Ana Iris Simón: "Todavía hay quien no sabe si soy de derechas, de izquierdas o de centro comercial"
La periodista y escritora publicó hace unos días '¿Y si fuera feria cada día?', la versión para niños de 'Feria', un verdadero fenómeno editorial.
2 octubre, 2023 01:00Entre DANA y DANA, la tarde otoñea desenfadada y reventona de vida. En la sede del grupo Penguin nos espera Ana Iris Simón (Campo de Criptana, Ciudad Real, 1991), simpática y contundente a la vez, quizá porque vive cada día el éxito verdadero. No son los premios, ni las ventas millonarias o los miles de lectores (y de ambos sabe mucho gracias a su primer libro, Feria (Círculo de Tiza, 2020), del que ahora se acaba de publicar su versión infantil, ¿Y si fuera feria cada día? (Lumen), ilustrada por su cómplice y amiga Coco Dávez).
Sí, para ella el éxito es vivir como quiere y con los suyos, con sus hijos de dos años y once meses de edad y verlos crecer, mientras el mayor juega a las construcciones con las distintas ediciones del “libro de mamá”, en lugar de con piezas de madera.
Pregunta. ¿Qué queda de la joven que comenzó a trabajar en Telva, pasó por Vice, y tras el éxito de su primer libro, Feria, es columnista y tertuliana en radio y televisión?
Respuesta. Queda un agradecimiento inmenso y la sensación de estar viviendo algo que no merezco... Es como estar viviendo la vida de otro, porque hasta hace nada mi vida era estar en una redacción en la que cobraba muy poco, de manera muy precaria, como la mayoría de los periodistas jóvenes de este país. Gracias a Feria y al cariño de un montón de lectores puedo vivir otra vida y otras experiencias en otros entornos laborales.
P. ¿Qué fue lo que más le sorprendió tras publicar el libro?
R. Fue todo muy paulatino, pero sobre todo me sorprendió que me prestaran atención. Me hacen las primeras entrevistas y enseguida se vende la primera edición, y es una sorpresa inmensa. Imagina, cuando me llama Eva Serrano, la editora de Círculo de Tiza, para decírmelo, yo lo que siento es alivio, porque ya no iba a tener que devolver los mil euros que me habían pagado como anticipo.
Y de pronto te ves en la Moncloa, adonde te han invitado porque has publicado el libro o vienen del New York Times para fotografiarte con tu abuelo Vicente, y una se ve ante un montón de columnas que debaten si el libro es de izquierdas o de derechas o de centro comercial, como cantaba Eskorbuto.
Pero como pasa todo tan poco a poco, al final lo vas asumiendo. El día que recibí el primer ejemplar de Feria supe que estaba embarazada, así que en paralelo al éxito del libro fui madre por primera vez, dormí y amamanté a un bebé también por primera vez, y ese proceso opaca el del éxito literario, porque el mayor que uno puede tener en la vida es tener un hijo.
[Ana Iris Simón, literatura y nostalgia]
P. ¿Y qué nos puede adelantar de su segunda novela?
R. Nada en realidad, no me dejan hablar de ella. ¿Plazos? Tampoco sé si me lo dejan contar. Creo que los autores nos sometemos a nosotros mismos a un ritmo de producción que no tiene mucho sentido. Si no tienes algo nuevo que contar y que de verdad nazca de ti, someterte a los ritmos de producción del mercado de un libro por año no es sensato.
Y cuando tienes la suerte de que una obra tuya la lea mucha gente como me ocurrió a mí, lo que probablemente no me volverá a pasar, tienes que agradecerlo a los lectores, encontrándote con ellos el mayor número de veces posible, y disfrutar de ello tú también, y en ese sentido lo mío fue un lujo y una suerte porque recorrí España entera. También me ha costado mucho encontrar qué quería contar de verdad, porque como Feria era un libro tan inabarcable, y tocaba tantos temas y ninguno, me daba la sensación de haberlo dicho todo ya, pero siempre quedan cosas que contar.
