Pocos personajes históricos pueden competir con Adam Smith a la hora de ponderar la pervivencia de sus ideas en nuestros tiempos. El 300 aniversario de su nacimiento, el 5 de junio de 1723, es una buena ocasión para recordar a este pensador y las circunstancias de su tiempo, inseparables de una mirada lúcida y profunda
Desde una edad temprana, Adam Smith mostró una curiosidad insaciable y una mente ávida de conocimiento. Sus padres, Margaret Douglas y Adam Smith Sr., lo criaron en un ambiente intelectualmente estimulante. Fue su madre quien se aseguró de que Smith recibiera una educación excepcional en el campo de las letras y las ciencias. Su padre, por otro lado, era un aduanero y comerciante, lo que le brindó una perspectiva única sobre el mundo de los negocios y el comercio.
Tras asistir a la Universidad de Glasgow a la temprana edad de 14 años, Smith se sumergió en el mundo académico y demostró ser un estudiante brillante. Bajo la tutela del renombrado profesor de filosofía Francis Hutcheson, desarrolló una comprensión profunda de la moral y la ética, claves en la formación de la época.
Lecciones que sentaron las bases de su futura obra, Teoría de los sentimientos morales, que se publicaría más tarde en 1759, y que fue la que más influencia tuvo en su tiempo. Muchas de sus intuiciones de entonces son ahora teorías científicas basadas en la neurociencia y en la psicología social de vanguardia.
Un tratado filosófico innovador que exploraba la naturaleza humana y el papel de la moral en la sociedad en el que Smith argumentaba que los seres humanos están impulsados por una simpatía natural hacia los demás y que la búsqueda de la felicidad y el bienestar es un objetivo compartido.
Defendía que la sociedad funciona mejor cuando se basa en la empatía y la compasión. De ahí que, frente a los liberales que reivindican su figura a través de La riqueza de las naciones, los comunitaristas como Michael Sandel prefieran resaltar la importancia de Teoría de los sentimientos morales. A pesar de la importancia de su obra sobre ética y moral, fue su trabajo posterior en economía lo que catapultó a Adam Smith a la fama mundial posterior. En 1763 recibió una invitación para convertirse en tutor del joven duque de Buccleuch y viajó por Europa durante varios años.
En su tiempo en el extranjero, Smith se encontró con las principales figuras intelectuales y se familiarizó con las teorías económicas de la época. En 1776, publicó La riqueza de las naciones, el libro que lo inmortalizó en la historia del pensamiento económico y social, que sentó las bases de la moderna teoría económica y revolucionó la forma en que se entendió la economía a partir de aquel instante.
Adam Smith no buscó la fama o la riqueza. En el tricentenario de su nacimiento, su legado sigue vivo
La obra de Smith fue revolucionaria en muchos sentidos. Desafió las viejas teorías mercantilistas que enfatizaban la acumulación de riqueza a través del comercio y la imposición de restricciones. Smith argumentó a favor de la liberalización del comercio, la eliminación de barreras y la promoción de la competencia como motores del crecimiento económico.
Su enfoque basado en la observación y el análisis empírico le permitió desarrollar una comprensión profunda de los mecanismos económicos y sociales, y sentó las bases de la economía clásica que ha influido en generaciones de economistas y líderes políticos. Pero su visión del libre mercado no era simplemente una búsqueda desenfrenada del interés propio, sino que reconocía la importancia de la justicia social y la protección de los derechos individuales.
Abogaba por la responsabilidad social y argumentaba que el gobierno tenía un papel importante en la promoción del bienestar general y la protección de los más vulnerables. El neoliberalismo puede ser acusado de una apropiación teórico-moral indebida.
Smith no buscó la fama o la riqueza personal. Dedicó su tiempo a comprender el funcionamiento de la sociedad y a investigar la mejor forma de promover la prosperidad. En el tricentenario de su nacimiento, el legado de Adam Smith sigue vivo desde su muerte el 17 de julio de 1790.
Sus ideas han moldeado la forma en que comprendemos la economía y la sociedad, y siguen siendo relevantes en el siglo XXI. La búsqueda de un equilibrio entre la libertad económica y la responsabilidad social es un desafío constante en nuestro mundo cambiante, y el pensamiento de Smith nos proporciona una guía valiosa para enfrentarlo.
Filósofo y economista iluminado, mostró el camino hacia una nueva era económica, donde el libre mercado y la competencia se convirtieron en los cimientos de la prosperidad. Su sabiduría y visión perdurarán a través de los siglos, recordándonos la importancia de un enfoque equilibrado en la búsqueda del interés propio, el bienestar común y el progreso de la sociedad en su conjunto. Un reto que no caduca.
La riqueza de las naciones
Publicada el 9 de marzo de 1776 1776, Adam Smith comenzó a escribir La riqueza de las naciones en 1764, mientras era tutor del joven Duque de Buccleuch, al parecer, según explicó en una carta a David Hume, para “pasar el tiempo”. Sin embargo, el proyecto le fue conquistando y le dedicó los siguientes doce años de su vida.
Compuesta por cinco libros, en ella Smith argumentó a favor del libre comercio, la división del trabajo y la importancia de la competencia para el progreso económico. Sirva este razonamiento para comprender el realismo de la urdimbre entre razón y emoción en su pensamiento: “La sabiduría que ideó el sistema de los afectos humanos […] parece haber juzgado que el interés de la gran sociedad de la humanidad se promovería mejor dirigiendo la atención principal de cada individuo a esa porción particular de la misma, y que está sobre todo en el interior de la esfera de sus habilidades y su entendimiento”.
Uno de los conceptos más destacados que introdujo fue el de la “mano invisible”, pues argumentaba que, en un mercado libre y competitivo, las fuerzas del mercado actúan como una “mano invisible” que dirige los recursos de manera eficiente para el beneficio de toda la sociedad.