John Berger (Londres 1926- París 2017) fue un hombre que sabía que mirar es una experiencia en la que se entrecruzan vida y arte. Su mirada cristalina y honesta supo ver a través de los cuadros, de los animales, de la naturaleza y de la sociedad.
Escritor, poeta, crítico de arte, dibujante... Berger dedicó su vida a enseñar a los demás su forma única de observar el mundo que le rodeaba, tan consciente, incluso profetizadora, pero nunca fatalista. Y es que, Yves Berger, artista y uno de sus tres hijos, asegura a El Cultural que su padre huía de la categorización entre optimista o pesimista.
"Creo que pensaba que las cosas eran más complicadas que eso. Cuando nos fijamos en algunos aspectos del mundo de hoy, hay muchas razones para ser pesimista. Pero John también estuvo atento a las acciones de otras personas, de las que oímos hablar menos, que están llenas de esperanza, como activistas, artistas o sindicatos de campesinos de todo el mundo, y con las que siempre compartió las mismas creencias. Para él, era más una cuestión de esperanza y ambición que de ser pesimista", asegura.
Sobre su mirada más esperanzadora, reivindicativa y humanista inciden tanto Por qué miramos a los animales, una recopilación de nueve ensayos del autor, algunos inéditos en castellano, que publica Alfaguara, así como la exposición Permanent Red, en la Virreina de Barcelona y comisariada por Valentín Roma, que muestra cómo Berger se enfrentó a las diferentes encrucijadas políticas de su tiempo y que se puede ver hasta el 15 de octubre.
Por su parte, el libro se centra en recoger el pensamiento del autor sobre los derechos de los animales, la desaparición de la vida salvaje y la relación entre los movimientos animalistas y las luchas sociales. Para Yves, aunque algunos de esos ensayos ya estaban publicados anteriormente, "tienen una especie de actualidad que es nueva", asegura. "Son textos que se escribieron en diferentes lugares y diferentes países. Pero hoy todos juntos se leen de una manera distinta que antes y es una forma de redescubrirlos".
Berger escribe que "aquella mirada entre el hombre y el animal, que probablemente desempeñó un papel fundamental en el desarrollo de la sociedad humana y con la que, en cualquier caso, habían vivido todos los hombres hasta hace menos de un siglo, esa mirada se ha extinguido".
Analiza la alienación entre el hombre y el animal como consecuencia del capitalismo decimonónico, cuestiona la sociedad de consumo, considerando el consumismo algo intrínseco a la cultura burguesa del siglo XIX, y achaca a Disney la culpa de que la figura de los animales, que anteriormente poseían características espirituales y mitológicas, haya acabado siendo una mera caricatura humana.
En el volúmen se recogen también algunos ensayos tardíos, como Mientras tanto (2008), donde Berger reflexiona sobre como "la cárcel es ahora tan grande como el planeta" y cómo, a raíz de esto, la vida salvaje se ha convertido en un ideal para los humanos.
Yves, que matiza que no puede hablar por su padre pero sabe que compartieron muchos puntos de vista al respecto, cree que la cuestión de la libertad para nosotros, al tener una conciencia sobre nuestros actos, es diferente a la de los animales y se puede alcanzar de otros modos.
"Por ejemplo, un artista quizá no pueda alcanzar la libertad total, pero puede perseguirla a través de un compromiso verdadero y genuino con su trabajo. Y sirve tanto para los artistas, como para cualquier otro, porque cuando las personas se reúnen en comunidad y organizan algunos aspectos de su vida de forma independiente también ganan en libertad. Pero es algo en lo que hay que trabajar y nunca se adquiere para siempre, es una tarea de cada día".
Berger encontró esa libertad fuera de Reino Unido al irse a vivir a la Alta Saboya francesa en los años 70. "Él eligió venir a vivir aquí porque quería escribir sobre los campesinos en las montañas, y aquí se sintió más en casa que en cualquier otro lugar, a pesar de que siempre fue considerado como un extraño, siempre fue ‘el inglés’ del pueblo", cuenta su hijo.
"La cárcel es ahora tan grande como el planeta"
Esta libertad "tan preciada" se la traspasó a su hijo. Aunque para Yves nacer allí no fue una decisión propia, el permanecer en el mismo pueblo donde creció y desarrollar ahí su trabajo como artista sí lo ha sido. "Tengo aquí mis raíces y no quiero irme a vivir a otro sitio, aunque sé que vivir en la ciudad me ayudaría mucho como artista". Sin embargo, reconoce que el contacto con la naturaleza, evitando caer en la excesiva idealización de la vida rural de la que también huía su padre, le ha servido para alimentar su trabajo como artista.
Siempre rojo, siempre comunista
La exposición que acoge la Virreina reivindica esta faceta más desconocida del autor, en la que puso el foco en la inmigración, el proletariado y en la narración de la cultura campesina, algo que ha sorprendido muy gratamente a su hijo. "No esperaba que se hiciera de una manera tan inteligente y tan radical. Es muy original porque plantea aspectos menos conocidos de mi padre al menos en España. Y al hacerlo, se centra mucho en los temas en los que él se centraba, personas que él necesitaba escuchar porque no se les escucha lo suficiente", alaba Yves.
La muestra comienza con el libro El séptimo hombre, en el que se reflejan las condiciones de vida y la precarización de los inmigrantes europeos a principios de la década de los 70, el éxodo rural y sus consecuencias a través de las fotografías de Jean Mohr, con el que colaboró en múltiples proyectos, y los textos de Berger.
Y continúa por la misma senda, trazando una genealogía ideológica del marxismo de los años 50 en la obra artística y escrita de Berger. A pesar de que Berger nunca militó para el partido comunista, siempre estuvo ligado al partido en su país de origen y fue una voz reconocible dentro de la teoría marxista. De hecho, el título de la exposición hace referencia a este libro homónimo, publicado en 1960, en el que se reúnen algunas de las críticas de arte de Berger para la revista marxista New Statesman.
Otra parte de esta amplia exposición rememora el programa Modos de ver (1972), con el que Berger, que ya era una figura relevante en los medios de comunicación anglosajones, adquirió su máxima popularidad al intentar convencer a los británicos sobre cómo debían mirar una obra de arte.
También hay hueco para otro de sus éxitos televisivos, la mítica conversación sobre que mantuvo con Susan Sontag en 1983 en el programa Voices, que el mismo Berger moderaba, y que se convirtió en una clase magistral sobre el arte de crear.
La muestra no olvida la relación que tuvo Berger con los animales y proyecta el documental Parting Shots from animals (1980) del cineasta Mike Dibb, en el que el propio Berger narra algunos de los ensayos recogidos en la recopilación de Alfaguara.
Asisimo, se exhiben algunos de los variopintos retratos de Berger, que van desde lo político a lo íntimo, con rostros de figuras tan dispares como Hannah Arendt o el del guitarrista Slash, pero también con el retrato que Berger hizo de su padre nada más morir este, y que es la primera vez que sale de su estudio. Así como otro dibujos del artista inéditos museísticamente hablando, que recrean cuadros famosos de Velázquez o Caravaggio.
Tanto la exposición como el libro buscan poner en valor la manera en la que John Berger decidió mirar la historia del arte: un punto de vista ideológico y estético comprometido socialmente, que sirve de ejemplo para mirar la sociedad contemporánea.