Doce estampas de Pablo Neruda: el hombre y su leyenda
Hizo de su vida el poema más arrebatado, solidario, también sectario, disfrutón y bravío que pueda imaginarse, como subrayan estas instantáneas robadas al mito y a la literatura.
25 septiembre, 2023 01:01Retrato. En Confieso que he vivido, Pablo Neruda se define como “un hombre común a veces dolorido y a veces alegre, un hombre que entra con vosotros a los bosques y a las bibliotecas, a los mítines populares y a los sitios secretos del corazón”. Por su parte, Jorge Edwards, cómplice y amigo, recuerda que cuando se lo presentaron lo encontró “más bien gordo, más bien alto, muy mayor para nosotros, pero que todavía se encontraba en los años mejores de la cuarentena. Estaba vestido con un traje de gabardina de color verde botella, en los tiempos en que la gabardina todavía era una novedad rara, que llegaba de los Estados Unidos a precios prohibitivos”.
Temuco. Tras la muerte de su madre, apenas dos meses después del nacimiento del poeta, la familia se instala en Temuco pues el padre, José del Carmen, tras salir “muy joven de las tierras paternas”, terminó como ferroviario en esta “ciudad pionera, de esas ciudades sin pasado pero con ferreterías [...] Si Temuco era la avanzada de la vida chilena en los territorios del sur de Chile, esto significaba una larga historia de sangre”, escribe al evocar su infancia. Allí, en Temuco, donde “mi poesía nació entre el cerro y el río” siempre oirá “la voz del agua que me enseñó a cantar”.
pseudónimo.
Es sabido que el verdadero nombre del Nobel chileno era Ricardo Eliécer Neftalí Reyes Basoalto, y que adoptó el pseudónimo de Pablo Neruda en su juventud, pero hasta que publicó sus memorias se ignoraba la razón. El responsable fue su padre, que “no estaba de acuerdo con tener un hijo poeta”, así que a los catorce años, y “para encubrir la publicación de mis primeros versos me busqué un apellido que lo despistara totalmente”. Neruda, encontrado, decía, en una revista “sin saber siquiera que se trataba de un gran escritor checo”, fue su solución.
Enemigos. La generosidad que Neruda derrochaba con sus amigos poetas se convertía en ácidos comentarios tiznados de humor al hablar de aquellos que detestaba, como Vicente Huidobro, Juan Ramón Jiménez (“viejo niño diabólico de la poesía [...] fue el encargado de hacerme conocer la legendaria envidia española”), Alejo Carpentier (“uno de los hombres más neutrales que he conocido. No se atrevía a opinar sobre nada, ni siquiera sobre los nazis que ya se le echaban encima a París como lobos”), Octavio Paz, Nicanor Parra o Jorge Luis Borges, del que decía: “No entiende lo que está sucediendo en el mundo moderno y cree que yo tampoco lo entiendo. Por tanto, estamos de acuerdo”.
Delia del Carril. Segunda esposa del poeta. Se conocieron en 1934, en Madrid, según Rafael Alberti en la terraza de su casa de Marqués de Urquijo. y no se separaron en veinte años. Ella, a la que Neruda llamaba La Hormiga por su estatura y laboriosidad, era una pintora y artista argentina veinte años mayor que él, y fue quien lo refinó y le dio mundo. También le contagió una fe sin fisuras en el comunismo, y se convirtió en su mejor aliada cuando logró que Chile acogiese a cientos de refugiados republicanos que vivían una situación insoportable en Francia, optando por la contratación de un viejo carguero, el Winnipeg, conocido como “el barco de la esperanza”.
Nobel. El 21 de octubre de 1971, siendo embajador en Francia, Neruda recibe el Premio Nobel de Literatura, por “ser autor de una poesía que, con la acción de una fuerza elemental, da vida al destino y los sueños de un Continente”. En la entrega del galardón, el chileno hizo una emocionante apología a una poesía comprometida y vinculada con la Humanidad y proclamó que “el entero porvenir fue expresado en esa frase de Rimbaud: solo con una ardiente paciencia conquistaremos la espléndida ciudad que dará luz, justicia, dignidad a todos los hombres.”
