Tras la entrega de premios y la lectura de Meryl Streep, han sido la Princesa Leonor y el Rey Felipe VI los encargados de pronunciar sus discursos ante los asistentes a la ceremonia de entrega de los Premios Princesa de Asturias en el Teatro Campoamor de Oviedo.
Discurso íntegro de la Princesa Leonor
-Majestades, autoridades, señoras y señores,
Me gustaría poder expresar con facilidad lo que siento en un día como hoy, aquí en Oviedo, después de haber prestado juramento de servicio a España ante nuestra bandera hace apenas dos semanas. Y tras haber iniciado mi formación militar, que me está permitiendo compartir el aprendizaje continuo con personas que han elegido una vida de servicio con grandes exigencias y renuncias personales. Además, el día 31 cumplo 18 años y tendré el honor de jurar la Constitución, con lo que eso significa para mí personal e institucionalmente. Lo que puedo decirles es que entiendo muy bien y soy consciente de cuál es mi deber y de lo que implican mis responsabilidades.
Como Presidenta de honor de esta Fundación, una de ellas es comprender y valorar lo que nuestros premiados aportan a una sociedad donde convivimos muchas generaciones con la idea de lograr que quienes más lo necesitan, tengan la oportunidad de mejorar sus vidas, su educación, su salud; y que la ciencia, la cultura y la protección del medio ambiente sean una prioridad. Esto sólo lo podemos lograr con objetivos comunes y esfuerzo individual y colectivo.
Al conocer el inmenso legado de Nuccio Ordine, cómo consiguió humanizar la humanidad y su defensa de los maestros, entiendo por qué la educación es el cimiento de toda sociedad que pretende ser mejor. Y con las películas de Meryl Streep, veo cómo una gran artista puede despojarse de sí misma para dejar espacio a sus personajes y diluirse en sus emociones. Y hacerlo, además, a lo largo de una carrera impecable y con libertad, valentía y sensibilidad hacia los desafíos de nuestro tiempo.
La aportación de Hélène Carrère al análisis de la historia contemporánea y los esfuerzos de la organización Mary's Meal para alimentar a niños en sus escuelas son también ejemplos de quienes entienden que es necesario implicarse para contribuir a mejorar las cosas.
Me admira que Murakami haya construido durante décadas un universo propio con palabras, en el que Oriente y Occidente se retratan en entornos urbanos y a menudo desafiantes. Y observo también con entusiasmo el afán del atleta keniata Kipchoge por superar sus límites y seguir trabajando siempre para lograr su propósito y, además, ser solidario. Los biólogos Gordon, Greenberg y Bassler me asombran con sus estudios sobre las bacterias que habitan en nuestro organismo y lo esenciales que son para la salud y para la vida. Y el trabajo de la Iniciativa Medicamentos para Enfermedades Desatendidas se refleja en estas palabras de su director ejecutivo: hay dolencias que afectan a un cuarto de la población mundial y que representan el uno por cierto de la investigación.
Hoy están presentes sobre este escenario personas con las que aspiro a sentirme identificada, aunque sumen algunas décadas más que yo. Porque siento que transmiten, con sus acciones y en sus obras, esa esperanza que nos guía y nos inspira a los jóvenes.
Quiero dar las gracias a todos nuestros premiados, también a los que nos han dejado. Por esa luz que proyectan sobre los retos y la complejidad del mundo que nos toca vivir. Y por hacer que los premios que llevan mi nombre nos animen a recorrer un camino compartido y esperanzado, sin eludir esfuerzos y con responsabilidad.
Muchas gracias.
Discurso íntegro del Rey Felipe VI
- Majestades, Altezas,
- Presidenta del Congreso de los y Presid del Senad
- Presidentes del Constit, y del CGPJ (por suplencia)
- Vicepresidenta del Gobierno y Ministros,
- Presidente del Principado de Asturias,
- Presidente de la Junta General del Principado de Asturias,
- Delegada del Gobierno,
- Alcalde de Oviedo,
- Presidenta de la Fundación Princesa de Asturias,
- Autoridades, Patronos, Premiados, - Señoras y señores,
Esta solemne ceremonia que celebramos cada otoño, simboliza los objetivos que la Fundación Princesa de Asturias se propuso hace ya 43 años: rendir homenaje a través de sus Premios a quienes, con su obra, son ejemplo —para todos— de los valores más elevados.
Por eso esta tarde nuevamente volvemos a sentir una emoción y gratitud especiales ante el significado, el impacto y la contribución de nuestros galardonados a un mundo más justo, también más sabio y lúcido.
