Historia de la Derecha Española, de Pedro Carlos González Cuevas (Madrid, 1959), y Los conservadores y la revolución, de Álvaro Delgado-Gal (Madrid, 1953) son libros esenciales en sus vidas. González Cuevas, por ejemplo, dedicó su tesis doctoral a la derecha monárquica y Acción Española durante la II República, y confiesa que “las derechas españolas han sido el centro de mis investigaciones y de mis reflexiones históricas". Delgado-Gal, por su parte, empezó a redactar su libro hacia 2010, "mucho antes de que hubiera tomado cuerpo la crisis actual".
Pregunta. ¿A qué se debe lo que Stanley Payne llama la "debilidad del análisis intelectual sobre la historia de las derechas en España"?
P. C. González Cuevas. Se trata de un hecho que hay que analizar en una doble dimensión. Por un lado, la historia de las ideas fue progresivamente devaluada en la Universidad española por la hegemonía de un marxismo bastante superficial, como el sustentado por Manuel Tuñón de Lara y sus discípulos, durante años. No siempre fue así. Hubo excelentes historiadores como José Antonio Maravall y Luis Díez del Corral. Su legado ha sido recuperado, en parte, por Javier Varela o José Álvarez Junco.
Sin embargo, creo que la historia de las ideas sigue sin suscitar el necesario interés entre las nuevas generaciones. De otro lado, existe un sector historiográfico, como el representado por Paul Preston y Ángel Viñas, para el que la derecha representa el mal radical, un fenómeno social y político de carácter criminal. Mi opinión es la antípoda: la derecha española tiene una clara dimensión cultural e intelectual, como puede verse en la producción de pensadores de la talla de Jovellanos, Antonio Alcalá Galiano, Donoso Cortés, Balmes, Cánovas del Castillo, Menéndez Pelayo, Maeztu, Azorín, Ortega y Gasset, Emilia Pardo Bazán, D’Ors, etc, etc.
Álvaro Delgado-Gal. La Ley de Memoria Democrática representa un ejemplo perfecto de lo que no se debe hacer si se quiere comprender a la derecha. Una de las cosas que más nos ha enturbiado el sensorio es el sacrificio del análisis inteligente a las tácticas cortoplacistas impulsadas por la lucha política.
P. Delgado-Gal asegura en su libro que "el mundo contemporáneo es, o quiere ser, hijo de la revolución". ¿También en el caso español?
A. D.-G. En el orden siempre teatral de los principios, o declaraciones de intención, la izquierda, o el progresismo, o como queramos llamar al movimiento de ideas que se inicia en 1789, es la que plantea los términos del debate. Los conservadores, cuando son pragmáticos, se dedican a domesticar la revolución, a neutralizarla y, simultáneamente, hacerla viable. No debemos olvidar que el Estado Benefactor es un invento conservador, inaugurado por Bismarck. Y que también hay que agradecer a los conservadores la democracia representativa.
G. C. A mí, en cambio, esa afirmación me parece, a nivel histórico, un tanto superficial. Sin duda, los proyectos revolucionarios tienen su influencia en los procesos sociales, pero raramente se cumplen en su totalidad. François Furet señaló que la Revolución francesa tuvo influencia en el "imaginario social", porque deslegitimó los fundamentos del Antiguo Régimen. Sin embargo, sus estructuras sociales y mentales pervivieron largo tiempo. Y es que la dinámica histórica es mucho más complicada que la representada por la dicotomía revolución/reacción.
P. ¿Puede decirse que la primera manifestación fuerte de una derecha española contemporánea se produce en torno al absolutismo fernandino, antiilustrado y antiliberal?
G. C. No exactamente. La derecha española en su conjunto resulta inexplicable sin la aportación de lo que denomino Ilustración ecléctica, síntesis de planteamientos modernizadores y católicos, cuyo principal representante es Jovellanos. Además, la etapa fernandina no es homogénea, sino que experimentó diversas etapas. Al final, como sostengo en mi libro, hubo equilibrios claros entre los sectores tradicionalistas y los modernizadores.
"Menéndez Pelayo se dedica a abatir a sus enemigos ideológicos como se dispara a las dianas en una feria". Álvaro Delgado-Gal
A. D.-G. Ha llovido mucho desde principios del XIX, y no me atrevería a aplicar la etiqueta "derecha española" a los serviles de tiempos de Fernando VII. Más seguro es reconocer una confluencia de fuerzas conservadoras alrededor de Franco, movilizadas por la necesidad de ganar una guerra civil. Tiene sentido llamar a eso "derecha", pero evitando anacronismos. Me parecería un error mayúsculo identificar a la derecha actual con la derecha franquista.
P. ¿Pero tuvo recorrido político en el XIX el pensamiento liberal de un ilustrado como Jovellanos (del XVIII)?
G. C. Evidentemente, sin la aportación de Jovellanos, un conservador liberal a la inglesa como Edmund Burke, no puede entenderse el moderantismo, nuestro liberalismo doctrinario o el canovismo. Incluso existen interpretaciones tradicionalistas de Jovellanos como las defendidas por Nocedal o Menéndez Pelayo. Y en el régimen de Franco, la de sectores modernizadores de la tecnocracia y del Opus Dei.
A. D.-G. Prefiero no hablar de Jovellanos porque lo conozco mal. No he logrado leer a un pensador político del XIX español que me cautive.
P. ¿El carlismo (Dios, Patria y Rey) representó la concreción más potente, con sus guerras, del reaccionarismo español antiliberal del XIX? ¿Tuvo concordancias con otras corrientes similares europeas?
