La fascinación que la cultura japonesa despierta en nuestro país es una realidad desde hace décadas. La sensualidad y el misterio que irradia una civilización tan aparentemente alejada de la nuestra, el liderazgo en materia tecnológica o el manga, por seguir en términos literarios, nos seducen sobremanera. En los últimos meses, la llegada de un buen número de obras de autoras niponas a las librerías españolas nos ha puesto en alerta.
Ni siquiera una coyuntura como la que nos ocupa desvela el interés de nuestros lectores por la literatura del país del sol naciente. Haruki Murakami, sin ir más lejos, recibió el pasado viernes el Premio Princesa de Asturias de las Letras, prueba de que sus libros ya habían entrado en nuestros hogares mucho tiempo atrás.
No obstante, es oportuno atender a lo que en 2021 aseguró Fernando Cordobés, traductor de Murakami, en esta revista: “Lo que están haciendo las escritoras ahora en Japón es muchísimo más importante que lo que hacen los hombres”. La proliferación de obras de japonesas en los últimos meses viene a confirmar esta suerte de vaticinio. Lo que sorprende es la irrupción en el mercado español de las narradoras.
Alejados de la tentativa de fantasear con una generación o un movimiento literario –tanto sus intereses como sus edades son notablemente distantes-, sí hemos detectado zonas comunes en torno a sus narraciones, que se proyectan a través de distintos géneros y dos direcciones temáticas bien diferenciadas.
Por un lado, Yoko Tawada (Tokio, 1960), Yoko Ogawa (Okayama, 1962) y Yukiko Motoya (Ishikawa, 1979) comparten un claro apego por la ciencia ficción, mientras que las afinidades de Mieko Kawakami (Osaka, 1976), Aki Shimazaki (Gifu, 1954) y Yuko Tsushima, fallecida en 2016 en Tokio, ciudad en la que nació en 1947, se ciñen a las cuestiones que conciernen a la condición humana: la soledad, la relación con la muerte o la identidad.
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En El emisario, Tawada nos sumerge en un futuro incierto donde Japón ya no existe, las fronteras están clausuradas debido a un colapso medioambiental, los animales se han extinguido y los hombres tienen la menopausia. La autora, que escribe tanto en japonés como en alemán, vierte en esta obra, ganadora del National Book Award 2018 en literatura traducida, su indignación acerca del racismo, la censura o el capitalismo, mientras que su esperanza florece a través de la maternidad o el feminismo.
Ogawa es una de las autoras más influyentes en Japón junto a Banana Yoshimoto, cuyos libros también han sido publicado en Tusquets. Heredera del Nobel japonés Kenzaburo Oé y muy influenciada por la historia de Anna Frank, Ogawa denuncia el totalitarismo a través de sus obras. La policía de la memoria, su novela más celebrada, supuso un presagio de la incertidumbre actual, pese a que fue publicada en 1994. Venganza, su nuevo libro, es una compilación de relatos distópicos que, mediante nexos sutiles, aparecen interconectados.
Selección automática, de Motoya, es una novela sarcástica sobre la absoluta dependencia que nos genera la tecnología. La literatura del absurdo predomina en esta obra en la que lo mágico y lo surrealista conviven con lo cotidiano. Novelista, dramaturga y directora de teatro, Motoya reconoce las influencias de Agatha Christie, Arthur Conan Doyle y el manga de terror.
Kawakami tampoco es solo novelista. La autora de Pechos y huevos (Seix Barral, 2021), un fenómeno editorial que fascinó a Murakami y a Elena Ferrante, comenzó como poeta en 2006 y ahora es también cantante. Su nueva novela se adscribe a unos parámetros más realistas que las obras citadas anteriormente. Heaven es una exploración del bullying a través de la narración en primera persona de un adolescente. La relación con una compañera de clase que también lo sufre abre la historia hacia un retrato de tres generaciones de japonesas, y es, a su vez, una reflexión acerca del cuerpo femenino.
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La familia y los conflictos identitarios también dominan la trama de Azami, el club de Mitsuko, primera novela de la saga La sombra del cardo, uno de los últimos best-sellers en Japón. Aki Shimazaki, escritora afincada en Canadá que escribe en francés, nos brinda una historia de pasión e infidelidades. Por su parte, Impedimenta acaba de editar El hijo predilecto, de Yuko Tsushima, que nos habla de la presión social sobre la vida de las mujeres. Cuarenta y cinco años después de su publicación, sigue siendo considerado un clásico.
¿Esta proliferación de títulos es un fenómeno, una cantera de obras maestras o una mera coincidencia? Parece, al menos, una circunstancia a la que atender.