Sean cuales sean las circunstancias del momento, la obra de todos ellos, siempre nos da motivos para la esperanza, para seguir confiando en la humanidad y en nuestra capacidad de avanzar; y, así, no ceder ante los peores presagios.
También volvemos a sentir, la Reina y yo —y nuestras hijas—, el recibimiento cálido y acogedor que siempre nos ofrecéis en esta tierra. Agradecemos muy sinceramente el afecto y la hospitalidad de los asturianos.
Recordamos de manera muy especial a dos de nuestros galardonados que tristemente han fallecido hace unos meses y de los que sentimos tan honda su ausencia: Nuccio Ordine, en Comunicación y Humanidades, y Hélène Carrère, en Ciencias Sociales. Sus familiares, que nos acompañan hoy –gracias por ello—, nos hacen recordar la grandeza y el mérito de su obra intelectual.
Nuccio Ordine estaba emocionado por viajar a Asturias para recibir su premio. Amaba España, su historia y su cultura, lo reconocía siempre que tenía oportunidad. Nos reconforta saber que seguiremos disfrutando de su gran legado.
La mejor manera de rendirle homenaje es tener muy presentes sus consejos: profundicemos en el cultivo del espíritu; pongamos en valor la grandeza de los mejores maestros; hagamos de la libre investigación, del arte, del pensamiento crítico, el horizonte que nos inspire para llegar a ser mejores.
El universo de la investigación y la opinión libres, del criterio sólido e informado, del deseo constante de aprender es también en el que se enmarca el trabajo de Hélène Carrère. Durante décadas, se dedicó con profundidad a su especialidad, la historia de Rusia y de la Unión Soviética —y de las vidas de los personajes más relevantes que la fueron moldeando—, para extraer conclusiones que nos ayudaran a comprender el mundo.
Carrère trabajó intensamente toda su vida, para que triunfaran el esfuerzo y la constancia, para que se fortalecieran las humanidades, para que prevaleciera el amor por el conocimiento; cuánto nos falta ahora el suyo para analizar la terrible y oscura actualidad que define la agresión rusa contra Ucrania.
—> Queridos galardonados, seguro que habrán percibido ya la admiración y el respeto que despiertan en España, además del cariño con el que los acogemos en Asturias. Es un orgullo reconocer su labor y un honor tenerles entre nosotros.
La trayectoria cinematográfica de Meryl Streep está entretejida con interpretaciones magistrales, que la han convertido en una de las actrices más grandes de la historia del séptimo arte. Ha dado vida, en la comedia y el drama, a personajes femeninos apasionados, que viven historias intensas y trascendentes.
También a personajes enfrentados a sacrificios y dolorosas renuncias, a decisiones imposibles de tomar. Y lo ha hecho siempre con amor y luz, con una entrega absoluta, que se refleja en cada gesto suyo, en cada movimiento, en cada entonación. Con coherencia, talento, verdad y vocación.
De forma sutil, hermosa y constante, Meryl Streep ha ido dejando en sus actuaciones —también en su vida— la huella indeleble de su constante defensa de la mujer, a veces solo con una mirada, una tímida sonrisa o una lágrima. Y nos invita así a respetarla plenamente, como ella hace; a que perseveremos en la consolidación de su igualdad, su dignidad y su libertad.
Eliud Kipchoge se ha enfrentado a lo largo de su carrera deportiva a los retos más difíciles, y sus impresionantes éxitos lo convierten en un corredor legendario de todos los tiempos. Esos triunfos son el reflejo de una actitud ante la vida que es la que forja a los mejores atletas: el deseo constante de superación y la sana ambición de ser cada vez mejores, de llegar cada vez más lejos… Como bien nos enseña el Olimpismo, a través de la sana, limpia y exigente competición deportiva.
De su esfuerzo titánico de años ha aprendido también la importancia de compartir el éxito y, sobre todo, de lograr que los más desfavorecidos puedan disfrutarlo. Y a través de su fundación, se ha convertido en alguien a quien no sólo admiramos por sus proezas; también le agradecemos muy especialmente su entrega solidaria.
Haruki Murakami ha sabido enlazar en sus obras literarias el mundo occidental y el japonés de manera magistral, porque se desarrollan en ambientes inquietantes, aunque transparentes, nítidos, inundados de música; a veces inverosímiles e irreales, inciertos, nostálgicos e intimistas. Son también los ambientes en los que transitan personajes que actúan movidos por fuertes sentimientos de duda, de amor, que buscan con intensidad una explicación, una respuesta.
