La niebla ligera con la que amanece la jornada brinda una estampa todavía más imponente al silencio y a los espectros históricos que dominan el yacimiento de Bibracte. En la antigua ciudad gala, erigida por el pueblo de los eduos como su capital sobre el monte Beuvray, en la región de la Borgoña francesa, a la que se llega a través de una carretera que serpentea entre bosques espesos y encantados y pueblos minúsculos, estuvo Julio César al menos en dos ocasiones. "Aquí, en el año 58 a.C., tuvo lugar la primera gran batalla de la guerra de las Galias; y este es lugar en el que César empieza a dictar sus Comentarios —Gallia est omnis divisa in partes tres...— en 52 a.C., después de su victoria definitiva en Alesia", arranca Santiago Posteguillo.
El choque que tuvo lugar en la ladera de alguna de las colinas del bello paisaje —otros investigadores han propuesto un escenario diferente, situado a más de 20 kilómetros— enfrentó a las seis legiones del entonces procónsul romano con un ejército de decenas de miles de helvecios, otra tribu gala liderada por el caudillo Divición y que en su migración hacia el oeste en busca de nuevas tierras había roto la estabilidad de los aliados de la Urbs. Ese episodio bélico actúa como prólogo y cierre de Maldita Roma (Ediciones B), la segunda novela de las seis que integran el ambicioso proyecto del escritor valenciano de recrear la vida de Julio César, un personaje del que está prendado.
Si en Roma soy yo (2022) abordaba al César más virgen, el abogado, la nueva entrega marca un punto de inflexión: cubre los años de transformación de un personaje sin poder político y económico que acaba convirtiéndose en cónsul y con varias legiones a su mando. "Aquí cuento lo desconocido de lo conocido: no se sabe que César, que estaba exiliado en Rodas, participa activamente en la guerra contra Espartaco, quien crea tal conflicto que Roma debe llamar a sus tres ejércitos", detalla el autor señalando unos mapas sobre la expansión romana en el interior del museo de Bibracte, dedicado a la cultura celta y a los hallazgos registrados en un oppidum donde aconteció otro evento trascendente: aquí fue elegido Vercingétorix como jefe de todos los galos.
Este primer gran choque de la guerra de las Galias sirve al best seller Posteguillo para celebrar el genio militar de Julio César, quien tenía sus tropas dispuestas en tres líneas sobre lo alto de una ladera. El ejército helvecio simuló un ataque frontal, pero lanzó otro sobre el flanco derecho romano apoyado en los guerreros boyos y tulingos. "Los romanos nunca combatían en dos frentes, pero César decide mantener dos líneas en el centro con los legionarios más inexpertos y envía la tercera, a los veteranos, a frenar el otro ataque. César hace lo que nunca otro general romano había hecho antes y consigue revertir la batalla y mantener la posición", explica el profesor titular en la Universidad Jaume I de Castellón.
El ganador del Premio Planeta con Yo, Julia (2018) añade en su reconstrucción del choque otra "batalla interna" que libra César: sus ataques de epilepsia. "En sus textos nunca comenta nada de esto, pero Plutarco o Suetonio nos hablan de que sufría este problema. Hay otra teoría que dice que podían ser pequeños ictus, pero es difícil de creer porque dejan secuelas", valora.
Violencia política
El ascenso político de Julio César y sus maquinaciones para acabar políticamente con sus enemigos conforman el núcleo de la novela. "Pensamos que nace con una toga de senador, pero tuvo que ganar una campaña electoral", recuerda Posteguillo. "Era un mundo en el que había una intersección constante entre las decisiones judiciales y políticas", añade, sin querer hacer un guiño al presente. Pero celebra las dotes del romano: "Era un gran comunicador, lo hacía muy bien para sus objetivos políticos. Hay un discurso en el año 63 a.C. en contra de la pena de muerte en el que utiliza argumentos totalmente modernos. Este hombre podría ir a un congreso actual y destacaría al menos en oratoria".
Desde los vestigios del gran teatro romano de Autun, ciudad romana fundada en las tierras llanas de la Borgoña francesa tras la guerra de las Galias y donde siglos más tarde los Bonaparte —Napoleón, José y Lucien— perfeccionarían su francés, continúa el autor desgranando la biografía de Julio César: "Cuando obtiene el cargo de edil se da cuenta de la importancia de los espectáculos públicos, y por eso crea el mayor combate de gladiadores celebrado nunca antes, con 350 parejas. También habló con sus amigos y acreedores como Craso para hacer exposiciones de obras de arte en el foro de Roma y arreglar la Vía Apia. Se sale del esquema del populista al uso: le daba cosas al pueblo que costaban trabajo y dinero".
A Santiago Posteguillo le resulta difícil esconder su admiración por César: "Estamos acostumbrados a políticos que no cumplen sus promesas o lo hacen en el último año. César promete una reforma agraria que llevaba intentando hacerse en Roma durante 130 años y cuando llega a cónsul en 59 a.C. presenta su ley estrella el primer día tras salir elegido". A lo que añade: "No tengo tan claro que César mintiera... Era notablemente más coherente que el político medio de hoy en día que manipula el programa electoral".
El escritor valenciano rechaza también la "revisión ideologizada" y el "presentismo" con los que se observan en la actualidad a ciertos personajes históricos. "En los valores del pasado hay que entender que los enemigos de César habrían hecho lo mismo que él si lo llegan a derrotar", dice en relación a las acusaciones de genocida del futuro dictator romano, que además se vio obligado a recurrir a la violencia política cuando el Senado quiere arrebatarle el poder: "Es un personaje suficientemente complejo para ver que plantea objetivos asumibles cuyo final plantean debates. ¿El objetivo justifica los medios? Ese es el gran debate moral sobre la figura de César".
Aunque el grueso de la biografía de Julio César lo abordará en las siguientes entregas de la serie de novelas —en Maldita Roma ya aparece Cleopatra—, Posteguillo se aventura a dar una pincelada de por qué fue asesinado en 44 a.C.: "El gran error de César es su magnanimidad en la victoria, perdonar la vida de todos sus enemigos derrotados en la guerra civil. Se sale del perfil de dictador moderno, y su gran error político fue no ser como un dictador del siglo XX o XXI. Probablemente habría muerto de viejo. No podemos simplificar diciendo que era un tirano: puede que compartiese algunas características con estos dictadores, pero no todas".