El primer contacto de Ernest Hemingway (1899-1961) con España fue fugaz. A finales de 1921, el barco que le trasladaba desde Nueva York a París junto a su primera mujer, Hadley Richardson, hizo una escala en Vigo que la pareja aprovechó para desembarcar y recorrer la ciudad durante cuatro horas. Visitaron la lonja del pescado y comprobaron que por dos pesetas te despachaban una generosa frasca de buen vino, cuando no se podía comprar alcohol legalmente en Estados Unidos. Vigo provocó en Hemingway una "fuerte impresión", según describió en un artículo para el Toronto Star Weekly, y prometió volver pronto a España.
Algo más de un año después, en la primavera de 1923, viajó a Madrid para asistir a una corrida de toros y visitar el Museo del Prado, recorrido que continuó por varias ciudades andaluzas. No tardó en regresar, esta vez a Pamplona y a los Sanfermines una cita que no se perdió los años posteriores. En 1925 llegó con un variopinto grupo de expatriados británicos y estadounidenses y relató las andanzas y amoríos, con torero incluido, de esta "generación perdida" en Fiesta (1926), la obra que le catapultó como el gran cronista de su época.
Unos años después, con Adiós a las armas (1929), la historia de amor con muchos tintes autobiográficos entre un joven idealista estadounidense y una enfermera durante la Primera Guerra Mundial, Hemingway cuajó un estilo propio y se erigió en una celebridad. Pero la década de los treinta, de regreso en Estados Unidos, parecía resistirse al ambicioso y siempre insatisfecho autor, debatiéndose entre la literatura y el periodismo. Seguía viajando a Europa y estuvo en España en 1931, poco después de la proclamación de la República, aunque su vida transcurría entre la caza mayor en Wyoming y la pesca de altura en Cayo Hueso, protegido por la gran fortuna familiar de su segunda mujer, Pauline Pfeiffer. Publicó en 1932 Muerte en la tarde, su particular ensayo sobre el sentido y la esencia del toreo.
[Ernesto, el pamplonica: los años de Hemingway en San Fermín]
En 1936, cuando estalló la Guerra Civil española, Hemingway apenas prestó atención a la noticia, como el resto del mundo, hasta que se produjo lo inesperado: Madrid resistió los embates del fascismo. Llegó a España en marzo de 1937 con un jugoso contrato con la North American Newspaper Alliance (NONA), que reunía a sesenta grandes periódicos y le reportaba 500 dólares por crónica. Participó en el guion de la película documental Spanish Earth (Tierra de España),dirigida por Joris Ivens, que trataba de movilizar a los estadounidenses a favor de la República. Colaboraba también en el proyecto John Dos Passos y el enfrentamiento entre ambos escritores a propósito del conocido como 'caso Robles' (un amigo y traductor de Dos Passos que fue detenido y ejecutado por los servicios secretos soviéticos sin mediar juicio ni acusación alguna) se señala como el fin de la 'generación perdida'.
Hemingway estuvo un par de meses en España y regresó a Estados Unidos para el lanzamiento de la película. Regresó en agosto y permaneció hasta la batalla de Teruel, que cubrió en primera línea: era el corresponsal más popular en el frente. Durante 1938 todavía realizó un par de visitas más cortas.
El escritor buscaba en la guerra de España nuevas experiencias para sus épicas narraciones
Pero si hay un escenario propio de Hemingway en España, este es sin duda el hotel Florida, en la madrileña plaza de Callao, que concentró durante el largo asedio a la capital lo que Hugh Thomas definió como "la edad de oro de los corresponsales en el extranjero". Saint Exupéry, Capa, Gerda Taro, Herbert Matthews, Koltsov, Dos Pasos, Malraux, Delmer y Virginia Cowles, entre otros, fueron sus huéspedes y Hemingway situó allí, en la habitación 109 que ocupaba con Martha Gellhorn (que se convertiría en su tercera mujer), su obra teatral La quinta columna, drama de un personaje en conflicto entre el amor y su compromiso político.
En febrero de 2024 se cumple el centenario de la inauguración de este hotel, obra de uno de los grandes arquitectos de Madrid, Antonio Palacios, que apenas estuvo en pie cuarenta años y fue derribado para levantar en su lugar unos grandes almacenes. Hemingway buscaba en la guerra de España nuevas experiencias para sus épicas narraciones y escribió, además de algunos relatos, su gran novela, Por quién doblan las campanas (1940). Pese a su significación durante el conflicto, regresó a España a partir de 1953 con regularidad, tolerado por el régimen, y en 1959 siguió la rivalidad en los ruedos durante El verano peligroso (obra que se publicó póstumamente) entre Luis Miguel Dominguín y Antonio Ordóñez.