Murakami ha dicho que se gana la vida escribiendo cosas que la gente no necesita, y que eso —afirma— no deja de ser un milagro. Escuchamos en esa idea el eco de tantos pensadores y escritores que se reafirman en la trascendencia que el arte, la cultura, el cultivo del espíritu tiene para nosotros.
La Iniciativa Medicamentos para Enfermedades Desatendidas, nos impresiona en su ejemplar cooperación con el puro dato: Atiende a más de 1.500 millones de personas, de las poblaciones más pobres del planeta, que sufren enfermedades para las que no siempre existe el medicamento o el tratamiento adecuados. Y lleva a cabo una labor extraordinaria de creación de proyectos de investigación, de desarrollo y distribución de fármacos, de estudios clínicos y de trabajo conjunto con las administraciones, universidades y centros de investigación internacionales.
En esta organización creen que el éxito en la solución a estos problemas se logra, sobre todo, cuando se unen quienes la tienen en sus manos —al menos la capacidad—, y llevan a cabo acciones realmente útiles. Que logren desarrollar medicamentos eficaces, accesibles y asequibles es una llamada de atención para toda la humanidad.
Los estudios científicos de Jeffrey Gordon, Peter Greenberg y Bonnie L. Bassler se centran en la inmensa cantidad de microorganismos que viven en nuestro cuerpo y tienen un papel decisivo en nuestra salud. Profundizar en el conocimiento de la comunicación entre bacterias, de su comportamiento colectivo y de qué es y cómo funciona el microbioma humano es imprescindible para mejorar las terapias y para permitir, entre otras cuestiones, la búsqueda de tratamientos efectivos contra las bacterias resistentes a los antibióticos, un grave problema de salud pública que necesita la máxima atención.
Todos son también un símbolo de cómo uniendo proyectos, financiando adecuadamente la investigación, potenciando la ciencia…, la sociedad se hace más humana. Por eso no nos cansaremos nunca de reclamar para los científicos los medios y los recursos necesarios para que lleven a cabo su trabajo dignamente.
Sentimos que Jeffrey Gordon no haya podido unirse hoy a Greenberg y Bassler, por la repentina pérdida de su esposa (Debby). Desde aquí le enviamos nuestro afecto y nuestro profundo pesar.
La organización benéfica Mary's Meals conoce bien esta realidad de desatención y desequilibrio de la que venimos hablando. Sus responsables se dedican a dar de comer a niños que pasan hambre. Y lo hacen cada día, en 18 países y a casi dos millones y medio de escolares. Porque esa es una condición imprescindible para recibir el alimento: ir a la escuela. De nuevo, Mary's Meals pone su mirada en quienes carecen de lo más básico, ofreciéndoles posibilidades de futuro y de desarrollar sus vidas con dignidad.
Su fundador, Magnus MacFarlane-Barrow —al que deseamos que se recupere pronto—, lo dice con firmeza: no tiene sentido que en el mundo actual haya personas muriendo de hambre. Esta labor, tan admirable y profundamente humana, debería emularse globalmente para lograr que comer y aprender –algo tan básico y necesario para toda persona— no sea tan difícil y hasta extraordinario en tantos lugares del mundo.
Señoras y señores,
—> Como la Princesa de Asturias acaba de decirnos, se encuentra en un momento importante de su formación para cumplir con sus obligaciones institucionales. El pasado 7 de octubre, en la Academia General Militar y junto con sus compañeros, prestó juramento de servicio a España. Y el próximo día 31 —alcanzada la mayoría de edad—, será su jura de la Constitución ante las Cortes Generales, un acto de enorme trascendencia institucional, simbolismo histórico y compromiso personal.
A medida que va dando estos pasos, a la Reina y a mí —como Reyes y como padres—, nos hace estar profundamente orgullosos de su sentido del deber, de su entrega y de la ilusión con la que afronta su futuro. Y así también nos hace sentir su hermana la Infanta Sofía, que igualmente avanza en su formación adquiriendo conocimientos, valores y experiencia para servir y ayudar a los demás.
Nos alegra especialmente que deseen compartir con su generación los mensajes, el ejemplo y la excelencia que representan y transmiten nuestros premiados.
—> Hoy, señoras y señores, al ensalzar la obra de todos ellos, nos acercamos un poco más a ese mundo que tanto necesitamos y anhelamos, hecho de voluntad de hacer el bien, de personas que son un baluarte de valores cívicos y morales, y que cada día trabajan para ayudar a resolver algunos de los problemas más graves de la Humanidad.