Coleccionista. No hay más que visitar la Casa-Museo de Neruda en Isla Negra para comprobar hasta qué punto fue un apasionado coleccionista de todo tipo de objetos, sobre todo relacionados con el mar: caracolas, mascarones de proa... El poeta visitaba chamarileros y anticuarios de todo el mundo en busca de piezas únicas que atesoraba hasta el exceso. Jorge Edwards contaba cómo llego a ocuparle su propia casa parisina con sus últimas adquisiciones, llenándola “de cajas, de cachivaches, de objetos heterogéneos despachados desde Budapest o desde las secciones de menaje de las galerías Printemps o el Village Suisse”.
García Lorca. Se conocieron en Buenos Aires en 1933 y de inmediato se hicieron amigos, casi hermanos. En sus memorias, leemos: “¡Qué poeta! Nunca he visto reunidos como en él la gracia y el genio, el corazón alado y la cascada cristalina. [...] Era el duende derrochador, la alegría centrífuga que recogía en su seno e irradiaba como un planeta la felicidad de vivir. Ingenuo y comediante, cósmico y provinciano, músico singular, espléndido mimo, espantadizo y supersticioso, radiante y gentil [...] La felicidad era su piel”.
Cine. Al menos tres películas y dos documentales han retratado la fascinante personalidad del poeta. Quizá la más famosa sea El cartero (y Pablo Neruda), dirigida en 1994 por Michael Radford, con brillantes interpretaciones de Massimo Troisi y Philippe Noiret y que es una adaptación de la novela Ardiente paciencia de Antonio Skármeta (que ya en 1983 había rodado su propia versión del libro).
También Pablo Larraín dirigió en 2016 Neruda, protagonizada por Gael García Bernal, que interpreta a un policía que persigue al poeta por motivos políticos. Por lo que a los documentales se refiere, Ignacio Agüero recorrió en Neruda, todo el amor (1998), de nuevo con la colaboración de Skármeta, las mujeres que poblaron el imaginario del Nobel chileno, y en 2014 Manuel Basualto rodaba su propio Neruda, sobre la huida de Chile a caballo tras un discurso contra el presidente González Videla.
Matilde Urrutia. Se habían conocido en 1946 pero no fue hasta 1949 cuando Matilde Urrutia revolucionó la vida del poeta, aún casado con Delia del Carril. Nacida en Chillán, muy cerca del Parral nerudiano, para los expertos simbolizaba “el recado de la tierra lejana, el recuerdo del niño Neftalí”. Por su parte, Jorge Edwards la retrata como “una mujer baja, de boca gruesa y cabellos rojos, atractiva, que caminaba con toda la fuerza de unas pantorrillas bien torneadas, como si estableciera su dominio en cada metro de terreno que pisaba, y que parecía perfectamente decidida a cambiar el orden doméstico de la casa del Poeta”. Y lo logró.
Diplomacia. Convertido en un joven autor ya famoso por sus versos, sus premios y su capa, Neruda comprendió que debía irse a París, pues “la vida cultural de nuestros países en los años 20 dependía exclusivamente de Europa”. Tras años de gestiones, en 1927 es nombrado cónsul en Rangún (Birmania), sin sospechar que “se hallaba en un agujero del mundo”, tan exótico como violento, y que su puesto estaba muy mal pagado.
En 1928 fue trasladado a Colombo (Ceilán), y dos años más tarde, en 1930, fue designado cónsul en Batavia, Java. Allí conocería a una holandesa que no hablaba español, María Antonieta Hagenaar, a la que llama Maruca y con quien se casa el 6 de diciembre de ese mismo año.
Entierro. Un silencio tenso acompañaba a los que se habían conjurado para asistir al entierro de Neruda. El funeral, en La Chascona, su casa de Santiago, había permitido a su viuda mostrar el mundo cómo los golpistas habían arrasado con los objetos más preciados del poeta, manuscritos incluidos.
Policías de paisano, en moto y entre la gente, intentaban memorizar rostros y actitudes, hasta que, entre la multitud acobardada surgió una voz, la de Francisco Coloane, que exclamó: “¡Compañero Pablo Neruda!”, y la muchedumbre respondió: “¡Presente!”. De nuevo, Coloane rugió: ¡Compañero Salvador Allende!” y como una sola voz. el pueblo clamó: ¡”Presente!”, anticipando, según Ariel Dorfman, que así lo narró, que Chile, dispuesto a no rendirse, era digno de sus versos y de su voz.