Desde el anunciado abandono de la dirección de películas en 2008, ha mantenido Manuel Gutiérrez Aragón (Torrelavega, Santander, 1942) una regular dedicación a la narrativa. Ahora reúne ocho relatos breves (uno anterior a este periodo) bajo el título de la última de las piezas, Oriente. El lugar privilegiado que implica este texto como broche del volumen avisa de algunas peculiaridades o rasgos del conjunto.
En "Oriente" se suman una intensa emocionalidad, una cualidad de historia efusiva dirigida al público y una concepción del relato como manera de permitir que un suceso perviva en el tiempo, además de una premeditada carga vivencial de corte autobiográfico. Estas notas afectan al resto de los relatos y dan al libro un carácter unitario.
Otro rasgo compartido de los textos lo declara el propio autor en una concisa nota preliminar. Pensó, explica, que eran diversos entre sí, pero al juntarlos advirtió que tenían en común el tema del relato en sí mismo, el de la propia forma narrativa como inquietud del autor.
Si bien, señala, esa preocupación estaba escondida tras las distintas situaciones en que se emplazan las anécdotas. Pero a veces es explícita. "El matemático", crónica revivida de una trágica vivencia juvenil, muestra la reflexión acerca del propio relato al preguntarse cuándo terminan las historias. Y en el enigmático "El nestrovich" se apostilla que los hechos solo cobran sentido al contarse.
No está tan claro el cumplimiento de este rasgo en todos los relatos, pero la conciencia de un narrador que actúa sobre la materia de la vida y la trasforma en cuento sí es constante. Aunque no a la manera rebuscada y artificiosa con que suele hacerlo la metaficción. Al revés, se halla como un trasfondo de la escritura que deja fluir la carga de sensaciones que impregna un repertorio de historias muy dispares. En efecto, nada tienen que ver entre sí ni las anécdotas ni los tonos y las atmósferas.
La imaginería apocalíptica y claustrofóbica surge en "Ópera interrumpida", función frustrada en el Teatro Real con el fondo de ominosos peligros. Todo lo contrario ocurre en "Sesión de cine", capítulo independizado de la novela Rodaje, donde se hace una estampa casi social de la asfixiante España franquista. "El nestrovich", historia de un raro ser entre humano y animal, lleva al límite la extrañeza.
Sobre el peso del azar en el destino humano trata un divertido relato de fatalidades y equívocos, "El gran viaje". Una vuelta de tuerca se le aplica a la psicología del amor, con un psiquiatra metido en el enredo, en "Sevilla en el fondo del mar", pura fantasía que puebla el cielo de la ciudad de peces. La jugosa invención, con aires de moderno guiñol, enlaza humor, ternura, dolor, esperanza y tristeza, y lo tinta todo con pinceladas de costumbrismo satírico.
En bloque, Oriente rinde gozoso tributo a la narratividad. Se trata de narrar por el placer de contar casos atractivos, algo que Gutiérrez Aragón hace con inspiración literaria, con maestría técnica y con algo del encanto del relato oral. Ese gusto se salda con un espléndido libro de relatos, una seductora mesa de trucos, según llamaba Cervantes a las 'ejemplares', que, como la cervantina, entretiene y divierte y, de paso, destapa sugestivas aristas del alma.