¿Qué libro está leyendo estos días?
Estoy leyendo por sexta vez Mujeres que corren con los lobos, de Clarissa Pinkola Estés.
¿Qué le hace abandonar la lectura de un libro?
Como leo mucho por trabajo, en general abandono un libro porque no me está enganchando. A veces no es que el libro sea malo, es que no es el momento.
¿Con qué personaje le gustaría tomarse un café mañana?
Pensaba en algún personaje mujer, pero es que me sale Ignatius Reilly, de La conjura de los necios.
¿Recuerda el primer libro que leyó?
Son muchísimos. Me flipaban los Mummies y Pippi Calzarlargas, pero el primer libro que leí con conciencia, con el que descubrí que iba a dedicar mi vida a leer y editar, fue Crónica de una muerte anunciada. Mis padres lo dejaron en la mesa de la casa del pueblo, y yo, con doce años, lo cogí a las 9 de la noche y no paré hasta que lo acabé, ya de madrugada. Fue un shock.
¿Cuáles son sus hábitos de lectura: es de tableta, de papel, lee por la mañana, por la noche...?
Mis hábitos lectores son todos, a todas horas, en cualquier momento, en cualquier lugar, pero siempre papel. No soporto las tablets, soy una romántica del libro, los subrayo, los marco, los anoto...
Cuéntenos una experiencia cultural que cambió su manera de ver la vida.
Ver Cyrano de Bergerac de Flotats en el Teatro Poligrama. Yo debía de tener doce años, fui con mis padres y ¡flipé tanto! Creo que ese año fui más de veinte veces, me sabía el texto entero. Cambió mi vida porque decidí que quería que la gente vibrase tanto con algo que yo crease o ayudase a crear como yo lo hacía con Cyrano.
¿Qué le ha prestado la editora que también es a la autora que vuelve a la narrativa tras diez años de silencio??
Tiempo. Cuando cesé de dirigir el Institut Ramon Llull, me cogí seis meses para dedicarme solo a escribir. De hecho, aunque es mi quinto libro es la primera vez que la escritura es mi trabajo principal.
¿Cuánto hay de hechos reales y cuánto de ficción en Demasiadas deudas con las flores?
Mucho de ambas. Sabía que allí, en ese pueblo de la alta montaña que en la novela llamo simbólicamente Piedra, había una historia que llevaba más de diez años acompañándome, pero la quería escribir con el tempo de la montaña, integrada con la familia que salva este pueblo, con la historia, con las estrellas, a fuego lento.
¿Qué encuentra su protagonista en la montaña que la ciudad y su vida le han negado?
Que escuchando a los demás nos escuchamos a nosotros mismos, y que lo que más nos cuesta contar es lo que más vale la pena.
Uno de los temas de la novela es la salud mental: ¿la pandemia nos ha hecho más conscientes del problema?
Si no lo teníamos claro antes, la pandemia nos dejo clarísimo que la salud mental no es algo que les pasa a otros, allá lejos, sino que nos pasa a todos, a amigos, a familiares. Esta es una de las luchas de la novela... Otra es el suicidio.... Como decía Audre Lorde: “Mi silencio no me protegió, tu silencio no te protegerá, hablemos”. Porque ese es el poder de la palabra, la palabra cura, la literatura cura.
¿Entiende, le emociona el arte contemporáneo?
El arte me apasiona, no se si lo entiendo pero tampoco me importa, creo que en el arte, en la poesía, en la música, en el cine, no hay que entender sino dejarse llevar.
¿Le importa la crítica? ¿Le sirve para algo?
Sí, la valoro e intento siempre aprender. A veces puedes estar de acuerdo o no, pero toda lectura es bienvenida.
¿Qué libro le recomendaría al Ministro de Cultura?
Le recomendaría el que comentaba al principio, Mujeres que corren con los lobos, para entender el arquetipo de la mujer salvaje que somos todas y también todos.
Denos una medida para mejorar nuestra situación cultural.
Hay tantas... Una sería compartir y amar la cultura, pero a nivel práctico creo que es importante invertir mucho más en los creadores y no tanto en la gestión cultural.