William Ospina (1954) es un reconocido autor en cuya bibliografía hay espacio para la poesía, el ensayo y la novela. Pondré mi oído en la piedra hasta que hable participa de rasgos de los tres géneros, incluso de la narración histórica. En la obra se recrea la vida de Alexander von Humboldt (1769-1859), un hombre muy culto versado en astronomía, geografía, botánica y geología, e imbuido de un espíritu humanista.



El texto es un mosaico en el que, desde una perspectiva histórico cultural, se recrea la época de la Ilustración como se desarrolló en la vieja Europa, con sus conflictos políticos y la necesidad, que algunos observaron, de avanzar en la formación de los individuos y, sobre todo, de estudiar y catalogar todo lo que está presente en la naturaleza, desde las montañas a los mares, pasando por los animales y las plantas.



De ahí que en el libro aparezcan referencias constantes a las ciencias y al análisis de un medio natural concebido desde una perspectiva humana, y todo ello enmarcado en un tiempo en el que, si bien partir en busca de aventuras solo estaba al alcance de unos pocos apasionados y con medios económicos, aún más difícil era regresar para contarlo; un tiempo en el que, por encima de la especialización, triunfaba el conocimiento de disciplinas diversas que pudieran revelar la incalculable variedad del mundo. Es en ese contexto en el que Humboldt viaja al nuevo continente, que desde el principio le hechizó con su belleza y su esplendor.

Pondré mi oído en la piedra hasta que hable

William Ospina

Random House, 2023

360 páginas

20,90€

El narrador, que no se oculta y aparece desde un yo consciente cuando lo considera oportuno, recoge en su composición fragmentos de las obras de Humboldt, tanto de sus escritos más personales como de la monumental Viaje a las regiones equinocciales del Nuevo Continente, y añade párrafos del diario de un personaje importante en su vida y en la expedición, el quiteño Carlos de Montúfar.



El libro detalla el periplo que, tras hacer escala en Tenerife para ascender al Teide a finales del siglo XVIII, lleva a Humboldt a Venezuela. Allí conoce a Carlos del Pino, un indio que lo acoge y lo acompaña y que se revela como guía insustituible, un amigo con el que el viajero polímata observa las costas, las llanuras y las selvas del Orinoco. Más tarde visita el Nuevo Reino de Granada, Cuba y Nueva España, incluso llega hasta los Estados Unidos.



El narrador se detiene con delectación en describir la exuberancia del cono sur americano, su naturaleza salvaje, las cordilleras fantásticas y los litorales ardientes. Aquí tienen cabida los colores de la naturaleza –el rosa de las arcillas, el amarillo de las tierras sulfúricas– para mostrar la hermosura cromática del continente.



En el relato también se advierte la hospitalidad y el afecto de los nativos. No en vano, descubre Humboldt que cuanto más lejos está de la civilización la gente alberga una mayor integridad moral. Además, en el libro se observa un compromiso con el planeta y una reflexión sobre la idoneidad de la conquista, observados desde una perspectiva muy actual.