Narrador y periodista, Juan Carlos Botero (Bogotá, 1960) llevaba más de trece años sin publicar un libro: el último había sido El arte de Fernando Botero, un ensayo sobre su padre, el célebre pintor y escultor fallecido hace unas semanas. Quizá por eso, recién llegado a España, una de las primeras cosas que ha hecho ha sido buscar su nueva novela, Los hechos casuales (Alfaguara), en la sede central de la Casa del Libro, y subir la foto a X (Twitter) de inmediato.
Pregunta. ¿A qué se ha debido su silencio como novelista, quizá ha ganado la partida estos años el periodista, y la actualidad, siempre compleja y en ocasiones sangrienta de Colombia?
Respuesta. Sí, ha pasado bastante tiempo entre un libro y otro, pero durante todos estos años he seguido con mis columnas de opinión, tratando esos temas que mencionas y que son parte de la dura realidad colombiana. Lo que pasó fue que esta novela, Los hechos casuales, me costó bastante escribirla. Duré ocho años trabajando sin parar, y al concluirla llegó la pandemia. No podía hacer mucho con el manuscrito en ese momento, de modo que reescribí todo el libro de nuevo, de comienzo a fin. Fueron dos años exactos de reescritura. Y me alegro de haberlo hecho, porque la versión original tenía partes que no me convencían, y eso me permitió dejar el libro tal como yo quería. Soy muy perfeccionista al escribir, lo cual es un defecto, pero al final publiqué la novela que siempre quise escribir.
[Fernando Botero: celebrar la vida pintando]
P. El protagonista, Sebastián Sarmiento, se ve obligado a abandonar el país, como le ocurrió a usted en 1973. ¿Qué más comparte con el protagonista de Los hechos casuales? ¿El libro es tan autobiográfico como parece?
R. La novela tiene mucho de autobiografía, sin duda. James Joyce decía que un escritor está preparado para el arte cuando entiende que todo lo que le ha pasado en la vida es material para crear una obra literaria. Y es verdad. Las ventajas de escribir sobre hechos reales son, de un lado, que es más factible comunicar veracidad a lo que se cuenta, porque se vivió en carne propia. Y, de otro, que te permite exorcizar experiencias, generalmente negativas, que laceran el alma. Yo quería retratar una época que viví en Colombia marcada por la violencia, y el hecho de haber vivido, directa o indirectamente, cosas como el secuestro, el exilio, las amenazas, la muerte y tanto más, sentí el deseo de quitarme esas vivencias de encima, y creo que la literatura sí permite alcanzar una catarsis. Esa es una de las razones por las cuales uno escribe ficciones.
“Con esta novela me he quitado de encima experiencias como el secuestro, el exilio, las amenazas…”
P. A Sarmiento la vida se le desmorona de manera inesperada: ¿qué importancia juega en su propia vida el azar de los hechos casuales?
R. Al igual que Sebastían Sarmiento soy consciente, desde hace mucho tiempo, de que todo lo que me ha ocurrido en la vida, desde lo mejor hasta lo peor y desde lo más grande hasta lo más elemental, es resultado de una serie de pequeños hechos casuales, encadenados por el azar, la suerte o el accidente, que adquieren un efecto dominó y alcanzan dimensiones enormes. Muchos de esos hechos lucen triviales, sin duda, y tienen una apariencia anodina y menor, pero cuando adviertes el alcance y las ramificaciones que tienen esos hechos de aspecto insignificante, llegas a una conclusión erizante: los hechos insignificantes no existen.
»Entonces quise escribir esta novela para darle expresión literaria a ese tema que me parece esencial, porque esos hechos menores ejercen un papel definitivo en la vida, y me parecía un tema huérfano en la literatura contemporánea. Me interesa resaltar la fragilidad de nuestra existencia. Saber que por tomar una decisión como salir de la casa y tomar a la derecha o a la izquierda, o hundir el botón del ascensor un instante antes o después, nuestro destino, y quizá el de tu país e incluso el del mundo, puede cambiar de manera radical e irreversible.