P. La izquierda más viral la ha llamado neorrancia o musa de la derecha y la derecha también sabe que no es de los suyos. ¿Cómo se consigue provocar a todos sin ofender ni intentar ganar lectores transigiendo…?
R. Bueno, yo creo que sí, que hay mucha gente ofendida conmigo, pero es que la verdad es la verdad, la diga Agamenón o su porquero. Yo creo que hay verdades que están más allá del paquete ideológico que se supone que uno ha de comprar si es de izquierdas o de derechas, y esto no tiene que ver con posicionarse en el centro o ser equidistante, sino con comprometerte tanto con la realidad como para cuestionarte incluso tus propias ideas.
“Tenemos una derecha y una izquierda del todo despegadas de lo que pasa en la calle”
Lo que sucede es que tenemos una derecha y una izquierda política y mediática del todo despegadas de lo que pasa en la calle. La opinión pública y la publicada nunca habían estado tan lejos como están ahora, que es cuando tenemos más medios y más acceso a la información, pero sucede que esa opinión publicada se va despegando, despegando, despegando, de las preocupaciones que tiene la gente normal, y creo que es eso lo que a mí no se me ha perdonado.
Y tampoco se me ha perdonado, sobre todo por parte de la izquierda, esto de ser algo así como una traidora, como si pensaran que si soy hija y nieta de comunistas, si trabajaba en Vice, que es una revista moderna, rompedora, comprometida con todos los ismos, cómo puedo salir ahora por peteneras, diciendo que no soy feminista porque el feminismo no es la igualdad de hombres y mujeres sino una teoría política completa con una visión del mundo y de la historia en la que no creo.
P. Creo que es la primera autora que entrevisto que dice no ser feminista...
R. Bueno, es que no creo en la Historia como la opresión del sexo masculino contra el femenino, sino como la de los ricos contra los pobres.
P. ¿Qué más le reprochan?
R. Sobre todo que viniendo de donde vengo, del 15M, de padres y abuelos comunistas, y que habiendo sido mileurista, haya salido diciendo que quería formar una familia. Y no se me perdona tampoco replicar los mensajes que ya defendíamos en el 15M porque, por alguna razón que no comprendo, han dejado de estar operativos, y creo que la razón es que aquellos jóvenes que los coreaban luego tuvieron asiento en el Congreso, y ya no los pueden decir.
“No soy feminista porque es una teoría política con una visión completa del mundo en la que no creo”
P. ¿Y no ha sido eso un fraude? ¿Quizás han olvidado sus propósitos una vez alcanzado el poder?
R. Yo creo que lo han intentado y que han hecho muy buenas cosas, pero lo que no han hecho es decir claramente a su electorado: “Mirad, los límites de la socialdemocracia son así de estrechos. Con este poder que tenemos, podemos llegar a esto”. Y admitir que “esto” son migajas, “y no podemos hacer más”.
Pero no han sido honestos, no han reconocido que no podían cambiar mucho más, y que estos son los límites del sistema. Y claro, al no hacer eso lo que sí han hecho es tratar de vender como grandes conquistas para la clase obrera y para los jóvenes cuestiones casi anecdóticas, o comprometerse con temas simbólicos y dejar de lado cuestiones materiales que atañen a un montón de jóvenes.
P. Sí, pero usted misma escribió hace poco que Sumar y Podemos parecen estar haciendo el trabajo sucio al PSOE, como ir a Waterloo a pactar con Puigdemont con luz y taquígrafos.
R. Si, es que no se entiende cómo nos quieren vender como proyecto progresista una amnistía que va contra el principio de igualdad ante la ley de todos los españoles. ¿De verdad nos estáis intentando colar como progreso que un señor que está fugado de la justicia, que ha jugado con el dinero de todos los españoles, de verdad nos estáis vendiendo una amnistía como algo progresista? Es que no cabe en la cabeza.
“Nos quieren vender como progresista una amnistía que va contra el principio de igualdad ante la ley”
Esa es la deriva de nuestra realidad plurinacional: vendernos como un progreso que en el Congreso se pueda hablar en bable o en aragonés, mientras ellos en el pasillo charlan en castellano, al mismo tiempo que en el super el aceite vale más de ocho euros.
