Theodor Kallifatides (Mololai, Grecia, 1938) se ha encariñado con nuestro país. Desde que lo visitara por primera en 2019 gracias a su editor en España, Joan Tarrida, ha vuelto a venir tres veces más. Galaxia Gutenberg ha publicado siete de sus libros desde 2020, aunque el autor griego cuenta con una producción de más de cuarenta obras de ficción, ensayo y poesía. En esta ocasión, el motivo de su estancia en Madrid es doble: está presentando su nuevo libro de memorias, Un nuevo país al otro lado de mi ventana, y esta tarde recoge la Medalla de Oro del Círculo de Bellas Artes.
Su indumentaria, una combinación de tonos azulados y grises que atenúa el impacto de un pañuelo negro de lunares anudado al cuello, no contradice tanto su avanzada edad como su prestancia afable y desprejuiciada. Nos recibe junto a Tarrida, que ejerce de intérprete y apoya la conversación con acertados apuntes aclaratorios, en la Embajada de Suecia.
Resulta sencillo adivinar que Kallifatides se encuentra cómodo. Al mismo que emigrara desde su país natal a Suecia con solo 25 años, al que fuera testigo de tantas movilizaciones hacia el norte de Europa durante la segunda mitad del siglo del XX y experimentara en carne propia las actitudes racistas de algunos oriundos, no le soliviantan este tipo de encuentros. Por más que se encuentre a mitad de camino entre su lugar de origen y su país de residencia.
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Un nuevo país al otro lado de mi ventana entrelaza los recuerdos de su niñez en Grecia con aderezos de su vida actual en territorio sueco. Desde que su padre fuera "uno de los primeros que arrestaron los alemanes apenas entraron en el pueblo" hasta que se convirtiera en un "extranjero de éxito" en su nueva residencia, Kallifatides acumula certezas que no le abandonarán.
“La única nacionalidad que cuenta es la lengua en la que escribo”, desliza en las primeras páginas. La mitología grecorromana, la infancia, el amor, su madre y la relación de pertenencia con sus raíces son algunas de las constantes que, lo mismo que fueron cruciales en obras como El asedio de Troya, Timandra o Amor y morriña, también comparecen en este nuevo libro.
Pregunta. ¿Está contento de regresar a España? Últimamente lo ha visitado más que nunca.
Respuesta. Sí, y espero hacerlo muchas veces más. España me ha enseñado mucho. La poesía, el teatro, el cine, las canciones, la arquitectura… Estar aquí es una lección para mí.
P. Ahora que su trayectoria como narrador está más que consolidada y ha escrito tanto en sueco como en griego, ¿cuál es la relación que mantiene con ambos idiomas?
R. Escribo en la lengua del país en que que vivo en ese momento. Si estoy en Grecia, en griego; si estoy en Suecia, en sueco. Naturalmente, tengo una familia en Suecia y mi vida está allí. Por eso escribo más a menudo en sueco, pero todas las lenguas son mis lenguas. Creo que es una riqueza tener la posibilidad de controlar tus ideas, tus pensamientos y sentimientos en los dos idiomas. Si escribiera algo más, lo haría del mismo modo: primero en sueco y luego en griego. Cuando te traduces tú mismo, eres objetivo y te das cuenta de lo que has hecho mal.
P. En Amor y morriña, fue usted mismo el que escogió el título en español. ¿Qué ha ocurrido en el caso de Un nuevo país al otro lado de mi ventana?
R. Había un problema, porque en lugar de referirme a un “nuevo país” también podría haber dicho “una nueva patria”.
P. En España, quizás “patria” hubiera tenido unas connotaciones más ambiguas.
R. Sí, por eso. En los países que han tenido dictaduras, como España y como Grecia, la palabra puede dar lugar a confusión. En todo caso, puedes tener dos países, pero la patria es solo una. El lugar al que llegas puede convertirse en una patria, pero hasta el momento solo es un país.
P. ¿Suecia ya es una patria para usted o todavía sigue siendo un país?
R. La patria solo es el país de mis padres. Suecia está en mi corazón, quiero mucho a ese país y estoy muy agradecido, pero yo siempre seré griego.
P. El libro arranca con un episodio sobrecogedor en el que alguien lo llama “turco de mierda”. ¿Precisamente el hecho de que quien emite el insulto confunda su nacionalidad refleja la ignorancia del racista?
