¡Buenos días!
Han estado a punto de ganar estos poemas:
Hwnvi
Con los ojos en blanco el violín / del rayo se desvanece en el contrabajo / del trueno arropando los pies fríos del silencio.
Desde esa imaginativa estampa inicial, “Con los ojos en blanco el violín”, ya nos situamos en un plano distinto en la percepción metafórica de la realidad. El resto es fértil diálogo musical, con esa doble vía hacia el lenguaje anterior al sonido. Bien.
Sebastian
Hierve el día sin párpados, / páramo gótico, / donde velo el cadáver del sol.
Minimalismo envolvente para un poema de imágenes muy bien acabadas, con pleno sentido en sí mismas, que aumentan la hondura al comenzar el diálogo interno del poema. Ese evocador “páramo gótico” da paso a un cierre estupendo, con su luz caída.
Sueño
Esto es lo que el espejo del cielo vio: / un pájaro extraño en la inmensa llanura/ con su ojo puesto en el horizonte de sangre.
El homenaje directo a Cormac McCarthy guarda también calidades internas, más allá del guiño final en el tercer verso, que de alguna manera es la llama definitiva de ese tono casi bíblico del comienzo, con ese verso alado que nos hace volar sobre el poema.
Pero el ganador es:
Blanche
En el fatigado mediodía, la luz hiere el cráneo del mundo. / Bajo las ruinas del olmo, / mi corazón es una selva.
Ese comienzo alicaído, de ocaso que nos llega sin apenas pensarlo, quizá tenga también mucho que ver con la vida: ese “fatigado mediodía” que de pronto nos sorprende, sin esperarlo, antes de esa “luz” tan brutal y cegadora. Pero siempre nos quedan “las ruinas del olmo”, tan machadianas como sugerentes, tan llenas de hondura en la emoción.
Tema de la semana: “La cárcel voluntaria”. Cuántas cárceles lleva tu mirada encima, qué respiración de realidad tenemos que subir hasta nosotros para poder saltarnos nuestros muros. ¿Nos fueron impuestos, o lo hacemos nosotros? Escribamos de eso, en 3 versos y no más de 140 caracteres. Escribamos, también, de nuestro miedo a la libertad, de todos esos cercos interiores que podemos alzar sin darnos cuenta, y al final nos encierran en la peor cárcel posible: la que hacemos nosotros, y con nosotros dentro.
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