Hola, amigos:

Podéis empezar a escribir sobre lo soso.

El ganador de la semana pasada, dedicada al azúcar, ha sido...:

Vilma

“Señoría, ella mató a su marido con una sobredosis de azúcar”. El juez la declaró inocente, extasiado por aquella sonrisa tan dulce.

El relato destaca por su ingeniosa combinación de ironía sutil y síntesis narrativa, y constituye un hábil juego que entrelaza el placer sensorial de un alimento con la sórdida realidad de un crimen. La astucia de la autora se manifiesta en diversos niveles. Utiliza el inocente tema semanal como una sorprendente herramienta para el asesinato, lo que intensifica la ironía si consideramos que, comúnmente, una sobredosis se asocia a sustancias como drogas o venenos.

De esta manera se revela la posibilidad de que la víctima fuera diabética, lo que también indica un buen uso de la elipsis. Y, finalmente, ese vínculo del azúcar asesino con la dulzura de la sonrisa de la protagonista comunica eficazmente su habilidad para la manipulación y sugiere, además, su naturaleza psicopática. La sonrisa se convierte en un signo de maldad y engaño. Este giro invita a la reflexión sobre cómo la dulzura puede convertirse en un disfraz peligroso, utilizado por los monstruos para engañarnos y cometer, como en este relato, un crimen perfecto. Así que, cuidado: la fachada más dulce puede ocultar las intenciones más siniestras.

Enhorabuena, Ana María Abad García, por el relato, estupendo, y por el premio.

Otros micros pudieron haber ganado:

Lachica

"Al menos tuvo un dulce final", dijo el inspector, y dio orden de que sacaran el cuerpo de la cuba de chocolate.

gpm

Antes del examen, tomó mucho azúcar porque era bueno para el cerebro. No supo ninguna pregunta, pero se dio cuenta de que ella no lo quería.

Lluviausente

Le dijo que el azúcar no caducaba, como su amor. Ella respondió con una amarga sonrisa.

Vilma

“Eres tan dulce que te comería”. Cuando la policía entró en la casa, sólo quedaban los huesos.

Rumor

La camarera se estaba enamorando de aquel cliente soso y distante; una mañana decidió echarle azúcar al café y regalarle una chocolatina.

DevaPrada

“Dulces sueños”, le decía su madre al arroparlo. Lo recuerda mientras, ya adulto, se inyecta insulina.

Nicolás

Las tropas invasoras regalaban algodón de azúcar a los niños que habían sobrevivido a los bombardeos.

Amanita

En el descanso se entretenía analizando las frases de los azucarillos, volvía a la consulta y aplicaba las terapias.

Saludos cordiales.