Todos teníamos la esperanza, en estos comienzos del Siglo XXI, de vivir un mundo más pacífico, más estable, más ordenado. Sin embargo, y todos lo lamentamos, no está siendo así.
Este Siglo XXI nos ha traído el regreso terrible de la guerra, de los conflictos bélicos en su versión más descarnada y brutal; así como del vértigo ante el riesgo de su extensión. Como si las lecciones severas de un pasado no tan lejano hubieran caído en el olvido, proliferan de nuevo los enfrentamientos causando auténticas tragedias de gran magnitud y alcance global, llenas de horror y devastación que ignoran y desprecian la vida, la dignidad y los derechos humanos de millones de personas.
Cuando el conflicto en Oriente Próximo está causando nuevamente un sufrimiento tan desgarrador, creo importante recordar aquí que la Fundación concedió —de manera conjunta— el Premio a la Cooperación Internacional en 1994 al Primer Ministro de Israel, Isaac Rabin, y al Presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Yaser Arafat. Ese reconocimiento se debió —y cito el acta del jurado— a "su decisivo esfuerzo para crear las condiciones de paz en la región, siguiendo el proceso iniciado en la Conferencia de Madrid de octubre de 1991 que debe conducir a la pacificación definitiva del Próximo Oriente".
Una paz que debe nutrirse, sustentarse y defenderse, como destacó un año después S.M. el Rey Hussein de Jordania al recibir el premio de la Concordia. Porque es la única manera de garantizar un futuro mejor, un futuro seguro para toda la Humanidad.
Señoras y señores,
En este contexto, como decía, de guerras y de conflictos, las tensiones geopolíticas se agudizan y ponen a prueba, una y otra vez, el orden internacional y sus reglas, cuestionando el consenso necesario para mantenerlo. Pero, además, fruto de toda esta inestabilidad, las economías se resienten con efectos muy dañinos para todos, especialmente para los más vulnerables.
Esta deriva nos aparta de la noble idea de que las Naciones —la Humanidad— debemos darnos mutuamente garantías de respeto y seguridad y que necesitamos cooperar seria, profunda y sinceramente para abordar los grandes retos globales.
Pero la sombra se extiende también sobre las democracias, sobre los principios y valores que inspiran y garantizan nuestra convivencia. Su fragilidad es un recordatorio para no caer en la pasividad. Nuestros galardonados nos han advertido de ello en este mismo escenario y nos han dicho que es preciso defenderlos con firmeza y sin descanso.
En estos tiempos que vivimos, teniendo en cuenta todos los desafíos que nos toca afrontar, es la hora del mayor sentido de la responsabilidad. Siempre lo es, ciertamente, pero en estas circunstancias, ese deber debe extremarse. La paz, el bienestar económico y social de millones de personas y la preservación de los valores democráticos así lo exigen.
Por todo ello, en días como el de hoy, tenemos que ser muy conscientes de todo lo que hemos alcanzado como Nación, de todo lo que hemos construido y prosperado, con tanto esfuerzo; de lo necesario que es conservarlo y preservarlo de aquello que lo pueda erosionar y de que debemos cuidar lo mejor de nuestra historia.
Son muchos nuestros problemas, y las soluciones llegarán —como siempre ha sucedido y demuestra la historia de España— de la unidad, nunca de la división.
Cuando nos detenemos a leer o escuchar con atención lo que nos dicen los galardonados, comprobamos que destacan siempre el valor del trabajo en común, de los proyectos compartidos llevados a cabo con la ilusión, el talento y el esfuerzo leal de muchas y muy diferentes personas.
Si queremos construir algo que trascienda y tenga sentido, la colaboración y el compromiso de todos es más imprescindible que nunca. Como también lo es una voluntad integradora si queremos
edificar algo sólido, duradero y permanente. Es con la unión, con el esfuerzo colectivo y las actitudes solidarias como se construyen las grandes obras. Es así como surgen las respuestas que realmente nos permiten avanzar.
Señoras y señores,
Termino recurriendo nuevamente a nuestros premiados. Su trabajo constante y fructífero para mejorar la vida de los demás, para ayudar y proteger a los más débiles, para elevar la cultura y ser faro que guíe…, es ejemplar y es imprescindible. Cuando tantas cosas parecen tener tan difícil solución, necesitamos seguir escuchando sus voces. Y seguir aprendiendo de ellas.
Fortalecer lo que nos une nos permitirá, sin duda, seguir recorriendo nuestra historia e iluminar los caminos que hemos de transitar. Lograremos así encarar el futuro con mayor confianza; con una bien fundada esperanza. De eso estoy convencido.
Muchas gracias.