Parte Arturo Pérez-Reverte (Cartagena, 1951) en El problema final de un modelo narrativo clásico, el lugar cerrado donde se comete un delito que nadie ajeno a ese espacio ha podido llevar a cabo. Tal circunstancia propicia un rosario de conjeturas cuya exploración y esclarecimiento constituyen el meollo de la conocida como novela enigma, la más pura y para muchos la más exigente variante de la literatura de suspense y criminal.
Pérez-Reverte inventa un caso semejante a lo dicho. Una de las nueve personas que se alojan en el familiar hotel de una mínima isla griega, Utakos, se suicida, pero algunos indicios apuntan a un asesinato. Un temporal mantiene varios días el lugar aislado e impide que acuda la policía desde la cercana Corfú. Entre los huéspedes se encuentra el actor británico Basil Rathbone, ya en cierta decadencia profesional, pero famosísimo en el momento de la acción, el verano de 1960, por sus múltiples interpretaciones de Sherlock Holmes. La gente del hotel le pide a Basil que haga unas pesquisas preliminares.
Lo acepta y con él colabora otro huésped con quien ha intimado, el español Paco Foxá. Así, ambos duplican en la ficción la pareja Holmes-Watson creada por Conan Doyle. Se producen dos nuevos asesinatos. En fin, la novela desmenuza la intrincada investigación, de la que sería impertinente dar aquí detalles.
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En cuanto novela criminal y de enigma, Pérez-Reverte hace un trabajo magnífico, completo, redondo, que responde con plenitud a todas las exigencias del género. Encadena incógnitas, tuerce varias veces el rumbo previsible de los sucesos, siembra dudas, llega a convertir a la propia pareja de sedicentes detectives en sospechosa, apela desde dentro del relato a la credibilidad del lector…
Aunque quizás retuerza un poco las conjeturas, todo lo anuda con solvencia absoluta. No se contenta con una labor ligera para despachar una ingeniosa trama. La consuma con un quehacer serio, estudiado, rico en documentación complementaria histórico-cultural (cine y literatura) y meticuloso en los detalles. El maestro del arte de contar que es se beneficia en esta ocasión de enfrentarse a un tipo de relato que tiene su misma razón de ser en el placer de narrar.
'El problema final' responde con plenitud a todas las exigencias de la literatura de suspense y criminal
El resultado de la trama anecdótica no puede ser mejor. Ya podemos suponer, sin embargo, que Pérez-Reverte no se va a limitar a montar una historia absorbente que nos mantenga pendientes de los vaivenes de los sucesos. Sin minusvalorar este alcance, la novela va añadiendo capas a la cebolla central. De tal modo, es mucho más que una novela-enigma.
Ante todo, encontramos un cumplido ensayo abundante en datos y observaciones sobre la novela criminal en el que el conocimiento y análisis del género se vierte no en abstracciones y generalidades académicas sino en materia inmediata y viva del propio relato. El cual, además, reivindica la pureza de un género que ha sucumbido a la ganga sociológica y al pistolerismo policial y gansteril impuestos por la novela negra y el cine americano.
Tirando por elevación, El problema final también contiene apuntes notables sobre la invención literaria, la vida en la literatura y viceversa. Todo ello se relaciona, a su vez, con anotaciones sobre la otra gran modalidad narrativa, la cinematográfica. Y este meollo de cuestiones desemboca en un asunto sustancial: la verdad y la ficción, el arte y la mentira. Así, una canónica novela de suspense, de las que piden leerse sin respiro, se convierte en homenaje a la ficción, en un libro profundamente cervantino que nos sitúa en la encrucijada en que se cruzan realidad e invención.