Gabi Martínez (Barcelona, 1971) no entiende la literatura sin el conflicto. Esto no tendría nada de insólito si no fuera porque la encrucijada donde radican sus textos es de índole medioambiental, y porque el escritor, poniendo en valor su pasado como periodista, se desplaza hasta “el lugar de los hechos” para impregnarse de la realidad que en ellos acontece. Igual que en Un cambio de verdad se mimetizó con la aspereza de la Siberia extremeña, su nueva aventura discurre frente al mar, en la Isla de Buda del Delta del Ebro, donde una casa de pescadores, La Pantena, se convierte en su centro de operaciones.
Debido a la crisis climática, la pérdida de la tierra frente al avance del mar es un problema aún más acuciante en el Delta, que es también el título de su nuevo libro, publicado en Seix Barral. “La proliferación de embalses y el desvío de agua destinada a regar cultivos impiden que el río arrastre los sedimentos necesarios para mantener el delta lo bastante compacto”, explica el autor al inicio. El desafío pasa por gestionar los sedimentos con el fin de detener la merma y recuperar los sedimentos de un modo alternativo al propuesto por la Administración.
“Sin sedimentos no hay resistencia”, leemos, y el agua va conquistando la superficie de tierra que encuentra a su paso, igual que hace la escritura de Gabi Martínez con nosotros. Es difícil contener su imponencia y muy fácil sucumbir ante su indudable atractivo, a su mezcla de rigor y brillantez, que lo mismo es implacable en sus denuncias que equilibrada en sus interpretaciones. Este texto, decíamos, se lee como un relato al que no le faltan todos los elementos de una gran novela: los agentes implicados —administraciones, vecinos, turistas, ecologistas, ganaderos, cazadores o pescadores— enfrentan una lucha en la que les va la vida. “Si te quieres crear un enemigo, que sea en serio. Que sea en el momento en que vas a dar la dentellada”, dice el autor en la entrevista.
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Pregunta. ¿Por qué eligió este lugar?
Respuesta. Me ofrecieron estar en una casa de pescadores durante un año para que supiera de verdad cómo se vive allí. Después de escribir mucho sobre varios lugares del mundo, me he ido acercando cada vez más a mi intimidad y mis espacios: Cataluña, Barcelona y mi familia. Después de estar con los pastores en el territorio de mi madre [la Siberia extremeña], quería abordar lo que había sido mi propia formación, y esto era mi padre, el Mediterráneo y mi relación con el mar.
» Con mi padre estuve pintando hasta los 16 años, y para mí fue muy importante observar la luz, cómo creaba colores y cómo la incidencia de la luz le llevaba a graduar el color en función de cómo cambiaba la luz en determinados espacios, una idea muy griega. El Mediterráneo era mi luz y el Delta me ofrecía la oportunidad de pensar en eso. Estaba a punto de cumplir 50 años y empecé a pensar en los finales de otra manera. Además, mi padre arrastraba un tumor desde hacía varios años y el Delta da una idea de final. Eso me llevaba a pensar en cómo nos hemos relacionado con los finales en nuestra sociedad y cómo esto ha determinado nuestra forma de vivir. La muerte determina nuestras vidas.
P. ¿Cómo fue el proceso de adaptación y en qué consistió su estancia allí?
R. Cuando me desplazo a un lugar para vivir allí un tiempo, trato de moderar los prejuicios. En realidad, siempre cargas con ellos, pero puedes intentar ser más flexible. Me dejé llevar por el día a día, convertí esa duna en una oficina y me impregné del viento, que fue una presencia muy constante que de entrada no contemplaba. Lo físico te influye, igual que las relaciones con animales imprevistos. Por ejemplo, siempre que iba a la playa, atravesaba un cañaveral que estaba lleno de libélulas. Aquello intimidaba. Sin embargo, se abrían a mi paso. Yo siempre volvía antes del crepúsculo, pero una vez volví más tarde y las libélulas ya no estaban. Me empezaron a picar los mosquitos, pero las arañas y el lagarto que estaba en el techo de pronto se convirtieron en aliados. Este tipo de situaciones te cambian la percepción de cosas determinadas. Tú estás ahí para saber qué es eso.
» Por otro lado, establecí relaciones personales apasionantes con mis compañeros de trabajo, pero también con un ganadero de toros. Todo aquello iba matizando las ideas que podría tener yo mismo acerca de los toros, por ejemplo. En realidad, yo siempre he sido precavido e intento respetar siempre las posiciones de los demás, pero me permitieron entrar en ideas en las que quizás no había pensado tanto de una manera tan cercana ni tan profunda. El resultado de cómo me afecta todo está en este libro, en el que intento que hable el paisaje, las personas y el resto de seres vivos que están allí, de modo que el lector no tenga la impresión de que se le ha estado intentando conducir hacia algo.
