En las últimas semanas, la actualidad política y cultural nos ha devuelto a la boca la palabra censura, y de eso sabe mucho José Luis Martín (Barcelona, 1953), dibujante y uno de los padres fundadores de la longeva y popular revista El Jueves.

Martín, autor de tiras emblemáticas como Quico, el progre y El Dios, acaba de publicar Desmemorias de una revista satírica (Libros Cúpula), donde cuenta la historia de la publicación, cómo se convirtió en la única superviviente de la época dorada de las revistas de humor y recuerda los dos casos más graves de censura a los que tuvo que enfrentarse esta revista que en su época de plenitud tenía más de medio millón de lectores semanales y tiradas de unos 150.000 ejemplares.

La revista se fundó en 1977, pero, curiosamente, esos dos casos ocurrieron ya bien entrado el siglo XXI. El primero ocurrió en 2007, cuando un juez decidió secuestrar de los quioscos el número que mostraba en su portada a Felipe y Letizia copulando para obtener el cheque bebé de 2.500 euros de Zapatero. El segundo, en 2014, también estuvo relacionado con la Casa Real y fue un caso de autocensura por parte de la editorial propietaria de la revista, RBA, que decidió cancelar la portada en la que Juan Carlos I, después de abdicar, traspasaba a Felipe VI una corona llena de heces. La respuesta de la revista contra la censura siempre fue la misma: reincidir hasta ganar la batalla de la libertad de expresión.

Pregunta. Usted, como Francisco Ibáñez, dio el salto de botones en un banco a dedicarse a la historieta. ¿Cómo lo consiguió?

Respuesta. De pequeño dedicaba muchísimas horas a leer tebeos —El jabato, Capitán Trueno, Mortadelo…— e intentando copiarlos. A los diez años ya quería ser dibujante. Pero las circunstancias económicas de mi familia hicieron que mi padre me colocara en un banco a través de un amigo suyo. Yo ya estaba resignado a aceptar que mi futuro laboral sería en el sector bancario, pero hubo una eclosión de las revistas de historietas en el tardofranquismo y los primeros años de la Transición: Barrabás, Hermano Lobo, El Papus, Por Favor… Podías ir por las redacciones con tu carpeta y que te compraran dibujos. Así empecé a publicar en Mata Ratos y Por Favor, hasta que el grandísimo editor José Hilario confió en mí y me dio la oportunidad de hacer grandes cosas. Dejé el banco en 1976 y me dediqué al dibujo a tiempo completo. A los seis meses surgió el proyecto de hacer una nueva revista de humor y me juntó con dos veteranos que llevaban años haciendo Mata Ratos, y de la noche a la mañana, en 1977, ya estaba fundando mi propia revista de humor, El Jueves. Todo ocurría muy rápido en aquellos tiempos.

P. ¿Cuál era la visión de José Hilario? ¿Qué tipo de revista quería hacer?

R. Todas las revistas que había en el quiosco en el tardofranqusimo luchaban con humor contra el régimen para abrir camino a la democracia, pero ya estábamos en democracia, así que quería una revista un poco más desenfadada y alegre. El Jueves funcionó desde el principio fundamentalmente por esto y porque era una revista de actualidad política y social pero además había personajes fijos. Hilario quería hacer, como él decía, el Pulgarcito para adultos. De ese modo, si al lector no le interesaba el tema de actualidad de portada, tenía la tendencia a comprar la revista para ver cómo continuaban las historias de sus personajes.

Portada de 'Desmemorias de una revista satírica', de JL Martín

P. ¿Cuáles son para usted los personajes más importantes en la historia de El Jueves?

R. Hay muchos, claro, pero me gustan mucho los de los ochenta: el profesor Cojonciano, Martínez el Facha, Mamen, Pedro Pico y Pico Vena, y clásicos como Makinavaja e Historias de la puta mili, que fueron el motivo de la explosión de popularidad de la revista. En los noventa llegó la segunda generación de dibujantes y, con ellos, personajes y secciones como Tato, La Parejita S.A., Para ti, que eres joven. Pedro Vera fue un hallazgo absoluto. En el consejo de redacción siempre tuvimos la capacidad de ver qué cosas se habían quedado viejunas e ir renovando la revista.