R. Por supuesto. Además, hay una jerarquía entre los inmigrantes. En Suecia, los españoles eran la aristocracia. En los años 60 del siglo pasado, los suecos venían a España de vacaciones, así que ya los conocían y los trataban mejor. Los franceses también triunfaban. Luego estaba el resto: los griegos, y por último los turcos.
"Hay una jerarquía entre los inmigrantes. En Suecia, los españoles eran la aristocracia"
P. ¿Cuál es el motivo de que en Suecia le consideraran cada vez más extranjero, por más libros en sueco que publicase?
R. Los países del norte de Europa han vivido más aislados que el resto del continente. Hasta el final de la II Guerra Mundial, incluso hasta los años 60 en algunos casos, no han recibido a muchos migrantes. Y tampoco había demasiado turismo, por lo que la relación con el extranjero no era tan habitual. En general, en el mundo no había tanta relación con el otro. La primera vez que yo vi a una persona de color tenía 22 años.
P. ¿Un nuevo país al otro lado de mi ventana es, verdaderamente, su libro más personal?
R. El más personal, sí, pero no el más indiscreto (risas). En realidad, todos mis libros son confesionales. No puedo escribir fantasía porque mis libros viven en mi corazón y lo que tengo dentro es lo que escribo.
P. También recoge los sueños de la infancia. No es que cuestione la realidad, pero sí pone en tela de juicio la supuesta importancia de lo veraz. ¿Los escritores necesitan hacer este ejercicio?
R. Sí, es verdad, pero también puedes escribir sobre la realidad sin cuestionarla, simplemente presentando los hechos tal y como han ocurrido. Tolstói es un ejemplo de que muchos clásicos no comentan la realidad. A lo largo de la historia de la literatura, lo importante no era el autor, sino el libro. Hay algunas excepciones como las Confesiones de San Agustín, que sí hablaba de sí mismo, pero en general no era así. Ahora ha cambiado mucho, y normalmente el autor pasa por delante de la obra. Lees un libro y acabas aprendiendo más del autor que de la realidad. No creo que sea bueno.
En mi caso, claro que hablo sobre mí, pero expongo la realidad más allá de mí mismo y reflexiono sobre ella. Mi madre, que había tenido muy poca educación cultural, un día me dijo: “Escribes igual que te comportabas cuando tenías tres años y me preguntabas ‘¿qué es esto?’... y ‘¿qué hace?’”. Lo que me interesaba saber era cómo funcionaba.
P. Su madre es el gran personaje de su literatura.
R. Sí, y de mi vida también.
"Ahora lees un libro y aprendes más del autor que de la realidad. No creo que sea bueno"
P. La presencia de los clásicos también ha sido muy recurrente en su obra. En un mundo como el que vivimos, cada vez más ajeno a las humanidades, ¿qué pueden enseñarnos?
R. Nos pueden enseñar muchas cosas. Si hablamos solo de la escritura, los clásicos tenían como objetivo escribir muy claro, muy limpio, ser siempre comprensibles y que sus obras no fueran solo palabrería.
P. ¿Los clásicos eran más concisos?
R. Por supuesto.
P. ¿Es lo mismo que decir que en la literatura actual hay más verborrea?
R. Puedes repetirlo las veces que quieras. Es exactamente así (risas). En la Guerra de las Termópilas, 300 espartanos se enfrentaron a un ejército persa de miles de personas. Murieron todos, claro, y un poeta escribió por ellos en su tumba: “Extranjero, ve y dile a Esparta que yacemos aquí por ser fieles a sus leyes”. En una frase como esta se dice todo. Hoy habría crónicas de los ejércitos, los amantes que tenía el general… En cambio, esta frase se recordará para siempre.
P. ¿Cómo valoran los griegos la proyección que sigue teniendo su mitología?
R. Siempre he dicho en mis libros que es imposible abandonar Grecia porque la lengua persiste. Si miras al cielo, la mayoría de las constelaciones y las estrellas llevan nombres griegos.
P. ¿Pero son conscientes de su dimensión universal? ¿Se sienten orgullosos?
R. Lamentablemente, no podemos estar tan orgullosos porque somos un país pobre y pequeño, muy dividido entre izquierda y derecha, ha habido guerras civiles… Y la educación deja más de lado a los clásicos, pero esto ocurre en toda Europa.
P. ¿Le enorgullece recibir la Medalla de Oro del Círculo de Bellas Artes?
R. No estoy orgulloso, pero estoy muy agradecido.