A. D.-G. Los paralelos son con frecuencia tan imperfectos, que más vale no hacerlos. Tomemos Francia. El núcleo de la disputa política y civil es en Francia una cuestión enorme que aquí no se había verificado: la Revolución Francesa. Tomemos Italia. Es cierto que el liberalismo, como en España, se inclina a algo así como la unidad nacional. Pero en Italia esa unidad se está haciendo, mientras que en España se deshace, en la estela de un imperio también en descomposición.
G. C. Yo creo que sin duda existen esas concordancias entre el carlismo y otros movimientos europeos. Los chuanes y La Vandée frente a la Revolución francesa. Los "ultras", legitimistas en el reinado de Luis XVIII y Carlos X. El "sanfedismo" en la Italia meridional. Sin embargo, lo que caracteriza a España es la persistencia de esta tradición durante el siglo XIX y parte del XX.
"Sin la aportación de Jovellanos no puede entenderse nuestro liberalismo doctrinario o el canovismo". Pedro Carlos González Cuevas
P. ¿Pensadores como Balmes, Donoso Cortés y Menéndez Pelayo son los más influyentes en la derecha española del XIX y comienzos del XX? ¿Cómo, qué aportaron? G. C. Balmes, Donoso Cortés y Menéndez Pelayo influyeron permanentemente en amplios sectores de la derecha española hasta hace relativamente poco tiempo, digamos que hasta finales del régimen de Franco, incluso influyen hoy en ciertos sectores.
A. D.-G. Puedo hablar de Donoso y de Menéndez Pelayo, no de Balmes. Son muy distintos Donoso y Menéndez Pelayo. Donoso es un venático, en la línea de De Maistre, aunque mucho menos inteligente. Menéndez Pelayo, gran crítico, muy buen escritor, aplica a su análisis de las ideas la técnica del apologista católico. Fundado en verdades incontrovertibles, avaladas por la Iglesia, se dedica a abatir a sus enemigos ideológicos como se dispara a las dianas en una caseta de feria. Así no se influye en nada de verdad.
P. ¿Sería posible decir que en la segunda mitad del XIX la hostilidad de la derecha española hacia el liberalismo fue mayor que hacia el marxismo?
A. D.-G. Recordamos a Donoso por su libro Ensayo sobre el catolicismo, el liberalismo y el socialismo, un ataque al mundo moderno en defensa de la Iglesia y de una sociedad estamental desaparecida. Desde la posición radical, en cierto modo alienígena, de Donoso, el socialismo es tan horrendo como el liberalismo, y viceversa. Yo diría que a Menéndez Pelayo le ofende más el liberalismo, sobre todo porque el socialismo le cae más a desmano.
G. C. Durante el siglo XIX y en parte del XX, el marxismo fue interpretado por los tradicionalistas como consecuencia del liberalismo político y económico. Por tanto, su hostilidad hacia el liberalismo fue manifiesta.
"Cuando el personal anda a tiros, renta más darle al gatillo que al magín". Álvaro Delgado-Gal
P. ¿Qué balance hacen del turnismo entre conservadores y liberales (Cánovas del Castillo/ Sagasta) en la Restauración?
G. C. En un principio, fue positivo, porque logró la instauración de un consenso entre las diversas familias liberales, algo que no se había conseguido durante la etapa isabelina. Pero esta política de notables duró demasiado, se basó en el caciquismo, y finalmente obstaculizó la integración de nuevas fuerzas políticas y sociales en el régimen de la Restauración.
A. D.-G. Corrupción política, paz y discreta prosperidad. La combinación es preferible a lo habitual hasta entonces: corrupción política, violencia y pobreza.
P. ¿Por qué no cuajó el regeneracionismo noventayochista, y fueron arrollados el conservadurismo maurista y de la CEDA y el liberalismo democrático en la II República?
A. D.-G. ¿Quiere usted que las cosas salgan mal, muy mal? Monte una disensión civil que acabará en guerra. Cuando el personal anda a tiros, renta más darle al gatillo que al magín.
"Existe un sector historiográfico para el que la derecha es el mal radical". Pedro Carlos González Cuevas
G. C. El regeneracionismo noventayochista, con Joaquín Costa a la cabeza, es muy ambiguo desde el punto de vista ideológico. En el fondo, careció de base social de sustentación. En el caso de las derechas, sólo la influencia y el arraigo social del catolicismo generó un partido de masas como la CEDA.
P. ¿Se podría decir que ahora ha fraguado el conservadurismo liberal en España? ¿Por qué esa corriente no se fortalece en un centro liberal y se derrama hacia el extremismo?
C. G. Lo que ocurre es que el PP abandonó la lucha por la hegemonía ideológica y se centró en la gestión económica. Abandonó a un sector de la derecha más conservadora, con temas como el aborto. Por otra parte, no creo que exista en España una derecha extrema. El extremismo ha de ser conceptualizado como rechazo del pluralismo social y político.
A. D.-G. Toquemos madera. La fuerza de Vox es, en muchos sentidos, circunstancial, lo que no significa que no pueda llegar a ser decisiva. Tampoco, seamos sinceros, sabemos muy bien en qué consiste. Las carencias del PP, numerosas, las imprudencias del PSOE, infinitas desde el 2004, una crisis económica prolongada (empezamos a saber lo que es eso), un desorden europeo imprevisto, pueden hacer de las suyas. Nunca se sabe.