P. ¿También en la novela?
R. En la novela relato varios hechos históricos; algunos traumáticos ocurridos en Colombia, como la masacre del Palacio de Justicia, la tragedia de Armero, las bombas y los atentados del cartel de Medellín, y también varios que ocurrieron en otros países, y cada tiene un doble propósito. De un lado, deseo mostrar cómo eventos que incluso son de trascendencial mundial a menudo resultan de una cadena de hechos mínimos y casuales, fruto del azar y de aspecto trivial. Porque un chófer, en un momento preciso de la historia, desea retroceder en un automóvil y su pie resbala del pedal, ¿mueren 17 millones de personas, como pasó en la Primera Guerra Mundial? O porque el vocero de un gobierno pronuncia una palabra errada en un comunicado oficial, ¿se cae el muro de Berlín, se desploma la Cortina de Hierro y se derrumba el imperio colosal de la Unión Soviética?
»Mi intención es mostrar cómo lo imprevisto y fortuito puede tener un peso definitivo en el curso de los hechos, y de esa manera entender que nuestro destino, con frecuencia, no depende de lo que nos proponemos sino de lo que ignoramos, de tonterías y nimiedades que escapan a nuestro control. Ignorar eso es ser ciego ante uno de los factores más determinantes de nuestra existencia.
»Pero cada uno de esos eventos que describo en la novela, aparte de ser cruciales y fascinantes, también tienen otra finalidad: aportan luces a la historia del protagonista. Sarmiento afronta su propia odisea, una prueba suprema en su vida, y la manera en que él encara esa prueba y su esfuerzo por pasarla depende de hechos menores y casuales. Todo lo que le sucede a Sebastián tiene resonancia en aquellos casos históricos, y eso no sólo le brinda verosimilitud al relato, sino que así se establecen, en mi opinión, paralelos interesantes y simetrías importantes.
P. Su protagonista es un hombre profundamente bueno: ¿a qué se debe la fascinación de la novela actual por personajes malvados y violentos, es un reflejo de la propia sociedad?
R. Mi desafío como narrador, en efecto, era contar la historia de una persona buena, y este es un empresario que ha sufrido mucho porque arrastra una culpa que lo atormenta, pues se siente responsable de la muerte de sus seres más queridos. Aún así es un individuo que mantiene viva la esperanza y que, a pesar de todo, apuesta por la vida. Él es alguien bueno, y fíjate que un individuo así no es común en nuestra narrativa. Los protagonistas de nuestras novelas suelen ser malvados, criminales o sicarios o asesinos. Eso no lo critico, por cierto. Más aún, en esta novela también hay más de un malvado. Pero aquí me propuse hacer algo distinto. Que este personaje fuera alguien amable y altruista.
»Sin embargo, para contar su historia y resaltar la calidad de su carácter, pronto entendí que el contexto tenía que ser el más abyecto de nuestra historia reciente, y por eso escogí los últimos veinte años del siglo pasado en Colombia y los primeros diez del actual, como escenario temporal de la novela, que además los viví en persona. Porque el mérito de Sebastián, y las cualidades de su forma de ser, sobresalen aún más en un contexto violento. Es fácil ser bueno cuando todo marcha bien a tu alrededor; cuando prevalece la paz, la prosperidad, la civilización y el orden. Pero tratar de ser una persona decente en medio de la violencia y la corrupción es más difícil y meritorio. De la misma manera que es fácil ser gentil y cortés en tiempos de calma y placidez, pero la gracia es serlo en instantes de miedo, tensión o peligro.
"Si en Colombia no predominara la bondad, no existiría como país"
P. ¿No es una visión demasiado optimista?
R. En absoluto, pienso que la bondad predomina en el mundo. No lo sentimos así porque vivimos bombardeados de noticias violentas y atroces, pero lo que más prevalece es la bondad individual y mayoritaria. ¿Y qué mejor lugar para sustentar esa tesis que Colombia? Si en un país como el mío, lleno de violencia, pobreza, desigualdad y maltrato a todo nivel, lo que triunfa es el bien (si no fuera así no existiría el país, así de simple), hay esperanza para el resto del planeta. No es fácil ver las cosas de esta manera, de acuerdo, porque la bondad es callada y discreta, mientras que la maldad es ruidosa y acapara los titulares. Y esto tampoco significa que las cosas serán así siempre.
»Hasta ahora la mayor parte del país ha escogido hacer el bien, y por eso, a pesar de tantos problemas, la nación progresa, con golpes y caídas, claro, pero avanza lentamente hacia el bienestar y la justicia social. Pero si la mayor parte del país decide marchar en otra dirección, eso puede cambiar, como pasó en Alemania en los años 30, cuando una de las naciones más ricas y civilizadas del mundo abrazó con entusiasmo las tesis del nazismo, y eso llevó a su destrucción. No hay un país que sea inmune a esa posibilidad. Hace poco casi sucede en EE.UU, y ahí también parecía inconcebible.