P. ¿Cuáles cree que han sido los mejores autores de la revista?

R. El jueves tuvo la suerte de reunir mucho talento, porque fue atrayendo a los mejores autores de otras revistas que admirábamos y que fueron cerrando. De Por Favor vinieron Cesc y Perich; de Hermano Lobo, Forges; de El Papus, Gin, Ivà, Óscar, Ventura & Nieto. Una constelación de talentos muy importante. Y de la gente joven, Monteys y Fontdevila eran unos monstruos; Vera, maravilloso. Una cosa es tener talento y otra tener talento todas las semanas. Teníamos un nivel de exigencia muy alto y no valía dormirse en los laureles, sudábamos la camiseta en cada número.

P. ¿Por qué el resto de revistas se hundió y El Jueves salió adelante?

R. Porque era más fresca y se trabajó con más intensidad. Hermano Lobo o Por Favor eran buenísimas, pero al cabo de un par de años resultaban muy repetitivas. Por eso El Jueves se esforzó en sorprender al lector cada semana. Si te duermes en la rutina, la gente te abandona.

P. ¿Cuáles fueron las mayores sorpresas que la revista ha ofrecido a sus lectores?

R. Con motivo de la boda real, entregamos una camiseta con la leyenda “Yo no fui invitado a la boda real aunque la pagué de mi bolsillo”. Eso hizo que se agotaran 200.000 ejemplares en unas horas. Algo así no puedes hacerlo todas las semanas, pero de vez en cuando publicábamos números extra con un precio mayor y unas 100 páginas en vez de 60. Cuando Aznar ganó las elecciones, hicimos un número extra en el que regalamos un libro con sus mejores ideas y en el que todas las páginas estaban en blanco. Aznar nos dio una época gloriosa porque para un humorista gráfico es un chollo de personaje. Con esa voz engolada, solemne, feo, con aquel bigote… Lo tenía todo.

Algunas ilustraciones de portada de 'El Jueves'

P. Seguro que en la redacción se lo pasaban bomba preparando cada número.

R. Imagínate lo que es trabajar en un medio que es tuyo, en el que puedes hacer lo que se te ocurra, sin que nadie te pueda coaccionar. No teníamos deudas en los bancos, no teníamos problemas con Hacienda, ni publicidad. Éramos libérrimos. En el libro explico por qué funcionó este engendro satírico que tenía unos números apabullantes, entre 500.000 y 750.000 lectores cada semana durante décadas.

P. Pero sí que han tenido problemas de censura, curiosamente los dos más graves ocurrieron en el siglo XXI. ¿Cómo recuerda el secuestro de la revista en el número de 2007 con el famoso chiste de Felipe y Letizia que los mostraba practicando sexo para obtener el cheque bebé de 2.500 euros de Zapatero?

R. Fue una sorpresa. Nos habían secuestrado alguna vez la revista en los primeros tiempos, pero el resto de años tuvimos problemas que nos dieron mucha popularidad y que se solventaron con multas. Lo de los príncipes lo recibimos primero con estupor, pero se armó un pifostio bastante divertido. Nos lo pasamos muy bien, y nuestra respuestas a todo aquello, en el número siguiente, fue muy inteligente [una viñeta en la que volvían a salir los príncipes, pero como una abeja a punto de polinizar una flor]. Recibimos una ola de solidaridad brutal. Al cabo de unos días un lector nos envió un pan de un kilo y dentro había una lima, con una nota: “Para la que se os viene encima”.

P. En 2014 llegó otro episodio peor: la autocensura de la editorial, que provocó la marcha de la mitad de la plantilla, que fundó la revista digital Orgullo y satisfacción (ya desaparecida). En aquella ocasión también tuvo que ver con la Corona: el chiste de portada, sobre la abdicación de Juan Carlos I, lo mostraba pasando una corona llena de heces a su hijo Felipe. ¿Cómo recuerda el caso?

R. Aquel fue el peor drama de El Jueves. Nosotros habíamos pactado con la propiedad que algo así no ocurriría nunca. Por eso fue un shock; tanto, que a la gente no se le ocurrió otra cosa que salir corriendo, en lugar de quedarse a luchar para resolver la injusticia. De esto nos enteramos un martes por la mañana y el miércoles al mediodía solo quedaba la mitad de la plantilla.

P. Durante mucho tiempo El Jueves fue una revista independiente, pero en aquella época ya pertenecía a RBA. ¿Cómo fue ese cambio de propiedad?

