Uno de los grandes placeres del verano es encender la envidia de los demás, presumiendo en cartas, emails o instagram del edén que ahora habitamos mientras los demás deben resignarse a sus infiernos temporales. Víctor del Árbol, Ben Clark, Alejandro Gándara, Alicia Giménez Barlett y Berta Vias Mahou presumen desde su estafeta de El Cultural de sus paraísos veraniegos en la playa o la montaña.
Tan cerca, tan lejos
Alejandro Gándara (Potes)
Querida Nora:
Ciertamente, nuestro divorcio no ha sido ejemplar. No hay muchos que lo sean. Supongo que los habrá, aunque yo no tenga noticia de ninguno. Creo que los divorcios amables son una pose, como la foto de boda.
No es desde luego nuestro caso. De hecho, esta mañana me ha sobrevenido una felicidad inesperada al saberte en la playa, a no mucha distancia de mí, pero en la playa, mientras yo disfruto del paisaje del Macizo Central de los Picos de Europa. Tú en Santander y yo en Potes. Tan cerca, tan lejos.
Creo que esa fue nuestra primera desavenencia. Te gustaba la playa, como a la mayoría de empleados. Tirarte al sol durante horas y vaciar tu pensamiento al tiempo que te incineras. Desde mi punto de vista es un simulacro de suicidio. El que todo empleado quiere llevar a cabo, pero no se atreve. Por si fuera poco, Santander es muy caro. Nos vaciábamos los bolsillos para todo el año, cuando podías haberte tumbado en una pila de arena de cualquier obra de Madrid.
La montaña, en cambio, es barata y no aspira a ningún suicidio. En todo caso, a una muerte heroica y sin dispendios. El alma se eleva y la bolsa no baja. Además, exige concentración y respeto por la naturaleza viva. (La playa es una clase de detritus).
En fin, que te quise.
Mariposas y chovas
Berta Vias Mahou (Pechón)
Querido amigo, ¿qué tal en Potes? Yo aquí soy el habitante de las ruinas. En Pechón. Sí. No te rías. El habitante de las ruinas lo domina casi todo. Mar, montañas, que, aunque no son los Picos de Europa, cuesta subirlas, un vasto cielo a veces sin nubes, el alemán, el francés, el silencio…
Esta mañana, incapaz de abrir el cerrojo que guarda la ruina, la criatura que anida entre vestigios a punto ha estado de tener que quedarse dentro de los cuatro muros envueltos en esa parra que hace temblar sus sueños cuando por la noche sopla galerna. Pero de pronto el ser al que estas reliquias le sirven de morada ¡lo ha conseguido! Haciendo palanca con la etiqueta de una toalla. Así ha podido devorar sus viandas matutinas frente a ese mar, esos montes y el voluble cielo que desde aquí se controlan. Y, aunque lo ha hecho en silencio, una voz en su interior aún juraba en arameo, idioma que no se puede decir que domine.
Ahora el habitante de las ruinas se irá a la playa por un camino de cabras entre mariposas amarillas, chovas piquirrojas, agapantos, crocosmias y, como ha llovido, orondas babosas negras.
¡Y qué playa! Un tómbolo de arena suave y dorada que aparece y desaparece con las mareas. No potes por no haber venido a este lugar que me tiene tan pechona…
[Cartas desde Europa de cinco autores españoles]
De faunas y fortuna
Víctor del Árbol (Puglia)
Querido amigo,
me comentas maravillas de tu paraíso bucólico pastoril. Aquí no hay rebecos, ni toda esa fauna de la que me hablas como si estuvieras veraneando en un documental de Rodríguez de la Fuente, pero al menos, si me pica una maldita medusa no corro peligro de morir solo y triste como el protagonista de Hacia rutas salvajes.
En Puglia sopla el siroco, ese viento que los griegos decían que enloquece a los hombres. Puede que sea verdad, sobre todo cuando las sombrillas salen como setas multicolores y la playa se transforma en una especie de bosque venenoso poblado por duendes en forma de niños llorones y ruidosos. Nuestra fauna trata de aguantar el equilibrio en una tabla de pádel surf mientras se hace selfis con una frase debajo tipo, la libertad es para vivirla. Y tenemos mosquitos. Son mi martirio.
Intento meditar, me levanto a las cinco para saludar la salida del sol fingiendo que soy un yogui. Quiero tener ideas profundas, pero en lo único que logro pensar es en el cabreo que va a coger mi madre cuando le diga que este verano tampoco iré a Badajoz. Por la noche contemplo este inmenso y bello firmamento.
Si tengo suerte y no me estropea el momento un avión de Ryanair despegando de Brindisi, veo caer una estrella fugaz y me repito lo afortunado que soy.
Los romanos
Alicia Giménez Bartlett (Vinaròs)
Querido Ernesto:
me alegro de saber que compartimos mar Mediterráneo durante estas vacaciones. Tú has alquilado un fastuoso apartamento en primera línea de mar con acceso directo a una playa preciosa. Yo no me moveré de mi casa de Vinaròs. Sin embargo, hay una pequeña diferencia entre tu destino y el mío. Mi casa está situada justo a siete kilómetros del Mediterráneo. Perdona que sea impertinente pero me temo que yo he escogido mejor. ¿Por qué?, te preguntarás.
En realidad, cualquier mortal apoyaría más tu opción: baño matinal, arenas blancas donde tomar el sol, chiringuito que sirve cerveza helada… un cuadro perfecto a primera vista. Verás, la excelencia de mi lugar radica en la sabiduría de los romanos. Me refiero a los clásicos, claro está, a los de la toga virilisy las campañas de César.
Los romanos consideraban que una vivienda al lado del mar debía distar siete kilómetros del mismo. Vas a tildarme de esnob, pero te equivocarás porque compré mi casa hace años sin tener la más mínima idea de qué opinaban los romanos. Fue casualidad, eso y que era más barata, porque ya me dirás qué demonios saben de romanos los promotores de la costa.
Lo único malo es que voy a perderme los baños con niños berreando, las arenas sembradas de colillas y la música atronadora del chiringuito. Salve, amicus.
Eso que llaman brisa
Ben Clarck (Mallorca)
Estimada Marta,
¿cómo estás? No hace falta que contestes, me lo imagino. Como te imaginarás tú, yo estoy bien. Muy bien, la verdad: aquí en Mallorca me he hecho fuerte en Es Port des Canonge y creo que van a tener que llamar a esa gente tan simpática de Desokupa para sacarme de aquí. Sigo sin entender por qué no has venido.
¿A quién se le ocurre? Has decidido visitar Mérida… ¡en julio! Sí, ya sé que tenías ganas de ir al Festival de Teatro Clásico, ¿pero tú sabes lo bien que se está en Es Port des Canonge? Aquí tienen una cosa que no ha llegado a Mérida todavía, se llama brisa, es lo más: es como un aire que se mueve, así, acariciándote poco a poco… ¡y no está caliente! Es cierto que aquí no podemos ver ninguna obra protagonizada por Ramoncín, ese plus no te lo puedo negar, pero entras al agua, poco a poco, y tienes la sensación de que litros de Mediterráneo corren por tus venas… ¿te lo imaginas?
No tengo problemas… Que sí, que Mérida está muy bien… pero Marta, amiga, de verdad: te estoy hablando de aire que se mueve, ¡y que no está caliente! ¡Es una locura! Espero, de corazón, que disfrutes del resto de las obras y de la ciudad. Yo, mientras tanto, estaré aquí, en modo avión, mirando el mar, fresquito e impasible, comiéndome una paraguaya.