"Entendí que lo importante en la vida no era tener sino saber tener"
P. Ambos, Sebastián y usted, pertenecen a familias sin problemas económicos: ¿cómo y cuándo descubrió, como su personaje, que es más importante “saber tener” que “tener”?
R. Eso lo tengo claro desde hace años. A una temprana edad percibí un fenómeno curioso. La gente que tenía más acceso a la cultura, a viajes y a educación no era la más sensible socialmente. Al contrario. Lo lógico habría sido que el acceso a la cultura y educación se tradujera en empatía, compasión y compromiso social, para que los demás pudieran disfrutar de los privilegios que gozan, en particular en América Latina, muy pocas personas. Sin embargo, lo cierto era que mucha de esa gente era la más egoísta, la menos generosa. Hay excepciones, sin duda, y son notorias. Pero el hecho es que entendí que lo importante en la vida no era tener sino saber tener, y creo que ese es el rasgo esencial del protagonista de la novela.
“En cada tema importante el presidente Petro ha introducido una dosis de insensatez”
P. El libro retrata la Colombia actual: ¿qué ha pasado con Gustavo Petro para que exista una sensación tan abrumadora de fracaso?
R. Gustavo Petro fue elegido para llevar a cabo una serie de reformas y un cambio social que Colombia pedía a gritos, porque el país sufre una desigualdad económica y unas tasas de pobreza inaceptables e infames. Y creo que las intenciones del presidente son buenas. Pero Petro es una persona muy compleja y su terquedad ideológica le impide lograr consensos, que en una democracia es indispensable, y así no puede acertar. En cada tema de importancia el presidente ha introducido una dosis de insensatez que no permite que la mayoría lo acompañe, y condena sus políticas al fracaso. Por eso su aprobación ronda el 30 por ciento. Él desea ser un líder mundial del cambio climático, por ejemplo, y le ha declarado la guerra al petróleo. Pero los ingresos de Colombia dependen de los hidrocarburos. Así que una cosa es combatir el cambio climático pero otra es que el país se suicide. Por eso ningún otro líder regional ha apoyado esa iniciativa. Y así pasa con cada tema esencial.
»El revolucionario sueña con ser un héroe, no un reformador o un mandatario más. Por eso el presidente prefiere echar discursos que gestionar. A Petro no le interesa la ardua minucia de la administración. Él desea pasar a la historia, y para eso hay que soñar en grande y ensayar lo imposible. Pero en vez de construir sobre lo existente y reformar lo necesario, Petro prefiere inventar todo de nuevo. La ideología prevalece sobre lo posible, y de ahí las quimeras que él persigue sin éxito. Así, en vez de reparar la infraestructura, Petro propone proyectos imposibles. A la vez propone la Paz Total, la cesación de todos los frentes de conflicto con todos los grupos ilegales (cosa que no se ha hecho jamás en ningún país del mundo), y esa es otra irrealidad.
P. Creo que ahora está escribiendo un libro sobre Fernando Botero, analizando no al artista (ya lo hizo en 2010), sino al ser humano, al padre. ¿Qué es lo más sorprendente que nos va a descubrir?
R. Su calidad humana y su generosidad como padre. En los años de mi infancia, vivíamos en Nueva York y veíamos a mi padre una vez a la semana, pues él ya se sabía separado de mi madre. Él subsistía en la pobreza total, y le tocó sufrir el desprecio y el rechazo de quienes manejaban el mundo del arte, porque lo que reinaba en esa época era el expresionismo abstracto, y su propuesta estética consistía en lo contrario: un arte figurativo que buscaba reinvindicar el deleite estético como meta principal y recuperar las grandes tradiciones del pasado, empezando con el renacimiento italiano. Por eso aquellos años en Nueva York fueron tan luchados. Sin embargo, a pesar de la pobreza y las dificultades, mi padre hacía de todo por divertirnos. Como no tenía dinero para regalos ni juguetes, él acudía a su prodigiosa imaginación y por eso estar con él era una experiencia mágica. Creo que le debo a él y a la familia ese libro, para mostrar la calidad humana de mi padre y su grandeza, y más en medio de la penuria.