P. ¿Por eso habla usted de teatralización...?
R. Sí, porque lo que tenemos es una escenificación, una política de gestos, y una pantomima para no afrontar que la soberanía de España está secuestrada por Europa, que no decidimos absolutamente nada, que como decíamos en el 15M mandan los mercados y nadie los ha votado, que el precio de tu hipoteca lo decide la reserva federal y que lo que pagas por un kilo de naranjas, Europa y Lagarde, y que tú vas al Parlamento con la fe ciega de un seguidor del Barca o del Madrid.
P. ¿Es así como surgen mensajes que fomentan la polarización?
R. Sí, parece que lo de “alerta antifascista” o “alerta socialcomunista” lo empezaron las élites políticas y mediáticas porque da votos, clics, pero ese mensaje de polarización ha ido calando en la gente y está generando una fractura social que crea problemas cotidianos, como que familiares que piensan distinto no puedan hablar de ciertas cosas y eso da mucha pena, porque esa polarización inoculada desde arriba, con un fin muy claro, que es el de no abordar lo realmente importante, escenifica peleas cuando lo que hay es turnismo, y un bipartidismo que sigue operativo.
“Lo que tenemos es una pantomima para no afrontar que, como decíamos en el 15M, manda el mercado”
P. ¿Por eso el Parlamento parece cada vez más un bar de cuñados?
R. Desde luego, pero al final llevamos hablando de Rubiales tres meses. Hay una frase de Machado que me gusta mucho que dice que en España las elites no están a la altura de su pueblo. Fíjate, al principio cuando Pablo Iglesias decía lo de la alerta antifascista, y Abascal lo de la amenaza socialcomunista nos sonaba como una broma, pero al final todos nos hemos acabado imbuyendo en ese ambiente de bandos y es muy difícil escapar de él.
P. Pero mientras, nadie hace nada para combatir esa “miseria con contrato” sobre la que ha escrito.
R. Sí, hay una inmensa cantidad de jóvenes con contrato indefinido a los que no les da para llegar a fin de mes, mientras ven que la cesta de la compra sube. Fíjate, de ese tipo de pobreza casi nunca se habla, no se ve, es la miseria del que cobra 1200 euros y en Madrid tiene que pagar 900 de alquiler y no llega a fin de mes. Pues esa pobreza, que ni siquiera concebimos como tal, muchos obreros la asumen como la vida, como las cosas que pasan.
[Irene Solà y Ana Iris Simón: periferias de la joven narrativa]
P. ¿Alguna vez se ha autocensurado a la hora de abordar temas incómodos?
R. No, porque las columnas que más polémicas han generado en las redes han sido las vivenciales, las que tratan de los hijos, de la familia, de los amigos que conservo desde los 13 años, que son las que levantan muchas más ampollas que cuando abordo temas políticos candentes. A veces creo que va a molestar una columna que es crítica con la Unión Europea o con la OTAN y no pasa nada porque ahora absolutamente a nadie le interesan esos temas, estamos tan alienados que nos dan completamente igual.
P. Hablando de alienación, dicen las estadísticas que si hace veinte años el 50 por ciento de la población se reconocía como clase obrera, hoy solo lo hace un 18 por ciento...
R. El escritor Daniel Bernabé tiene un término que me encanta, y es el de la clase media aspiracional, que vendría a ser la formada por esos jóvenes, esas personas que son precarias, que cobran salarios de miseria que no les permiten casi llegar a fin de mes pero que cuando cobran la paga doble se compran un IPhone, unas vacaciones a plazos y toman gintonics con bolitas. Entonces sienten que sí pueden performar un tipo de vida con más estatus del que realmente tienen, y que, como pueden acceder a más bienes y servicios a precio de saldo, son clase media de pronto.
“De lo que no se habla jamás es de la miseria con contrato de tanto mileurista que no llega a fin de mes”
Y eso es uno de los grandes triunfos del capitalismo, que no nos demos cuenta de nuestra clase social real, porque entonces nunca pasará a ser una clase consciente de sí misma que combata esas desigualdades tan espantosas.