"Los escritores españoles no han aparecido para denunciar la crisis climática"
P. Aunque presiento que su caso no es el del transeúnte, sino el de quien se queda a impregnarse de una nueva realidad, ¿qué aporta el viaje a la mirada del escritor?
R. Claro, hay una diferencia entre este libro o Un cambio de verdad y los libros de viajes, cuyo desarrollo consiste en pasar y hacer un esbozo del lugar que has recorrido. Pero esta es una mirada mucho más superficial. A mí no me afecta tan decisivamente como el hecho de enfrentarme a mis espacios naturales y sentimentales. Esto sí tiene un peso diferente porque ahí no voy de paso, sino que he convivido mucho tiempo recibiendo las respuestas de quienes viven allí. Todo eso perdurará. El viaje me ha enseñado a desarrollar una mirada espaciotemporal que, de otra manera, no hubiera sido posible, y a prepararme literariamente para describir la naturaleza. Porque no es fácil, en España son muy pocos los que lo han hecho.
P. ¿A qué se refiere?
R. España tiene un gran problema con el relato. Los narradores, no hablo ya de los científicos, podían haber denunciado en su tiempo estas situaciones referentes a la naturaleza con un relato emocional, pero no han aparecido. No tenemos un relato propio que hable de esto. Los que han mantenido un poco la llama han sido los filósofos: Jorge Riechmann, Santiago Beruete, Marta Tafalla… Lo que se ha escrito es muy poco, hay un desmarque de la intelectualidad. Cuando Wenceslao Fernández Flórez estaba escribiendo artículos políticos y de pronto decide escribir de verdad, hace El bosque animado. Cuando Miguel Delibes ingresa en la Academia, habla del “crecimiento cero” en su discurso, pero nadie le hace caso… ¿Qué tenemos después de todo esto? Muy poco.
"Si un escritor ve que no le dan los números, probablemente se pase a la novela negra"
P. ¿A qué cree que se debe?
R. Al final, un escritor es un ciudadano que intenta ganarse la vida: si tú ves que no te dan los números, probablemente te pases a la novela negra. De este modo, rompes la línea del escritor que habla independientemente de lo que está ocurriendo a su alrededor. Por eso en este libro hay un esfuerzo grande por introducir un relato literario, que la literatura sea la que mande, recurriendo, por un lado, al ensayo (estadísticas, alusiones literarias a otros escritores que han hablado de deltas, sobre la muerte…), y después a la vivencia directa, más testimonial, porque han pasado cosas lo bastante poderosas como para dar sentido a todo.
» Y también, el coro novelístico, la gente que hay allí, los seres vivos… La propuesta literaria es que se visibilice el coro completo. Creo que aquí entramos directamente en un territorio de vanguardia. Con tantas etiquetas como hay, lo que te preguntas es dónde están las vanguardias actuales. Quizás una de ellas sea la liternatura, la literatura de la naturaleza, porque está tratando cuestiones cruciales, de absoluta actualidad. Literalmente, nos va la vida en ello.
» Sin embargo, este es un país donde curiosamente no se hablado sobre el agua, y eso que somos una península. El problema es que la vemos de forma productiva, como ocio o turismo, y no como lo que nos está dando vida. ¿Por qué no la conocemos? Somos el segundo país del mundo con más reservas de la biosfera en el mundo y no tenemos un relato porque hay una decantación absolutamente mercantilista. A los habitantes de Delta del Ebro no se les empieza a reconocer hasta que no empiezan a producir arroz. En Venecia, en cambio, hay un relato de belleza y tradición cultural que la gente reconoce, por eso todos tratan de salvarla.
"Cazadores como Delibes han sido grandes defensores de la naturaleza, pero muchos otros luego enterraron la escopeta"
P. ¿Lo que ocurre en la desembocadura del Ebro es un ejemplo exacerbado de lo que va a ocurrir con la superficie de nuestro planeta en el futuro?
R. En realidad, los deltas donde no hay humanidad no están desapareciendo a un ritmo especial. Los humedales, en cambio, sí. Y lo hacen tres veces más rápido que los bosques, a pesar de que los humedales son los espacios más biodiversos de la tierra. Lo que ocurre con este delta es que está afectado por uno de los ríos más intervenidos del mundo y, además, está en una costa que ha sido totalmente arrasada por la especulación inmobiliaria.