P. ¿Cómo le ha influido, como hombre y como escritor, ser el hijo de un artista revolucionario?
R. La influencia ha sido múltiple, sin duda. Para mí fue muy importante ver de niño que el trabajo de un artista no consiste en la bohemia o el café y la charlatanería, sino en el trabajo duro y cotidiano y en la perseverancia en busca de la maestría. El afán de lograr algo de calidad, que trascienda, porque en el arte solo perdura la excelencia. También el amor tan grande que siento por el gran arte del pasado se lo debo a él. Suelo durar horas en un museo, mirando las obras de los maestros, realmente deleitado y descubriendo secretos maravillosos, y con gratitud hacia esos creadores, porque sé lo mucho que sufrieron para ofrecernos esos prodigios.
»Además, es un milagro que existan esas piezas y que se puedan contemplar, porque cada una ha sobrevivido los azares de los siglos, como incendios, terremotos, guerras, inundaciones y toda suerte de peligros y accidentes. Es un privilegio detenerte ante esas obras sublimes, y por eso uno las debe admirar, pienso, con reverencia. Esa actitud frente al arte se la debo a él. Por último, su ejemplo como ser humano y como patriota es algo que procuro emular cada día de mi vida.
"Mi padre no buscaba glorificar la gordura, sino exaltar el volumen para comunicar belleza y sensualidad"
P. ¿Cree que Colombia ha sido justa con él?
R. Sí lo creo. Y lo acabamos de vivir en carne propia ahora que murió y llevamos su féretro a Colombia para que la gente se pudiera despedir de él y él se pudiera despedir de su pueblo que tanto amó. El afecto y la admiración que sentimos en esos días por mi padre y su legado fue muy conmovedor. Claro, se puede decir que también hay cierta incomprensión. Mucha gente todavía cree que el arte de mi padre busca glorificar la gordura, cuando en realidad es una exaltación del volumen para comunicar belleza y sensualidad. Pero esa incomprensión no es extraña cuando se trata de los grandes.
»Mucha gente cree que el Greco se limitaba a pintar flacos, y que Picasso se limitaba a distorsionar la cara de las personas. Esa incomprensión es el precio de la popularidad. Y en el caso de mi padre siempre he dicho que su arte es uno de los más populares del mundo, pero también es de los más incomprendidos. Por eso escribí un libro entero dedicado a explicar su arte y su estilo.
“El arte de mi padre es uno de los más populares y menos comprendidos”
P. Usted es un gran aficionado al cine: ¿cuáles son sus pasiones cinéfilas más secretas, las películas que no se cansa jamás de ver?
R. Soy muy aficionado al cine, y admiro mucho el trabajo de los grandes directores. Pero lo cierto es que voy al cine con la misma actitud utilitaria con la que leo a mis maestros de cabecera, para robarles secretos y ver cómo sortean tal problema y qué palabras utilizan para lograr tal efecto o descripción, o cómo hicieron para captar tal gesto o tal imagen. El cine influye mucho en mi escritura, porque me interesa que los lectores “vean” la acción. No tanto que la lean sino, con suerte, que la vivan. Y el cine es una de las mejores escuelas que uno puede tener. Lo que allí se aprende de diálogos, la elaboración de la trama, la creación de personajes, y las pinceladas que se requieren para precisar un gesto o identificar una emoción, un carácter o un conflicto, es inagotable. Para un escritor es un campo de enseñanza formidable.
P. Y hablando de pasiones, es usted un gran tuitero: ¿por qué cree que se ha convertido en refugio de rencorosos anónimos? ¿qué le aportan a usted las redes sociales?
R. Para mí ha sido una gran experiencia incursionar en el mundo de Twitter, porque te permite entrar en contacto directo con las personas y terciar en las polémicas del momento. El acceso al público no depende del director de un medio, quien decide si puedes divulgar o no tu opinión, y que a menudo depende de qué tan bien le caes o si el fulano aprecia o desprecia a uno de tus familiares. Aquí uno le llega directo a la gente y los debates suelen ser interesantes. Claro, hay ataques e insultos. Pero llevo décadas en este oficio y ya estoy acostumbrado a eso. Además, hago un gran esfuerzo por elevar el debate y no permitir jamás que caiga en la cloaca del insulto o la injuria o el agravio personal. Colombia es un país atormentado por la violencia, y esta siempre empieza con las palabras, y por eso acepto con gusto cualquier discusión, con tal de que se haga con altura y respeto, ¿no te parece?