R. Hicimos una venta a RBA en 2006 que se terminó de ejecutar en 2011. A partir de entonces la revista fue totalmente suya, pero, como digo en el libro, nunca hasta entonces se habían inmiscuido en lo más mínimo. En el libro explico mi hipótesis sobre aquel cambio de portada, pero nunca sabremos la verdad.

P. ¿Qué opina de la oleada de censura impulsada por Vox en los gobiernos locales y autonómicos en los que ha conseguido entrar de la mano del PP?

R. A mí siempre me ha parecido que la censura está para combatirla en vez de protestar. Hay que protestar, sin duda, pero ¿cómo ganó El Jueves la batalla contra la censura? Reincidiendo. Si nos metían un puro por una historieta de El Dios, la seguíamos publicando. ¿Y quién se cansó antes? Ellos. Si cancelan una obra de teatro, hay que montar un pifostio, reunir dinero para pagar a los actores y representar la obra fuera del teatro municipal por triplicado. Es la única manera, y la que nos funcionó a nosotros. Que el señor que censura llegue a la conclusión de que es peor el remedio que la enfermedad. La libertad de expresión no hay que darla por hecha, hay que conquistarla día a día. Si hay un retroceso, hay que reunir las tropas y contraatacar. No queda otra.

P. ¿Y qué opina de esa otra censura, la de la corrección política, que es horizontal y viene de la izquierda woke?

R. Mi opinión es que esta censura es peor que la otra. La otra tengo más claro cómo combatirla, pero esta es más sutil, está triunfando la autocensura y no me hace ninguna gracia. Esto se mezcla con el sectarismo: si estás en la trinchera de la izquierda, no se te ocurra criticar lo más mínimo de la izquierda porque te van a fusilar. Es preocupante y para el humor es nefasto. Si tienes que tratar de no ofender a la gente más susceptible, el humor se acaba, porque el humor necesita cierto margen de maniobra. La sorpresa es que los nuevos inquisidores sean justamente la gente que se dice progresista.

P. Uno de sus referentes siempre ha sido Charlie Hebdo. ¿Cómo recuerda el fatídico día del atentado y cómo fue la reacción de la revista?

R. Entramos en shock. Charlie Hebdo es justamente el modelo a seguir en eso de no autocensurarse jamás. Hacen lo que se decide en el consejo de redacción, sin más. A veces se pasan y se les ha criticado por mil cosas. Practican un humor extremo y al que le guste bien y al que no, que no compre la revista. Yo nunca habría imaginado que podía pasar lo que pasó. Recordemos que en Francia la libertad de expresión es sagrada. Habían recibido denuncias de colectivos árabes, y es mítica la escena del director del semanario llegando al palacio de justicia para el juicio y en ese momento llegar un motorista del Elíseo con una carta de solidaridad del presidente de la República. No podíamos imaginar que dos descerebrados con kalashnikov cometiera semejante masacre.

P. El Jueves ha enfadado muchas veces a los católicos, pero muchos dirán que con el islam no se atreven.

R. Es un tema cultural. Puedo tener problemas con la Iglesia católica, pero juega en el mismo campo que yo, con las leyes. Las sentencias que han acabado en el Tribunal Supremo han protegido siempre la libertad de expresión del dibujante. Pero esas son nuestras reglas democráticas. El problema es cuando aparece un loco con un fusil que sigue leyes medievales. No hay mucho humor que hacer ante eso.

P. ¿Cómo ve el futuro de El Jueves, ahora que ha pasado a ser mensual?

R. En primer lugar, admiro la perseverancia que están teniendo, pero el futuro es negro para el papel. No sé si podrán dar el salto a lo digital como los periódicos, no sé qué planes tienen, pero la gente ya no va al quiosco porque ni siquiera hay quioscos. Yo mismo estoy suscrito digitalmente a tres periódicos, soy un defensor de la información pagada, pero hace un montón de tiempo que no compro un periódico de papel.

P. ¿España es un país con sentido del humor? Dice que lo tenemos siempre que hable de otra persona, no de nosotros.

R. Claro, esto siempre ha sido así, aunque en los últimos tiempos se ha acentuado. En esta sociedad narcisista hipersensible todo el mundo pertenece a varios colectivos susceptibles de sentirse agraviados. El sentido del humor consiste en tomarse a uno mismo de manera autocrítica. Relativizar la vida y los problemas tiene mucho de terapéutico y es un signo de inteligencia.