P. Respecto a los cazadores y los pescadores, con quien ha mantenido un intenso vínculo durante esta experiencia, ¿cree que realizan actividades necesarias para el equilibrio medioambiental, esto es una excusa barata o depende del sitio y el animal?
R. Cazadores como Delibes han sido grandes defensores de la naturaleza. Es verdad que muchos de ellos luego enterraron la escopeta. En todo caso, yo nunca he practicado este tipo de actividades, pero creo que hay un espacio para el entendimiento. Es muy paradigmático el caso del ganadero de toros que aparece en este libro. Acaba encontrando ese lugar cuando entiende que es necesario un equilibrio.
»Además, este equilibrio resulta fundamental en un enclave fronterizo como este, situado entre Valencia, Aragón y Cataluña. Dentro de todas esas extensiones, hay una confluencia que les lleva a unirse para intentar que los centros de poder recuerden que lo que ha hecho esa gente que vivía ahí ha sido cuidar ese espacio. Yo estoy de acuerdo en que los parques naturales y Medio Ambiente tienen que preservar espacios muy grandes, pero no se pueden olvidar de que ahí vive gente. Con el lince, se llegó a acuerdos.
"El problema del ecologismo son los 'lobbies': hay dinero de por medio y mucha gente que quiere poder"
P. En general, ¿qué relación mantiene con el ecologismo?
R. Estoy de acuerdo en los presupuestos de partida. El problema son los lobbies: hay dinero de por medio y hay mucha gente que se suma porque quiere dinero, poder o protagonismo. Si empiezan a actuar de manera injusta, es cuando yo me despego. Cuando llego a un territorio, lo que intento comprender son las razones de unos y de otros, y hasta dónde se puede respetar su trabajo.
P. ¿Qué opinión le merecen las acciones de los activistas sobre las obras de arte? ¿Son moralmente éticas? Si es así, ¿son efectivas?
R. Si se puede limpiar y consigue atraer la atención de muchas miradas, por mí adelante. Otra cosa es que fuera una agresión a una obra de arte, eso jamás lo apoyaría, precisamente porque considero que el arte es fundamental para crear nuestro imaginario de manera independiente. Cuando empecé en el periodismo, existía la figura del francotirador. Por corrección política, se borró. ¿Ahora quién queda ocupando el espacio del pensador que va por libre sin alinearse ideológicamente a ningún lado y que tiene una opinión propia? Porque el tertuliano es otra cosa.
P. A propósito, ¿no tiene la sensación de que ese espacio irreverente en el que se cuestiona el pensamiento único se lo está apropiando la derecha? Pienso en jóvenes líderes de opinión que se consideran librepensadores: para la izquierda son unos reaccionarios y la derecha aprovecha ese estigma para ampararlos en su regazo.
R. Uno de los riesgos de la polarización es la confusión que genera. La damnificada de todo esto ha sido la palabra. Te encuentras a personas utilizando la palabra libertad de forma muy perversa. ¿Cómo recuperamos las definiciones y el propio sentimiento original de esas palabras? Este es uno de los grandes desafíos, porque hemos visto que cualquiera se puede apropiar de ellas. Por eso los artistas juegan un papel fundamental a la hora de esclarecer si una palabra es cierta o no en su definición original.
"Uno de los grandes desafíos de nuestra sociedad es devolverle al creador la influencia que tiene en ella"
» Y esos líderes de opinión, que lo son porque nosotros queremos que lo sean, desde hace unos años son todos políticos. Y te diría que los opinadores, tertulianos y columnistas actuales van a remolque de los políticos. Se postulan como opinadores y se dejan arrastrar por toda esa cloaca en lugar de intentar aportar belleza. En definitiva, hemos desplazado al creador. Los políticos y los medios de comunicación, en connivencia, se apropian de las ideas de los creadores que están tocando sociedad de verdad y generando algo nuevo. Uno de los grandes desafíos de nuestra sociedad es devolverle al creador la influencia que tiene en ella, que sea el creador el que se imponga al político.
P. ¿Ha saldado, con Un cambio de verdad y con Delta, una deuda con sus padres?
R. Más que una deuda, aunque también podría ser, es agradecimiento y admiración por haberme hecho la persona que soy. Me han permitido vibrar con la vida, me han introducido en el amor por el arte y por las historias. Devolverles con libros que hablan precisamente de esto es muy importante porque sé que para ellos lo era.