ("gomas", en la jerga narco), embarcaciones semirrígidas de 14 a 16 metros de eslora con motores de 250 caballos, pasando por las zódiacs de seis metros heredadas del contrabando de tabaco.
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No obstante, el lanchero no es el único agente que interviene en la maniobra. Los cargadores esperan en la playa para introducir los fardos en los todoterrenos, cuyos conductores los llevan a toda prisa hasta las guarderías, naves en las que se conserva el alijo hasta el momento de la repartición entre los distribuidores. Mientras tanto, los "puntos" se encargan de vigilar los movimientos de la policía para avisar por si hubiera complicaciones. Por su parte, los busquimanos esperan a que el mar escupa a la playa los fardos que, por una persecución o un atraco, no llegaron a su destino.
Las historias personales de Costo se convierten en subtramas que enriquecen el relato. Así la de Tere la Osuna, que creció viendo cómo sus tíos agredían a su abuela cuando tenían mono, o la de los toxicómanos del barrio de Cerro del Moro, en Cádiz capital, que el día 10 de cada mes, cuando cobran los 430 euros de la ayuda estatal para parados de larga duración, se desplazan en autobús hasta Sanlúcar de Barrameda para adquirir la droga que se dispensa en distintos puntos de venta.
Son los damnificados de la codicia de los grandes narcos que, a lo largo de cuatro décadas, llevan operando en el Estrecho. Las biografías de personajes como El Nene, cuyo abuelo formó parte de la Guardia Mora de Francisco Franco en su periplo militar, son estremecedoras. El traficante, uno de los más importantes de Ceuta, agasajaba a sus subordinados para que siempre les fueran leales, a la manera de Pablo Escobar.
El Nene disponía de una caravana para celebrar orgías en la Costa del Sol, escenario fundamental en el desempeño del tráfico de estupefacientes, y se convirtió en el primer narco del sur que asumió la etiqueta de figura pública. El anterior había sido Sito Miñanco, el traficante gallego cuya última detención se produjo, precisamente, en Algeciras. El Nene fue, además, pionero en el arte de las gomas-cebo, consistente en botar tres o cuatro lanchas al mar con el objetivo de despistar a las autoridades. Solo una portaba la mercancía, claro, pero su astucia también encontró un destino fatal, como el de la mayoría de los narcos.
Ceuta fue una ciudad especialmente violenta por las luchas entre bandas. Algún líder fue asesinado en plena calle delante de su familia, e individuos como el Chino, que mató a su jefe y disparó a otras dos personas en la misma noche, sembraron el pánico en barrios como el de El Príncipe, más conocido desde la aparición, en 2015, de la serie dirigida por César Benítez y Aitor Gabilondo. Durante el confinamiento obligatorio, las autoridades policiales descubrieron que varios drones sobrevolaban el cielo de Ceuta. No cargaban, precisamente, caramelos.
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Volviendo a la península, Los Castaña impusieron su hegemonía desde 2015 hasta 2019 en el Campo de Gibraltar. Ejercían como intermediaros, no como acreedores, y llegaron a mover hasta seis cargamentos diarios de dos o tres mil kilos. A 300 euros por kilo transportado, es sencillísimo calcular la mordida que recibían por operación. Pero tenían que pagar a su “guardia”.
Según un alto cargo de la Guardia Civil, es el clan que más cerca ha estado de convertirse en un cártel: la "estructura pirámidal" de la formación era idéntica a las de "los carteles mexicanos y colombianos", recoge Lozano en su libro. Extorsionaban a los rivales, sobornaban a la policía, blanqueaban el dinero con propiedades millonarias... El paso que les faltaba era "introducirse en las institucuones". No lo consiguieron, pero lo intentaron. ¿A qué no se podrían atrever quienes construyeron un embarcadero propio en las islas Chafarinas? Aquellos mismos rescataron a punta de pistola a Samuel Crespo, un miembro de la banda que, tras haber sido detenido, recibía cuidados en el hospital. Poco importó a sus libertadores que estuviese custodiado por unos agentes de la policía.
Algeciras, el otro gran enclave del negocio narco, tuvo como líder al "Messi del Hachís", un traficante nacido en Tánger que tenía "una relación cordial" con Sergio Ramos, según reveló René, hermano y representante del futbolista, al autor de Costo. "Como en cualquier partido de fútbol, sabían que Messi era clave", asegura con sorna Lozano. Tenía tanto poder y tantos contactos que salió de prisión gracias a una fianza aportada tras ofrecer información sobre jóvenes radicales islámicos en Algeciras. Desde 2019 está fugado de la justicia y figura en la lista de las personas más buscadas por la Interpol.
El Campo de Gibraltar necesitaba infraestructura policial para embridar las 40.000 toneladas de hachís que, según la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes (JIFE) de Naciones Unidas, produce Marruecos cada año y se distribuyen por Europa a través de estas bandas. En 2018, apremiados por la creciente violencia, la Guardia Civil creó el Organismo de Coordinación del Narcotráfico (OCON Sur). En los últimos años, han llevado a cabo grandes operativos: en junio de 2020, se efectuaron hasta cuarenta detenciones en La Piruleta, una concentración de parcelas en las que habitaban narcotraficantes.
En marzo de 2020, unos registros simultáneos correspondientes a la Operación Dóberman en Málaga, Sevilla y Cádiz también dieron sus frutos. Lozano, que estuvo presente y cuenta con todo lujo de detalles la actuación policial desde dentro, tampoco pasa por alto la corrupción en los cuerpos del orden. La protección para los alijos o los chivatazos sobre los itinerarios de las patrullas a cambio de dinero son algunas de las prácticas. "Es un porcentaje ínfimo", asegura el periodista a El Cultural. "Y aquí no existe el riesgo de que un cuerpo policial esté corrompido totalmente en un determinado territorio —añade—. Si fuera así, estaríamos hablando de la existencia de cárteles".
En todo caso, las fuerzas que batallan contra el narco, justicia y policía, están desequilibradas. Lozano viene a decirnos que las leyes no tienen la contundencia suficiente para complementar los golpes que las autoridades asestan a las bandas. El periodista, en cambio, considera que "la época dorada" de los narcos en el Estrecho ya "acabó".
La destreza para interrelacionar conceptos, el rigor de la información que procura, el interés de cada testimonio que aporta y el talento para imprimir a este relato apasionante un ritmo vertiginoso hacen que Costo sea una obra incontestable. Además, con acertado criterio deja los episodios de acción para el final: primero nos sumerge en la citada operación Dóberman, que desmantela a una organización que pretendía realizar un cargamento esa misma mañana; por último, relata en primera persona su viaje en una lancha con 2.400 kilos de hachís a bordo: 80 fardos de 30 kilos. Lo que ocurre es mejor que lo lean.