Una reedición arrastra, normalmente, una voluntad reivindicativa. En este caso, las memorias de Antonio Ferres (Madrid, 1924-Madrid, 2020) no solo vienen a recordarnos al autor olvidado, sino a constatar que no hace mucho una generación de narradores vino a cambiar la literatura de nuestro país.
En un sustancioso y revelador prólogo, Constantino Bértolo nos recuerda que Ferres, autor de Con las manos vacías, perteneció al grupo de autores agrupados en torno al realismo crítico, que se revela, según sugiere Bértolo, como una ligera variación –más bien un matiz– del realismo social imperante.
La diferencia estaba en el enfoque: mientras que Cela, Laforet, Sánchez Ferlosio o Martín Gaite exploraban la realidad, Jesús López Pacheco, Armando López Salinas, Alfonso Grosso y el propio Ferres retrataban personajes más comprometidos y golpeados socialmente.
Frente a quienes ahora la tachan de “sectaria”, el editor reivindica el “momento de experimentación y vanguardia” que supuso esta generación. Por las páginas de este libro desfilan nombres de poetas como Gabriel Celaya, Carlos Edmundo de Ory o Blas de Otero y cineastas como Luis Buñuel.
Nacido en el barrio madrileño de Argüelles, Ferres fue testigo directo, por su militancia antifranquista, de los episodios más cruciales del siglo XX. Cuando era solo un niño, divisaba desde su casa las columnas de humo correspondientes a la quema de iglesias en tiempos de la II República.
[Adiós a Antonio Ferres, autor de 'La piqueta']
“No hay inocencia ni culpa en mi origen”, escribe el autor. Aunque su escritura es evocadora, recrea el ambiente de cada época con crudeza. A su regreso del exilio en México, se sintió desencantado con una sociedad que, moralmente, no había mejorado tanto respecto a los primeros años de posguerra, en los que “estaba seguro de la absoluta desolación del mundo”.