P. Pero mientras, olvidamos el drama de la luz en la Cañada Real, por ejemplo, o los desahucios, o los migrantes muertos en el Mediterráneo, ¿porque ya no son noticia ni nos importan?
R. Claro que no. Este mismo fin de semana mi padre me planteaba algo tan sencillo que asusta: ¿por qué somos capaces de las mejores cosas y de las peores, porque somos capaces de la indiferencia más absoluta y luego donamos dinero a Intermon? Es incomprensible, salvo por el postureo y la impostura. Yo creo que cada vez vivimos más apegados a nosotros mismos y menos preocupados por el otro.
P. De hecho, como usted dice, estamos más informados que nunca, pero cada vez nos sentimos más lejos unos de otros.
R. Sí, pero precisamente es por eso, porque nos hemos encapsulado en nosotros mismos.
P. ¿Y eso no nos hace más manipulables?
R. Totalmente. La paradoja de las redes sociales y de la información en internet está siendo que nunca hemos estado tan desinformados y tan polarizados, ni hemos sido tan susceptibles de que nos cuelen una mentira, y no te hablo ya de las fake news trumpistas, sino del día a día, de cosas mucho más simples y de que la denuncia de la manipulación es una de las batallas que ha abandonado la izquierda. Ahora se considera propio de un conspiranoico pensar que la industria farmacéutica tiene algún tipo de interés en que nos vacunemos cada año de la nueva variante de la covid.
“Las redes solo nos han hecho mucho más libres para decir tonterías en 144 caracteres y poco más”
La izquierda, que tradicionalmente había sido siempre crítica con estructuras como la industria farmacéutica, calla ahora, como calla ante la OTAN, sin dar la batalla para denunciar cómo estamos metidos en una guerra cuyo único beneficiado está en el corazón de Europa y cuyo único partidario de que no se pare está a miles de kilómetros de distancia, subiéndote los tipos y vendiéndote el gas a precio de oro.
Estamos más alienados y más manipulados que en las décadas anteriores y esa es la gran paradoja, que parecía que las redes nos iban a hacer mucho más libres pero en la práctica ha sido justo lo contrario, solo somos más libres para decir tonterías en 144 caracteres, pero para poco más.
P. ¿Ha pagado algún precio por ser tan libre?
R. No, al contrario. Lo que he pagado es que alguna vez me han ofrecido hacer una campaña publicitaria de un banco, y era mucho dinero, pero el precio que pago es que lo rechazo. Si a mí se me ha hecho algo por ser libre ha sido premiarme con lectores del libro, y luego con una columna. Ser libre me ha dado el privilegio de poder decir que no.
P. ¿Y con las redes sociales cómo se lleva?
R. Bien, a mí me lían unos buenos follones de vez en cuando en las redes, pero yo siempre digo que un problema que se soluciona apagando el teléfono no es un problema… No hay que separarlo de la vida, porque creo que hay muchos haters, muchos odiadores, que separan las redes de la vida y se permiten a sí mismos ser unos indeseables en redes porque lo consideran separado de la realidad y no lo es, pero hecha esta diferenciación, también tenemos que relativizar todo lo que sucede en las redes.
Sobre todo, cada vez me gusta menos Twitter, pero no por lo que me digan a mí, sino porque veo mucho odio y mucha gente que paga sus frustraciones personales y vitales en el mundo digital. La verdad es que quiero abrirlo menos porque no me parece un sitio bonito.
Periodista y escritora, Ana Iris Simón (Campo de Criptana, Ciudad Real, 1991) pertenece a una estirpe de campesinos y feriantes. Tras trabajar en Telva y Vice, en 2020 publicó Feria (Círculo de Tiza), verdadero fenómeno editorial, de la que hace unos días lanzó la versión para niños, ¿Y si fuera feria cada día? (Lumen). En la actualidad es columnista de El País y tertuliana televisiva y radiofónica.