Podrá sorprender a algunos (admiradores, como yo, del gran Márai) si digo que la novela que hoy aparece con gran pulcritud, Los celosos, segundo tomo de una muy notable trilogía de nuestro húngaro, ya salió en español (Janés editor) en 1949. Y aún sorprenderá más saber que la primera de esas novelas, Los rebeldes, esté en nuestra lengua desde su publicación en Madrid (Zeus editor) en 1931. Entonces aún se traducían –costumbre superada– los nombres propios de los autores, por lo que leemos Alejandro Márai. ¿Mera curiosidad? No. Sándor Márai, sobre todo como narrador, fue muy famoso en toda Europa en los años 30 y 40.
Después de la II Guerra Mundial, sus libros se prohibieron en la Hungría comunista como “literatura burguesa”, Márai abandonó su país –para siempre– en 1948 y a partir de ese momento su fama fue decayendo y ocultándose, hasta su casi desaparición.
Nacido en el pueblo húngaro de Kassa –hoy Eslovaquia– en 1900, Márai es uno de los últimos frutos culturales (pienso también en Gregor von Rezzori, más joven) del famoso Imperio Austro-Húngaro, estructura vieja pero muy plural que desaparece, y no pocos (Joseph Roth) lo añorarán en 1919. Márai –sobre la excelencia hermosa de su prosa, reflexión en imágenes líricas– fue un hombre mundano, refinado, viajero, algo bohemio en sus inicios como poeta (1921), que hablaba muy bien alemán. Repasando una obra amplia, y en su mayoría espléndida, vemos que gran parte de lo mejor se escribe en los años 30 y 40, cuando se puede considerar uno de los grandes novelistas centroeuropeos, lo que en ese momento no es poco decir.
Lo que nos subyuga de la obra de Márai son las historias humanas y la gran prosa, que es pensamiento lírico
La llamada “trilogía de Los Garren”, clásica saga familiar, lujosa y hondamente escrita, se abre con Los rebeldes de 1930, continúa con Los celosos en 1937 y se cierra con Los ofendidos. Descubrí, con gran placer, a Márai con una gran novela sobre la amistad de unos jóvenes, cuarenta años después, que es El último encuentro, editada en húngaro en 1942. Por no ser excesivo, otra de las señaladas novelas de nuestro autor, Confesiones de un burgués, es de 1934.
La postguerra soviética en Hungría y el exilio hicieron mucha mella en aquel hombre supersensible, de otro mundo ya. Fue con su mujer a Nueva York, retornaron brevemente por nostalgia europea a Salerno, en Italia, unos diez años después, para volver a EE.UU. definitivamente, a San Diego, donde Márai (tras la muerte de su mujer e hijo) realmente solo y no queriendo hospitales ni residencias, se suicida de un tiro en febrero de 1989. Escribió en su Diario –esos diarios cuentan entre lo mejor del final– “no estoy impaciente, pero ya es hora”. No tardó mucho en caer el muro de Berlín, lo que recuperaría al gran Márai –como así ocurrió– poeta, dramaturgo y gran novelista, que volvería a ser un best-seller, póstumo ya.
La obra narrativa de Márai nos sitúa casi siempre en la Europa de entreguerras. Pero la ubicación geográfica o cronológica no importa, pues lo que nos subyuga son las historias humanas, y la gran prosa, que es pensamiento lírico (imágenes que abren a otras y otras imágenes) con todo tipo de técnicas narrativas, desde el relato dentro del relato al monólogo interior. Ello sin esquinar nunca “la hora del lector”, es decir, que este viva y no pueda dejar de caminar placenteramente dentro de la obra.
Los celosos se centra en la agonía del patriarca de los Garren (todos han vivido separados) que acuden a su final, especialmente Péter Garren, figura importante del libro, lleno de reflexiones múltiples y tipos fascinantes como el rico y extrañamente dadivoso Emmanuel. No estamos rescatando a un autor “curioso”, sino situando a un grande de la narrativa del siglo XX. Infaltable Márai.